“¡Está vivo!”. Esa debe ser la principal frase que ha rondado toda encarnación, sea literaria o cinematográfica, del relato de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelly. Me refiero a la historia de terror del monstruo, la resurrección, el ayudante jorobado y el hombre detrás del experimento principal: Victor Frankenstein. De hecho, es Victor quien ha dicho esa frase durante tantas versiones de esta historia, y la nueva representación de la misma no es diferente en ese aspecto.
En el momento preciso, durante el obvio experimento que acaba creando al monstruo, James McAvoy actúa formidablemente con esa mítica línea, como lo hace con su papel de Victor Frankenstein durante todo el film. Sin embargo, dicho esfuerzo por parte del actor, como el del resto del elenco, no pertenecen a este trabajo. Tratándose de un proyecto con buenas ideas pero una ejecución pobre, o más bien insípida.
Si bien se titula Victor Frankenstein, la película se centra en un jorobado (Daniel Radcliffe), quien es obligado a vivir en un circo, siendo tildado de ser un fenómeno y un inútil. Aprendiendo biología y medicina en sus tiempos libres, él demuestra ser todo menos inservible, y su interés por la ciencia no pasa desapercibido. De pura casualidad, Victor Frankenstein (McAvoy) nota sus habilidades, lo cual lo llevan a buscar su liberación. Una nueva vida, con un nombre (Igor), un hogar y hasta sin joroba (se percata de que en realidad nunca tuvo una). Aunque, Frankenstein, un doctor y científico de gran curiosidad, espera algo a cambio por parte de su protegido. Su ayuda. Que éste lo asista en su experimento más ambicioso: el crear vida después de la muerte.
Argumentalmente, todo se ve igual a las adaptaciones que hemos visto de esta historia, y ya hemos pasado por las más atractivas. Pero, pensando en la época en que vivimos, aquella en la que nadie es capaz de llamar al monstruo del relato como es debido (lo llaman Frankenstein), esta cinta plantea poner al verdadero protagonista en el centro. Desde el solo título del film, se propone una exploración del personaje, jugando con las razones de sus actos, pero eso no es suficiente como para olvidar que es Igor, su ayudante, a quien seguimos. Es correcto, una tercera persona seria capaz de entender al protagonista y explicárselo a la audiencia, pero la promesa de poder entenderlo nunca se transforma en algo más que eso.
Todas sus iniciativas sin realizar dejan a esta película estilizada en un marco oscuro y con carisma, aunque ninguna preocupación por ser lo que intenta ser. Las intenciones se ven en el guión de Max Landis (Chronicle), quien deja la escena más icónica para el tercer acto. El problema es que el resto de las partes barajan sus elementos de potencial sin específico acierto. Esto incluye el separar al monstruo de su creador y la esencia de Igor como una creación por parte de Victor Frankenstein. Ese último pensamiento le otorga el único motor al proyecto, dado que éste además recibe el apoyo de McAvoy y Radcliffe en los roles centrales.
Los dos actores protagonistas ofrecen su propia versión de sus respectivos personajes, sin embargo, es su buena química lo que consigue que el espectador se mantenga atento a medida que las escenas pasan sin avanzar la historia. Lo más incómodo de la pieza. Especialmente cuando todos sabemos que la creación del monstruo tendrá que llegar tarde o temprano. En este caso, tarde. Demasiado tarde. Pero a su favor, aún nos queda pasar una hora con la amistad curiosa que mantiene Frankenstein con su ayudante. La cual intenta explicar cómo el personaje de Igor es representado como algo similar a un esclavo en otras interpretaciones.
Puedo agradecerle a la cinta por otorgar solidos factores dentro a un paquete sencillo y mal ejecutado. Principalmente porque los mismos mantienen la atención en un film que visualmente atrae, pero nunca logra entretener como es debido. Y su meta es distraer, porque aun siendo interesantes, sus ideas no están desarrolladas y las mismas requieren de algún pensamiento extra para aparentar que hubo un verdadero esfuerzo por profundizar. Además, de tratarse de una película principalmente cerebral, dramática o ingeniosa, entonces no tendríamos el porcentaje de secuencias de acción aquí presentes. El tipo de acción que Guy Ritchie crearía para una perezosa secuela de su Sherlock Holmes.
Con la ayuda de McAvoy y Radcliffe, Victor Frankenstein se aleja considerablemente de pésimos esfuerzos con intenciones similares, como lo fueron Yo, Frankenstein, Dracula Untold o Hansel & Gretel: Cazadores de Brujas. Pero eso no la hace un acierto, y sus buenas piezas quedan eclipsadas por un trato sin rumbo y ocasional pereza. Aún si están bien organizadas y su funcionamiento seria el indicado, no hay nada que les de la vida que requieren. Se podría decir que Victor Frankenstein estaba ocupado con su propia creación como para ocuparse de ésta.