Brad Furman, Bryan Cranston y Benjamin Bratt transforman este thriller sencillo en algo sólido y de valor inesperado.
La personalidad del narcotraficante Pablo Escobar ha sido motivo de diversas producciones audiovisuales. Este criminal ha caminado con sensación por la pantalla chica y grande cautivando la atención de un público muy interesado en su historia; así fue que Narcos se convirtió en uno de los monstruos de Netflix. Siendo otro día de películas sobre Escobar y el gigantesco circulo de crimen que inspiró, es refrescante saber que este personaje también le abre camino a relatos audaces que no necesariamente lo tienen como protagonista.
Películas con títulos como Operación Escobar utilizan el tirón de ese hombre para atrapar interesados, pero hay mucho más en The Infiltrator (su título original) que Pablo Escobar. Realmente no se requiere su presencia, y la cinta podría haber alterado su historia real para hacer que el protagonista tuviera un tenso altercado con Escobar. Sin embargo, ésta no es esa clase de pieza desesperada. La película se siente segura de lo que tiene y como respuesta cuenta una sólida crónica de infiltraciones. El intruso en cuestión es el gran Bryan Cranston, quien encuentra un papel de su talla en Robert Mazur, un agente de las aduanas estadounidenses que pasó una excesiva cantidad de tiempo como infiltrado. Este film prosigue a contar su mayor hazaña, hacerse pasar por Bob Musella, un hombre a cargo de lavar dinero para grandes organizaciones narcotraficantes que efectivamente tenían a Pablo Escobar como último eslabón.
Tras enseñar las realidades de Robert Mazur como hombre justo y trabajador, The Infiltrator no espera demasiado para lanzarse en el campo de las drogas y establecer a Bob Musella como personaje falso que debe ser creído. Eso inmediatamente capta la atención y pone a Cranston en control con su encarnación de dos caras, que de hecho le da vida al film en dos niveles. El primero es la propia historia de Mazur/Musella, que incluso sin Escobar es capaz de incluir tensión en dosis creíbles y efectivas. El segundo, y el que le da categoría al film, es la naturaleza de un infiltrado y la clase de sacrificios que es obligado a realizar para cumplir sus cometidos.
El peligro en esta saga de crimen se incrementa cada vez que el protagonista consigue que su papel sea más convincente. A medida que Bob Musella gana confianza, el ser descubierto significa algo peor para Mazur y toda su familia. Aun así, eso no lo detiene de seguir adentrándose en el círculo de matones y traficantes que rodea a Escobar, principalmente porque el rol de un infiltrado consiste en hacer real cada detalle. Los esfuerzos de Mazur por hacer que Musella sea creíble son tan entretenidos como atrapantes frente al eje que propone la película. La destreza de la infiltración prueba ser más peligrosa que las personas con las que trata Musella, ya que es fácil perderse dentro de un personaje al que se le dedica tanto tiempo. Por más que su persona sea falsa, las interacciones de Mazur son genuinas y suponen un gran compromiso, al toparse con una confianza y buena fe que lo desarman incluso viniendo por parte de un despiadado villano.
Más allá de la excelente actuación de Bryan Cranston y los demás a su alrededor, todas las interacciones que propone la película golpean más el espectador que a los personajes. Tras dos horas de conocer personas viles, mentirosas, peligrosas y a la vez carismáticas, es posible compartir una pizca de la empatía que Mazur siente al ir tras algunos de los villanos en el film. Esto último se consigue con Cranston y su pasajera duda sobre sus acciones, sin embargo parte del crédito también debe ir a Benjamin Bratt y su excelente trabajo como Roberto Alcaino. Bratt agrega un conjunto de factores que elevan a The Infiltrator de su estatus como thriller y le garantizan una recomendación.
El director Brad Furman marca un regreso con esta producción tras su talentoso thriller de abogados The Lincoln Lawyer. Con Operación Escobar, él recupera una inconfundible tensión y un interés por seguir adelante. Cuando la infiltración entra en juego resulta difícil desapegarse de la pantalla, encontrando escenas bien ejecutadas que avanzan la historia con agilidad. Furman dirige todas ellas con un tono entretenido pero lo suficientemente serio y violento como para hacer que cada muerte en pantalla sea inesperada y completamente devastadora. En aspecto, puede que la cinta no sea muy disfrutable de ver, y con razón, dado que sus filtros en neón oscuro se ven demasiado crudos y molestos, aunque tienen su propósito. Asumo que son parte del lenguaje que propone Furman, y dada su efectividad, no puedo cuestionarlos demasiado. Quizá sea una película dura visualmente, pero sus efectos están bastante logrados, y eso es lo esencial para este consistente y recomendable thriller.