Una vez escuche a un crítico de cine expresando que cada quien tiene una idea de lo que el mítico personaje de James Bond debe ser. Esa noción es cierta, y de alguna manera, la misma ha sido manufacturada por el mismo estudio responsable de cada aventura del espía inglés. Por un lado, cada generación tiene su propio Bond. A nivel del personaje, del actor interpretándolo o de la sola naturaleza del film en el que estuviera el protagonista. Esto no quiere decir que no exista un molde antes de idear un nuevo 007.
Pasando al Bond que hoy nos representa, el actor Daniel Craig fue elegido en 2006 para expandir el molde e intercambiar a un ícono del cine por un verdadero personaje. Hasta 2012, cuando Skyfall llegaba a los cines, el personaje vivía sus mejores días, habiendo terminado su desarrollo y estando convertido en el ícono amparado con una verdadera personalidad y diversas aristas. Aparentemente, dicho reinicio y entendimiento del personaje de James Bond no había terminado, y sin saber que le deparara el futuro a la franquicia, hoy se nos ofrece Spectre: un capítulo fallido pero definitivo en la figura del James Bond más humano en pantalla.
El contar con el James Bond más humano no significa que la parafernalia, la caricatura y la sencillez sea erradicada en Spectre. De hecho, entre otros elementos, el segundo film de Sam Mendes en la franquicia de 007 es el más ambicioso de la era Craig, en busca de un trabajo que combine la acción, el buen cine, el desarrollo y los tropos del espía inglés. Esa combinación es la primera anomalía en un producto de 150 minutos que resulta obvio, pero a la vez novedoso.
Haciéndonos entender que seguimos frente a un Bond del siglo XXI, Spectre comienza con lo mejor dentro de la tradicional secuencia inicial, introducida además por el famoso cañón de pistola y la imagen del protagonista disparándole (la primera vez que vemos ésto en la era Craig). La cinta en sí hace todo por combinar cine nuevo y viejo, y la primera escena –una de acción por supuesto– se abre paso de una forma particular. Se trata de un plano secuencia espectacular por el Día de los Muertos en México que pronto se convierte en una tensa persecución, la cual capta nuestra atención de primera mano.
Iniciando en lo más alto, el film tiene mucho trabajo que hacer para mantenerse a la altura de esa obra maestra inicial. Por momentos le cuesta, pero por otros lo consigue, a medida que se adentra en un relato que involucra el desconocido pasado de James Bond y el despertar de una organización secreta: Spectre. Esto llevara al personaje por todo el mundo descubriendo pistas y verdades, y cruzándose con dos figuras elementales, un villano simbólico en Franz Oberhauser (Christoph Waltz) y una mujer capaz de desafiarlo como nadie, Madeline Swan (Léa Seydoux).
Mujeres, villanos, acción, la tradicional secuencia de créditos (bastante siniestra pero algo fallida), y mucho más. Todo eso es fácil y reconocible en un film de Bond, sin embargo, por más que cumpla con esos elementos, lo mejor de Spectre no aparece en ese paquete. Si bien Casino Royale es el indiscutible inicio de James Bond, este 24° capítulo propone eventos y terrenos nunca antes pisados por el personaje. Barajando algo por encima y entre medio de aquello esperable, el guión le designa a un tercio de la narración la posibilidad de ver a un personaje aprendiendo algo de sus pasadas aventuras, y no solo apretando el gatillo sin razón aparente. Esa novedad ya explorada por los anteriores trabajos con Craig convierte a Spectre en la secuela absoluta en la franquicia, trabajando con puntos antiguos y nuevos; y hasta uniendo cabos que nunca pensamos que existían.
Spectre no sabe cómo presentar su extravagante idea en el núcleo de esta entrega y las tres predecesoras. Ahora, el mismo nos propone un cierre al personaje de James Bond como persona y no solo como un esmoquin con una pistola. James Bond fue eso por mucho tiempo, pero cintas como ésta trabajan el concepto y encuentran una razón para sus actos por no decir que despiertan sentimientos diversos en torno al personaje.
Declarado como un personaje icónico del cine de acción, James Bond le ha resultado carismático a todos en algún momento. Ahora, con cuatro cintas dentro de otro tipo de propuesta, el espectador se aproxima a nuevas formas de ver al personaje. Entre ellas, está el odio. En el punto medio del film, no pude evitar mirar a James Bond y percatarme de lo odioso y descuidado que puede ser. Si bien ésto viene de alguien que ha seguido al personaje con entusiasmo, ahí estaba yo, señalando a Bond como algo perdido en cuanto a ética y sobrecargado en cuanto a ego. Esa actitud es contestada, y tras 150 minutos, la misma se erradica gracias al entendimiento de su creíble conclusión. Un final que además advierte mucho del futuro del personaje, por no decir que propone el cierre de su arco, amparado con un desarrollo lógico.
