Con su secuela más intrascendente, la franquicia de Inframundo se rehúsa a morir y vuelve a demostrar lo estancada que está en el tiempo.
Me resulta irónico como la serie de Inframundo ha demostrado su inmortalidad. Al igual que sus protagonistas, vampiros y licántropos, se ha rehusado a morir en múltiples ocasiones, por lo que llamarla inmortal es bastante acertado. Ha sobrevivido a malas críticas e incluso ciertos golpes de taquilla, pero sigue ahí. Sin embargo, lo más irónico de la franquicia es como cada secuela parece estar contando la misma historia, casi creyendo que no habrá más entregas en el horizonte.
La realidad es que quedaban más continuaciones luego de que la precuela La Rebelión de los Lycans golpeara los cines. Todavía quedaba otro regreso inesperado, la decente Inframundo: El Despertar en 2012. Ese parecía ser el final de Kate Beckinsale como Selene, la vampira principal. Pero no, la naturaleza de este personaje se basa en volver cuando crees que ha muerto, y así es como 5 años más tarde nos enfrentamos a otra entrega de Inframundo, la cansada y mediocre Guerras de Sangres.
No sé si considerarnos afortunados o no, pero Guerras de Sangre llegó un mes antes a todo el mundo en comparación con Estados Unidos, su país de origen, en donde recibió un mes de estreno acorde a su calidad: enero. Dicho mes se caracteriza por ser el momento del año donde las producciones del montón encuentran lugar, y ésta es una de ellas. No hay sorpresas aquí, solo el hecho de que la quinta parte sigue manteniendo la línea narrativa presentada hace más de 12 años. En Guerras de Sangre volvemos a reunirnos con Selene, la legendaria vampira que nunca cambia su vestuario y que ahora vaga por el submundo de los monstruos en busca de su hija. Pero no es la única que lo hace, un grupo de poderosos licántropos seguirá a Selene para encontrar a la joven, dado que podría ser una de las llaves para la victoria en la infinita lucha entre vampiros y hombres lobo. Conflicto que también ahora sigue lejos de su fin.
El quinto episodio en la serie demuestra como todas estas películas están perdidas en lo que intentan. Tanto así que lo único enseñado es un enorme estancamiento en el tiempo. Usando este film como evidencia, la franquicia de Inframundo sigue creyendo en un estilo de cine anticuado, que parecía atractivo hace una década. Eso se nota inmediatamente en su paleta de colores y decisiones visuales. Dicho eso, más preocupante acaba siendo el descuido que existe a nivel argumental, ya que resulta imposible sumergirse en su relato fragmentado. Esto es tan cierto que la propia película es consciente de que nadie recuerda lo ocurrido, hecho que se demuestra cuando Guerras de Sangre se toma unos cuantos minutos para recordarle al espectador lo que pasó en las entregas previas.
Estoy convencido que hasta el guionista tuvo problemas para recordar lo ocurrido en la serie, principalmente porque la película ni siquiera sigue demasiadas líneas del pasado. No, ésta propone un adversario ridículo y novedades descartables para decir “listo, terminé”. Eso es mentira por mi parte porque, siendo sincero, la única novedad real en todo esto es que alguien incluyó un par de mechones blancos en pelo de Kate Beckinsale. Más allá de eso no hay nada que podamos tildar de extraño para la franquicia.
Pasado el pelo albino, Beckinsale sigue viéndose igual en el rol de Seline. A ella siempre le sentó bien el papel y éste vuelve a ser lo más rescatable de la franquicia, tratándose de una heroína audaz e inteligente en comparación con quienes la rodean. Solo que me gustaría ver al personaje en un relato más competente o una situación que demandará más, no el repetitivo enfrentamiento entre lobos y vampiros. Principalmente porque el mismo se vuelve demasiado aislado en esta ocasión, y con apuestas nulas. La estética se habrá mantenido y la protagonista se verá casi igual, pero algo con lo que no puede Guerras de Sangre es con la lógica de sus monstruos. Todos parecen ser indestructibles por razones incoherentes, e increíblemente frágiles cuando el libreto lo requiere. Desde que la saga de Crepúsculo hizo que los vampiros brillaran a la luz del sol ya no puedo pedir mucho de las criaturas de la noche que aparecen en Inframundo. No obstante, incluso con inmortalidad hay cierta lógica y la misma también acaba descartada en esta serie.
Siendo el primer largometraje de Anna Foerster, alguien que ha trabajado cerca de Roland Emmerich (Día de Independencia) en múltiples ocasiones, de verdad esperaba sacarle más jugo a esta secuela, al menos como algo mediocre pero disfrutable. Así como se presenta, parecería que la franquicia de Inframundo está estancada en donde empezó y cualquier tipo de innovación quedó fuera del horizonte. Guerras de Sangre es la razón para pedir que abran las cortinas y dejen que entre la luz, porque ya va siendo hora de que esta franquicia se despida.