La nueva animación de DreamWorks supera la calidad tras Home probando con el musical. Cuando la música suena y los personajes contagian su felicidad, las cosas funcionan, el problema es que no todo es luz y color.
Creo que está a la vista, DreamWorks Animation ha carecido de rumbo con muchas de sus producciones recientes. Excepto por casos específicos (Cómo Entrenar a Tu Dragón, Peabody & Sherman), a partir de 2010 se nos ofrecieron cintas animadas que ponían en duda la capacidad de este estudio para no fallar. Creo haberme referido a todo esto cuando vi y escribí sobre Home, el peor producto animado de DreamWorks, y vuelvo a hacerlo para introducir Trolls, pero no por un rendimiento completamente deficiente. Aun así, la mencionada falta de rumbo debe ser nombrada, ya que es clave en la creación de esta suerte de musical colorido basado en una serie de juguetes.
No hay que ser un genio para verlo, con Trolls, DreamWorks pone en marcha su observación de la competencia. Se trata de una película planeada de acuerdo a lo que Disney Animation ha hecho tan bien. Me refiero a Frozen, el musical de Disney con enrome disfrute y mayor éxito. Dicho eso, el nuevo film de DreamWorks obviamente juega por el lado de la música. Lo hace a su modo y claramente se siente incómodo en ese espacio, aunque se acerca a una rápida sensación de entretenimiento para un adulto (público al que DreamWorks suele tener en cuenta) y sigue siendo una cinta lo suficientemente colorida para entretener a los espectadores más jóvenes.
Basada en una línea de juguetes simples, Trolls adapta sin origen narrativo. Empieza en blanco por el hecho de que los juguetes nunca tuvieron algo para contar. Por eso, desde cero, es notorio que las bases de la historia no fueron nada inventivas, todo lo contrario, las mismas tomaron prestado de otras historias para fabricar lo siguiente: Los Trolls se presentan como criaturas pequeñas y coloridas de una felicidad envidiable, cuyos días tristes solo llegan cuando otras criaturas más grandes y miserables, los Bertenos, se determinan a encerrar su hogar y comérselos, justificando que comer un Troll es lo único que los puede hacer felices. Esto lleva a que los Trolls busquen un escape y vuelvan a vivir en armonía, pero sus sonrisas y canciones duran poco cuando los Bertenos vuelven a entrar en sus alegres vidas y los llevan a nuevos peligros.
De esa línea se desprenden dos romances, una serie de momentos musicales y mensajes correctos, todo a un ritmo colorido que claramente solidifica al film. Lo mejor que hace Trolls es establecer una serie de personajes con una alegría casi tonta pero contagiable. Ese componente se encarga de provocar la mayor cantidad de sonrisas en el espectador, quien enseguida se conecta a la pantalla a base de colores y canciones reconocibles. Es una pena que esa conexión vaya y venga en torno al enfoque del relato, que pierde un poco de vapor cuando pasa a centrarse demasiado en los Bertenos.
El aspecto musical y entusiasta, es decir, los propios cimientos del film, son lo más disfrutable más allá de un par de chistes bien logrados. Como acostumbra, DreamWorks Animation contrató a unas cuantas voces reconocibles para darles vida a los pequeños Trolls (en inglés al menos), y se aseguró de que las mismas tuvieran habilidad cantando. Algunos de los nombres en la cinta son los de Anna Kendrick, Justin Timberlake, Gwen Stefani y James Corden, por lo que se nota el tipo de peso que la película le pone a la música. Entonces, ¿qué tal funciona Trolls como musical? Parcialmente bien. La música fluye mezclando canciones reconocibles con otras originales, pero en diversas secuencias las melodías se detiene demasiado abruptamente, como si hubiera cierto temor de convertirse en un musical tradicional como efectivamente lo fue Frozen. Ahora, cuando suenan temas originales como Can’t Stop The Feeling, la verdad es que el aspecto musical funciona y es suficiente para deslumbrar a medida que la cinta lanza infinidad de colores a la pantalla y contagia la excesiva pero bienvenida felicidad de los protagonistas.
Buscando algo para el público adulto, creo que DreamWorks incluye, ya sea de forma accidental o consiente, cierto paralelismo donde los protagonistas podrían ser suplantados por (y esto sonará extremadamente absurdo) drogas. Suena delirante, pero esto se siembra en el film al buscar más inteligencia o por la simple arbitrariedad de los Trolls como personajes intercambiables. Esta idea también podría surgir en mi mente debido a la llegada de más largometrajes animados para adultos como La Fiesta de las Salchichas o Anomalisa, productos que empiezan a despertar otra clase de pensamientos en torno a la animación. En cualquier caso, si DreamWorks agrega o no ese posible paralelismo, el mensaje es el mismo, y va dirigido a la sana alegría. Además, si se tratará de drogas en vez de Trolls, el mensaje referiría a no tomar drogas y como todo puede ser perfecto sin hacerlo. Lo cual, para mí, también es un mensaje muy adecuado e ingenioso. Y para un adulto, con ese tipo de acercamiento, creo que Trolls gana más respeto.
Para basarse en nada más que un juguete, está claro que Trolls podría ser mucho peor de lo que es, y para ser sinceros, su cabeza está en el lugar correcto, acertando con el tono y el color que les ofrece a sus protagonistas. Por supuesto, DreamWorks no fabrica una Lego Movie a base de esta serie de juguetes, aunque al menos deja al estudio con algo más consistente que Home. En un 2016 de buenas animaciones, Trolls no intenta ir muy lejos y se mantiene acorde con el grupo. En ningún momento supera a las piezas más inteligentes, pero tampoco quiere hacerlo, solo se pone a cantar y consigue algunas sonrisas; y en lo que a mí concierne, eso es todo lo que busca.