Daniel Craig vuelve a interpretar al protagonista con la esperable calidad, demostrando que no por nada fue declarado uno de los mejores James Bonds. La coraza que lo protege recibe una singular apertura y la misma le otorga al film lo que necesita para separarse de la manada. Si bien no está necesariamente desarrollado, el personaje de Léa Seydoux se introduce como novedad en el mundo de Bond y abre el más interesante de los contenidos en Spectre. Mucho más que la acción o las típicas características de una de estas aventuras, la nueva entrega acepta la labor de humanizar al protagonista con una narrativa de resolución; tomando prestados los elementos de desarrollo previamente introducidos. Podrá ser de forma apurada y hasta trillada, pero la lógica de Spectre funciona y cierra las últimas cuatro instancias de la franquicia con una conclusión. No es algo escrito en piedra por el momento, pero es un punto más que satisfactorio para dejar a uno de los mejores James Bonds en sus 50 años de historia.
Tras entregarnos Skyfall, lo que muchos consideran el mejor film de Bond, Sam Mendes vuelve inmediatamente con Spectre. Su excelente director de fotografía, Roger Deakins, no ha regresado, pero el resto de su equipo sí dice presente. Eso desvía a Spectre de sucumbir ante sus peores momentos, que los tiene, pero apenas se sienten bajo el tipo de cine que vemos en esta superproducción. Con un buen trato técnico, llegan unas cinco o seis secuencias acción bien divididas y tratadas con delicadeza, por no decir que muchas se ven personales para Mendes, quien las crea dentro de situaciones muy aisladas.
Una persecución nocturna y solitaria por Roma, otra por Austria y una pelea encima de un tren son algunos de los eventos turbulentos que propone el film. Todos éstos, de alguna manera, se concentran en la sencillez y en el arte que se le puede adjudicar al mismo. Por momentos, no son las más emocionantes, pero las escenas de acción aún cuentan con decisiones artísticas, algo que las hacen mucho más atractivas que el constante movimiento de otras superproducciones. Lenta o ágil, Spectre tiene pulso y se mueve a su ritmo, pero nunca agota.
Alejados de Skyfall, están los guionistas John Legend, Neal Purvis y Robert Wade. Su guión para esta continuación se enfrenta a la combinación de un film clásico de Bond y los objetivos del verdadero personaje presentado en Casino Royale. La lista es extensa en cuento a lo que funciona, con ideas curiosas y poco vistas para una película en esta franquicia. Sin embargo, el desarrollo de las mismas es ocasionalmente escaso. Especialmente con el trato que recibe el villano de la pieza, interpretado por Christoph Waltz. El actor austriaco realiza un buen trabajo, pero su personaje carece del desarrollo necesario para el impacto que el mismo debería causar. Tampoco ayuda que el mismo sea introducido en el tercer acto, pero presentarlo antes significaría darle menos tiempo a Léa Seydoux, y eso sí se convertiría en un problema serio. Con lo que propone, Spectre podría ser una cinta superior con un libreto más íntimo, pero eso no le quita al film sus múltiples méritos.
Al igual que con el resto de las películas de James Bond, es necesario saber que cada una es su propia máquina. Con piezas tanto repetidas como cambiantes, es necesario olvidar la sombra de Skyfall antes de adentrarse en Spectre. La superioridad de su predecesora no condiciona nada de lo que esta nueva aventura presenta, ya que la misma es una excelente adición a la franquicia.
Regresando a la noción de que cada quién tiene una idea de qué debe ser James Bond, la mía queda bien representada en Spectre, una de las pocas cintas en la franquicia que entiende al personaje y no solamente lo dibuja como un héroe entretenido de seguir. Esa imagen es parte de una narración turbulenta y realista que quizá debería detenerse en este punto. No llego a dicha conclusión viendo un film menor, sino que lo hago con una película muy sólida. Una que completa una trilogía (Quantum of Solace es un claro epilogo de Casino Royale) de una forma satisfactoria, que además se luce como una formidable aventura de 007 por sí sola. Para cuando el tema principal vuelve a sonar y la última escena cierra este capítulo, la esencia de James Bond se siente en el aire a medida que el personaje ha sido reconfigurado y desarrollado. Ahora se presenta listo para hacer lo imposible: se prepara para explorar nuevos horizontes.