Crítica | Maze Runner: Prueba de Fuego (2015)

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Hace menos de un año, mientras miraba Maze Runner: Correr o Morir, nunca pensé que veríamos una continuación en menos de 365 días. Sin embargo, acá estamos, frente a un secuela apurada por cuestiones lucrativas adaptando un fenómeno del momento, y aun así, su existencia no me enfurece, incluso siendo un producto de usar y tirar para Hollywood.

Lejos de tener la invención o las apuestas de Los Juegos del Hambre, y también alejada de la pésima narración de Divergente, The Maze Runner se consagro simplemente por ser solida (fuera de su terrible conclusión). Por ello, mi enfado no se aplica a este nuevo ejemplo de cómo funciona el cine de hoy, simplemente porque Maze Runner: Prueba de Fuego acompaña a su predecesora, la sigue y soluciona todo lo que no funcionó en aquella primera instancia; lo cual, en su momento, condiciono bastante al primer film.

Comenzando un par de horas después de la salida del laberinto, nos reunimos con Thomas (Dylan O’Brien) y su grupo de sobrevivientes a medida que son llevados a un lugar seguro: Una resistencia en contra de un virus maligno que ha consumido al mundo y que les promete a los jóvenes una salvación, un refugio donde olvidar todos los horrores del devastado lugar en el que han estado viviendo. El problema es que en cuestión de horas, Thomas comienza a sospechar que algo no anda bien con este refugio, descubriendo curiosos experimentos que se han realizado sobre los múltiples corredores de laberinto.

Esta situación pone a Thomas y a su grupo transitando los confines de las ciudades destruías a merced de zombies, la malvada organización CRUEL y otros peligros provenientes de un lugar desolado y sin piedad. Solo la posibilidad de encontrar una resistencia real mantiene sus esperanzas de sobrevivir a este mundo en ruinas, en el que estas jóvenes victimas del laberinto tienen un papel más importante de lo que imaginan.

El cambio de escenario es lo que más choca en Prueba de Fuego. El mismo, si bien es menos intrigante que el místico laberinto, logra adherirse a la historia, al darle sentido a unos cuantos elementos dentro de un mundo que, hasta el final de este film, sigue con ciertas incógnitas. Pegada a la anterior entrega, la secuela puede presumir de ser un film más completo (incluso siendo la segunda parte de una trilogía), con cientos de personajes nuevos, acción simple pero ágil y la misma sensación que sufren los protagonistas. Una sensación de no tener una idea completa de en donde estamos en este relato. Así que, el creer entender algo al final de este episodio es satisfactorio, y con ello, tanto la acción como las apuestas, ganan algo más de importancia.

Cuando finalmente logramos comprender las bases de esa distopía, también es posible notar determinadas diferencias atractivas frente al resto de las novelas distopicas apuntadas a los jóvenes. Comprándola con las mencionadas Los Juegos del Hambre y Divergente, Maze Runner resulta la más creíble frente a dos mundos construidos sobre una base ficticia. Eso es notorio con la forma en que Maze Runner: Prueba de Fuego explica su concepto, y especialmente los bandos establecidos. Dicha explicación es verosímil y efectiva, y a la hora de seguir a sus personajes corriendo sin rumbo y escaso conocimiento de la situación, el espectador comienza a sentir cierto interés por lo que les depare el destino.

Regresando a la silla del director, Wes Ball (un realizador de cortometrajes hace solo un par años) retoma sus esfuerzos de Correr o Morir y repite todo lo que supo hacer bien en la secuela. Su trabajo con el joven elenco es bueno y la cinta se mueve con un ritmo sólido, por más que dure bastante más de lo que debería. Dicho eso, el fuerte de Ball sigue siendo la acción. Las secuencias importantes en Prueba de Fuego se reducen a constantes maratones a través de ambientes abandonados y enfrentamientos con pistolas. Exceptuando la presencia de zombies, esas escenas son bastante comunes, pero el director consigue filmar las mismas con intensidad y movimiento, donde hasta un clásico deslizamiento por una puerta a punto de cerrarse se ve dinámico y algo impactante.

Con una sola película más en el horizonte (no dividirán la última en dos partes), la serie de Maze Runner tiene la posibilidad de crear una trilogía que mejora en la marcha. Por supuesto, siempre y cuando la última entrega pueda mejorar la solidez que luce esta simple y entretenida pieza. Mirándola como lo que es, Prueba de Fuego es ese curioso capítulo medio que hace todo lo que debería haber hecho el primero. Es decir, exponer las reglas de juego, atrapar al espectador y cargar todo con suficiente contenido como para querer concluir el relato.

6/10

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