El esperado spin-off regresa al pasado de Star Wars con un nuevo tono y crea una película bélica que enseña otra cara de la galaxia muy muy lejana.
Luego de incontables inconvenientes de producción, es asombroso que Rogue One haga lo que alguna vez se pensó imposible en el universo cinematográfico al que pertenece. Este spin-off construye algo satisfactorio y sólido con uno de los conceptos que más asusta a los fanáticos de Star Wars. No, no estoy hablando de Jar Jar Binks, me refiero a la palabra precuela.
George Lucas estropeó su propia franquicia a base de precuelas, por eso la llegada de Disney significó una nueva esperanza para los dedicados seguidores de estas películas. Sabíamos que la continuación de Star Wars no podría concluir en un par de episodios más, básicamente porque Disney no hubiera gastado tanto dinero si no pudiera explotar los derechos adquiridos. Fue así como llegamos a Rogue One: Una Historia de Star Wars, donde la idea es volver atrás y visitar momentos paralelos en el extenso universo creado por Lucas. Esa es la teoría, ya que en la práctica, Rogue One no es algo tan desvinculado o alejado de lo que hemos visto. Una vez en pantalla, la película podría considerarse como un Episodio 3.5, algo que definitivamente complica su naturaleza. Aunque, desde ya es bueno aclararlo, ninguno de los tropiezos que tiene el film es capaz de condenarlo, la fuerza en él sigue siendo demasiado fuerte.
Presentando un nuevo set de personajes, esta precuela sigue a un grupo de rebeldes en contra del poderoso Imperio y su nueva arma: la clásica “estrella de la muerte”. El Imperio intimida más que nunca, y su arma secreta empuja a los Rebeldes a luchar contra el tiempo. Esto los conduce a incluir a la criminal Jyn Erso (Felicity Jones) entre sus filas, la única llave para descubrir la debilidad de la estrella de la muerte. Es así que Erso se une a un grupo de carismáticos rebeldes para debilitar al imperio y darle ilusión a la resistencia.
Si me abrazara a mi corazón de fanático, puede que mi postura sobre Rogue One cambie y se vuelva más entusiasta, principalmente porque la cinta ofrece lo que debe a los fans. Pero también es película antes que Star Wars, y todo lo que significa volver a ver a Darth Vader, la estrella de la muerte y los instantes previos a Episodio IV, vale menos si la producción contiene problemas. Los elementos que acabo de mencionar son el sueño de un fanático, mi propio sueño, aunque hay algo en esta historia que me prohíbe sucumbir por completo al fanatismo. Rogue One es extremadamente superior en su tercer acto y eso asegura el disfrute de cualquiera, pero también deja en evidencia como la primera mitad carece del mismo golpe o propósito. Ese inicio no tiene las mejores habilidades, por lo que el ritmo se detiene a mitad de camino y el film queda a la deriva por un instante. Al menos hasta que los 45 minutos finales llegan para rescatarlo y dejarlo sin rasguños.
En particular, es el segundo acto el que ofrece más dificultades, especialmente para lo que este relato pretende ser. Como spin-off, Rogue One incluye diversos personajes nuevos, algunos tienen potencial y otros son descartables. Aun así, cada personaje merece su momento de gloria y su desarrollo en el equipo. Eso último inevitablemente ocurre en el climax, y funciona, el problema es que ocurre lo suficientemente tarde como para mirar atrás y pensar en el tiempo perdido. Tiempo para tener mejores propósitos y no haber detenido una película que evidentemente sabe cómo crear entusiasmo, disfrute y excelente acción.
Esperaba más desarrollo con estos personajes porque algunos son muy memorables. El nuevo droide K-2SO (Alan Tudyk) propone humor efectivo, Jyn Erso es otra excelente heroína para la saga y Chirrut (Donnie Yen), el rebelde no vidente y confiado en la fuerza, se gana al espectador con múltiples escenas de grandeza. Rogue One tiene un buen elenco y buenos héroes, y verlos luchar por una causa cueste lo que cueste es una de las cosas más satisfactorias que Star Wars ha hecho en decadas. Cuando la nueva precuela tiene un buen propósito, ésta se vuelve imbatible, y los gritos de entusiasmo pasan a estar asegurados en cualquier sala llena de fanáticos. Conseguir eso es un logro en sí mismo, y ya cementa la mitad del camino para este primer spin-off.
Saber hacia dónde conduce el argumento es frustrante e inevitable. Por eso convence ver como Rogue One se resuelve. Esta es la primera oportunidad en la que Star Wars se atreve a ir a un lugar que no es especialmente feliz. Toda la etapa final, que es bastante extensa, recompensa los tropiezos iniciales y entrega la película que uno buscaba. Éste es un film de antología, y como tal, se distancia en tono en vez de alejarse de la línea narrativa. Esa es la diferencia, ahí es donde la película cambia el juego y propone una realidad oscura que le sienta muy bien a esta guerra de las galaxias. Recordemos que la palabra guerra está en el título, porque este spin-off la aprovecha a su favor. Crea una cinta bélica bastante realista que golpea muy fuerte cuando funciona.
Esta producción fue problemática, con filmaciones extra, un nuevo director para las mismas y una banda sonora que debió ser creada en escaso tiempo. Sobre la música, digamos que se nota, la banda sonora es extremadamente notoria de forma negativa, especialmente para una franquicia que siempre ha estado acompañada del talento de John Williams en la orquesta. Además de la musicalización, el regreso a los sets no supuso un gran problema viendo la película. Ésta tiene sus errores, y esos ya fueron señalados, pero ninguno es culpa de nuevos contenidos unidos a fuerza. Para ser más claros, Rogue One no es ninguna Escuadrón Suicida. La nueva Star Wars se mantiene sólida en cuestiones cinematográficas y siempre parece que el director Gareth Edwards (Godzilla) está a cargo de la pantalla. Puede que no haya sido su visión la que vemos ahora, pero su toque es notorio, y es probable que éste sea su mejor trabajo hasta la fecha.
Alrededor de los 130 minutos, Rogue One: Una Historia de Star Wars es una película que debería ser más larga o más corta si mantuviera su tercer acto intacto. Ese extenso final es todo lo que la película debería ser, haciendo que lo previo tome más sentido, incluso si no es igual de emocionante. La diferencia en tono, otra protagonista fuerte, el ambiente bélico, la espectacular acción; todo eso derrocha asombro, por lo que las complicaciones no se acercan a arruinar esta aventura puntual en la galaxia. No regresaremos a este punto en el futuro, y digamos que la forma en que es cubierto brinda satisfacción tanto para el fanático como para el no fan, orquestando una película de Star Wars acerca de lucha y convicción que aterriza donde debe. Rogue One narra una historia oscura con luz al final del túnel, y creo que lo mejor vive en esos segundos finales, cuando uno vislumbra la razón por la que hemos visto este capítulo: la esperanza.