Crítica | Warcraft (2016)

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Las adaptaciones de videojuegos no son fáciles, al punto en que ya parecen un caso perdido con constante fracasos y películas que, incluso en sus mejores momentos, solo llegan a ser mediocres. Por lo tanto, la llegada de Warcraft significa más que una épica descartable. En papel, se trata de una adaptación enorme que podría cambiar el futuro de los videojuegos en el cine. Especialmente cuando el presente no conforma a nadie, ni a los estudios produciendo, ni a los espectadores ansiosos por ver sus videojuegos representados en pantalla.

Warcraft importa en el cine por diversas razones. 1) Es uno de los videojuegos de estrategia más celebrados, que consiguió darle un prestigio a su empresa creadora, Blizzard. 2) Warcraft tiene un género que ha funcionado en cine con excelentes épicas como El Señor de los Anillos. 3) Se trata del tercer film del talentoso Duncan Jones (Moon, Source Code), motivo suficiente para creer que ésta es la definitiva adaptación de un videojuego. Pero, frente a tantos motivos previos, ¿cuál es su resultado real luego de tantas posibilidades y un rendimiento curioso en la taquilla? Pues, todo deriva en una película problemática cuyos errores son notorios pero perdonables, estando enredados en una buena narrativa que al menos es capaz de ganarse el derecho a una secuela.

Basada en la primera entrega del videojuego, la película se centra en el choque de dos especies, los humanos y los orcos, que procederán a enfrentarse por el control de Azeroth, hogar de los humanos. Esto ocurre debido a que el mundo de los orcos ha sido corrompido y no es capaz de sostener la vida. Es así que Warcraft une al espectador con una serie de protagonistas de cada bando, específicamente Lothar (Travis Fimmel), la mano derecha del rey, y el orco Durotan (Toby Kebbell), quien duda de las decisiones de su líder y busca la paz en vez de la guerra. Esta situación previa a la inevitable confrontación provocará revelaciones y dolor para Azertoh, que conocerá una maldad sin precedente.

El argumento es bastante sencillo, sin embargo, la película siente la necesidad de simplificarlo más de lo que es. Con eso se arriba al principal error de Warcraft, y ese es el hecho de contar con una edición mediocre, que claramente recorta escenas tratando de quedarse con los puntos principales y olvidando los momentos o diálogos que enriquecen la historia. Secuencias que claramente quedaron en el cuarto de edición y pertenecían a un film más completo y justo con su visión. Por más obvios que puedan ser, los escasos momentos de drama que luce esta épica son genuinos, aunque carecen de contenido que los refuerce. Los diálogos están incompletos, ciertos personajes carecen de desarrollo y otros elementos vitales no son capaces de parecer creíbles. La cinta busca avanzarlo todo para que el espectador no pierda la paciencia, pero en el camino, la misma pierde parte de su credibilidad.

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Afortunadamente, por más que su estudio no parezca completamente interesado en la película que parece haber producido, al optar por presentar algo tan recortado, el film sigue teniendo un grado de paciencia e interés que no existe en otras superproducciones. La acción va y viene durante la duración, pero la misma es escasa al estar rodeada por un gran puñado de protagonistas, tanto digitales como reales, que demandan interés. Algunos son completamente descartables y solo avanzan la historia hasta llegar a la acción, pero otros son capaces de interesar al espectador, quien podría ser capaz de disfrutar el drama que la película corta desesperadamente. Warcraft podrá no ser una épica memorable, pero su mayor problema está en que se siente insegura por un material que de ninguna manera es vergonzoso y tiene el poder de ser sólido.

Si por algo debería preocuparse el film, es por la inconsistencia de sus personajes, cargando con unos cuantos serios, que contribuyen a la trama, y otros que solo parecen estar pasando un buen rato en una aventura descartable. El mundo de este videojuego es increíblemente basto, no obstante, la película apenas lo explota. Esa es una decisión acertada en torno a los objetivos que tiene el guion de Duncan Jones, quien es ambicioso, pero dicho libreto no explora los rincones de este mundo como debería. En vez de eso, Azeroth se ve limitado y muestra posibilidades de algo más. Cuando se ve obligada a darnos más de este vasto universo, la película lo hace de forma barata y apurada, lo cual no resulta acorde con los momentos que si exploran en profundidad.

En contra de todo pronóstico, los orcos son lo mejor que ofrece Warcraft, en todo aspecto. Su diseño está trabajado y su relato es más interesante que cualquier drama humano dentro del film. Francamente, los orcos son más humanos que los propios humanos, en personalidad y hasta en apariencia. Además de la edición, lo peor de esta adaptación es su apariencia, que parece haber estudiado la trilogía de El Hobbit antes de comenzar su producción. Es falsa en escenarios y vestuarios, sin embargo, sus efectos visuales para crear orcos es algo deslumbrante. Eso contribuye a que los actores de carne y hueso se vean más ridículos, pero al menos se subraya algo visualmente increíble. La captura de movimiento convierte a talentosos actores en orcos con un excelente diseño, llegando a ganar un aspecto amenazante genuino que desborda en detalles asombrosos.

Hay trozos de una gran épica en Warcraft, lo que la convierten en una de las experiencias más memorables entre las mayores apuestas hollywoodenses de este año. No obstante, como las demás superproducciones, ésta también tiene graves problemas. Ahora, su narración cuenta con buenos momentos y una inevitable promesa de una secuela que al menos no está vacía, ya que una continuación podría aprender de los errores y construir a partir de los mejores cimientos en Warcraft.

Lamentablemente, Duncan Jones falla, al entregar una película incompleta y poco acorde con su visión, la cual brilla en las mejores escenas. Esas secuencias prueban que las adaptaciones de videojuegos pueden ser decentes si se les otorga espacio. Realmente, Warcraft requiere y merece más libertad de la que tiene, pero eso no la detiene de convertirse en la mejor adaptación de un videojuego. Como he dicho en otras ocasiones, ese no es un gran logro, pero es más que suficiente para recomendar esta épica liviana.

6/10

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