Cada día caminamos por la calle y presenciamos ese tradicional ritual en el que un vecino barre las hojas que el viento ha dejado sobre su vereda. Lo saludamos, lo ignoramos. No importa, es otro simple día como cualquiera y esa rutina nunca despierta sospechas, sin embargo, ¿qué pasaría si ese vecino tuviera algo que ocultar?
En esta ocasión, el hombre barriendo la calle es Arquímedes Puccio (Guillermo Francella), un simple padre de familia, pero también el jefe de un pequeño grupo dedicado al secuestro. A medida que los suyos disfrutan de la cena, Arquímedes alimenta a una víctima de sus actos en una habitación oscura y fría. Victima capturada de una manera violenta solo horas antes para luego ser intercambiada por enromes cantidades de dinero. Todo eso no consigue que nadie en la residencia Puccio pierda el sueño, especialmente cuando el hijo mayor, Alejandro (Peter Lanzani), un gran atleta y promesa, sigue los pasos de su padre y lo asiste con sus “trabajos” sin que nadie emita una palabra. Estando liderado por un monstruo, y habiendo criado más monstruos, este es el Clan Puccio, y ésta es su historia.
El Clan es la nueva película del argentino Pablo Trapero, un cineasta conocido por sus trabajos más recientes, Leonera, Carancho y Elefante Blanco. Pero, entre sus largometrajes más reconocibles, es esta nueva pieza la que lo catapulta más alto; siendo éste un cine de crimen que recuerda a la obra de Martin Scorsese y Alfonso Curaron (por mencionar a algunos), acompañado por toda la brutalidad y crudeza que solo el cine argentino es capaz de entregar.
Centrada en Arquímedes Puccio y su hijo Alejando, la película basa su juego en dos actuaciones intensas que personifican la horrorosa naturaleza de la familia Puccio y la forma en que la misma funcionaba. Es decir, justificando actos deleznables debido a una desestructura familiar creada por el mismo diablo hecho persona. Ese diablo es interpretado por Guillermo Francella, con toda la demencia que un padre convertido en secuestrador requiere. Eso implica que el actor, principalmente reconocido por su trabajo humorístico, se vea obligado a sobreactuar un poco. Aunque nada de eso le quita prestigio de comandar esta cinta con tétricos momentos, siendo protagonista además de las mejores secuencias.
Aún con el aura de maldad que despide Arquímedes, El Clan se centra en Alejandro Puccio para seguir los años de actividad de su familia. Si bien se apunta a Francella como ficha a destacar, el joven Peter Lanzani realiza una labor igual de asombrosa. Él se complementara con la actuación de Francella pero se lo ve mucho más exigido, debiendo demostrar su debate personal entre seguir ayudando a su padre o asumir que éste ha destrozado su vida. Esa es una lucha interna excelente para un film que, además de estudiar las siniestras vidas de sus personajes, también muestra sus actos con todo detalle.
Al mismo tiempo que forma su drama, El Clan se hace dueña de secuencias técnicamente memorables que de verdad elevan (o hacen que olvidemos) lo que falla en la narrativa. Ahí entran diversas escenas que cambian instantáneamente durante su transcurso, y encima tienen tiempo para lucir todo el valor cinematográfico de la película. Cuando se menciona a un cineasta como Alfonso Curaron, uno puede imaginar que su alusión se debe a la presencia de un plano secuencia. Sin embargo, Pablo Trapero no utiliza ese recurso para maravillar o demostrar que puede realizarlo, sino para reforzar el impacto y realismo que busca en sus momentos más crueles o crudos. Y créanme, hay muchos de ellos en el film.
Puede que Cuarón no apareciese en la mente de Trapero a la hora filmar esta celebre crónica de crimen en Argentina, pero es imposible que no se haya inspirado en Martin Scorsese. Siendo su propio producto obviamente, El Clan toma prestado mucho de lo que Scorsese le ha entregado al cine de crimen, especialmente al poner el ojo en el absoluto villano. Ahora, a diferencia del director de Buenos Muchachos o la más reciente El Lobo de Wall Street (un mejor ejemplo), Trapero sabe bien que es imposible encontrar una pizca de carisma en alguien como Arquímedes Puccio, y de hecho el espectador nunca llega a cruzar sus dedos para que salga airoso de sus turbios actos. Entonces, si bien no toma prestada esa cualidad de Scorsese para apoyar inconscientemente al villano, Trapero si recurre al uso de música animada y optimista para acompañar las escenas más crueles de este lúgubre drama. Una decisión sensata, notando que sería imposible presenciar los actos del film con una cara completamente seria. Dicho eso, el elemento musical desentona por momentos, pero cuando funciona lo hace espectacularmente; haciendo por ejemplo que nadie vuelva a escuchar Sunny Afternoon de The Kinks de la misma forma.
Narrando una historia retorcida y quizá no tan cinematográfica como parece (sus locaciones y eventos son, en su mayoría, simples), El Clan recrea el impacto de sus sucesos con detalle, crudeza y técnicas envidiables. Algunos fallos la separaran de ser una película sobresaliente, pero su impacto es algo con lo que cualquier espectador podrá contar una vez que abandone la sala. Efecto que obviamente se incrementa si uno desconoce los detalles. Aunque, de no ser así, el trabajo de Trapero, Francella y Lanzani le dará a cualquiera una experiencia difícil de olvidar una vez que la espectacular secuencia final nos conduce abruptamente a sus créditos.