En torno a lo que presenta Carol, el nuevo film de Todd Haynes, su realidad se distancia de lo que sus avances y suposiciones proponen. Principalmente, dicho film es una adaptación de la arriesgada novela de Patricia Highsmith, The Price of Salt, acerca de un romance prohibido y las dificultades entre sus partes. Aunque, si bien la compleja relación vive dentro de esta bella película, ni su drama ni los momentos más difíciles de la pareja definen al film. Es el amor lo que habla a través de la pantalla, en donde cualquier nudo argumental que supone atarnos a la butaca es casi irrelevante. Carol no desborda en drama, pero profundiza a fondo su creíble romance.
Es la época de navidad en una tienda por departamentos de 1950, en donde la joven e introvertida Therese Belivet (Rooney Mara) trabaja duro ofreciéndole juguetes a las diferentes mujeres que aparecen por su mostrador. Ninguna de ellas llama su atención, sin embargo, una se ve diferente a las demás, Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer madura que la mira desde una distancia. La mujer se acerca a Therese, y tras cruzar algunas palabras, ambas ven algo entre sí. Quizá un encuentro placentero o una bonita amistad, ¿o podría tratarse de algo más? Apoyándose la una a la otra, las dos mujeres forman una relación pura que realmente desean, solo que los contratiempos de sus respectivos alrededores no tardan en ponerse en medio. Es entonces que Carol y Therese deberán superar aquello que las separa, si es que esos problemas no destruyen su relación por completo.
En 1951, cuando Patricia Highsmith presentó a sus editores la novela en que Carol está basada, la misma fue rechazada debido a un contenido centrado en una relación homosexual. En efecto, y por si no lo notaron en la breve descripción del film, el mismo trata sobre el amor que se da entre dos mujeres de realidades distintas y diversas razones por las que no pueden estar juntas. Por supuesto, la época en la que les toca vivir las condiciona, el solo rechazo de la novela de Highsmith es testigo de eso. Ahora, el relato propuesto por Carol no pretende referirse a las intolerancias de los años 50. El amor entre ambas mujeres es contado como tal, como un poderoso romance, el cual no eleva su magnitud en torno a sus dificultades, sino que desde el primer momento se entiende como auténtico y permanece así durante los 120 minutos de cinta.
La época lo condiciona todo, aunque son los problemas personales de Carol los que dificultan la relación que pretende tener con la joven Therese, alguien que, por su parte, no logra encontrarle el rumbo a su vida sentimental. El esposo de Carol es la tercera pieza del rompecabezas, y es quien introduce el único drama real en una película protagonizada por puro romance. Harge Aird (Kyle Chandler) se interpone en la relación debido al incondicional amor que tiene por su esposa, aun cuando la pareja sabe que todo ha acabado. Esto introduce los conflictos principales de la trama, que efectivamente distraen mientras el amor entre las protagonistas se afianza y a la vez se vuelve más duro de sostener.
El crédito debe ser justo, y Carol no conseguiría ser tan convincente como es sin un trabajo fantástico por parte de Cate Blanchett y Rooney Mara. Aún si sus personajes pasan dos tercios del film teniendo conversaciones llenas de impotencia en torno a lo que de verdad quieren, sus deseos están impregnados en sus gestos, a medida que el dolor las golpea por dentro cada vez que deben separarse.
Las miradas entre ambas actrices muestran los sentimientos de sus personajes, uno de muchos factores que le permiten al director Todd Haynes dirigir esta pieza como él desea. Las tomas son simples y las conversaciones suelen contar con un solo plano para cada una de las protagonistas. A su vez, los sobrios y bien ejecutados encuadres de Edward Lachman tienen el mismo propósito que todo lo demás en el film, el ofrecerle al espectador la íntima atracción y el amor que se gesta entre Carol y Therese. Haynes sabe mantener el realismo en las secuencias, pero ante todo entiende la relación principal, dado que le ofrece el respeto merecido. Algo que el espectador agradece, ya que nada de lo que aparece en pantalla se siente demasiado íntimo, sino que todo resulta bello.
Resaltando la pasión, Carol es una película de interpretaciones porque efectivamente debe serlo, presentando la historia de dos mujeres enamoradas en una época y una situación delicada. Blanchett y Mara construyen personajes muy sinceros mientras que Todd Haynes nos pide paciencia para formar una pareja creíble entre sus dos actrices. La paciencia tiene sus frutos una vez que la relación tan prohibida es aceptada en pantalla y deja de ser un secreto. Y si bien la espera es algo excesiva, habiendo diversos minutos de fácil corte, Carol es fiel a ella en busca de preservar su romance como algo que conmueve, no por su carácter especial en la época en que se da, sino por la verdad en él.