Como adaptación parece estar haciendo su trabajo. Al menos en lo visual, porque narrativamente es extremadamente lineal
Siempre me ha fascinado la posibilidad arriesgada de ver a Hollywood adaptando material proveniente de mangas o animes. Si, pertenezco a ese pequeño grupo que realmente está interesado en estas adaptaciones, y con varias en el horizonte (como Death Note y Akira), parece el momento ideal para comprobar sus verdaderas capacidades. Mi interés en ver a Hollywood lidiando con creatividad japonesa se reduce al poder visual y a la garantía de recursos infinitos. Con tantos mundos fascinantes saliendo de las paginas de los mangas, las superproducciones cuentan con las herramientas indicadas para plasmar esa belleza y creatividad en una pantalla gigante. Ahí permanece mi intriga. Sin embargo, dónde hay curiosidad también hay temor, y éste refiere a la incapacidad de captar la excelencia narrativa en el traslado de los dibujos bidimensionales a la acción real. Con eso en mente, Ghost in the Shell, el nuevo largometraje de Rupert Sanders, es exactamente la película que me interesaba y temía, garantizando el aspecto pero dándole la razón a mis miedos mediante una presentación sin impacto, complejidad o dinamismo.
Basada en la película animada japonesa de mismo titulo, Ghost in the Shell enseña un mundo futurístico en el que los avances tecnológicos han alcanzado niveles excesivos: los humanos utilizan la robotica para transformar su cuerpo y los propios robots también los asisten en su día a día. La adaptación sigue a la Mayor (Scarlett Johanson), el primer androide creado a base de un trasplante de cerebro, la mezcla perfecta entre humano y maquina. Su perfección la convierte en vigilante de la Sección 9, un escuadrón a la caza de crímenes cibernéticos y el uso indebido de la rebotica. Ese cargo lleva a la Mayor a un enfrentamiento difícil, que se despliega cuando un terrorista comienza a perseguir a sus creadores y a la principal empresa fabricante de androides.
Empezando en modo de homenaje, es sencillo ver la introducción de Ghost in the Shell como su máximo logro, contagiando energía y prometiendo belleza visual. La secuencia en que la protagonista es ensamblada atrapa la vista, y demuestra una estética muy estilizada, particularmente cuando es seguida por una de las mejores escenas, el primer instante en que la Mayor demuestra sus habilidades como robot táctico. Todo esto implica la presentación de los elementos más inventivas o prometedoras , explicando un universo dónde la tecnología es parte fundamental del hombre, algo que podría ser absolutamente relevante. Solo que no, todo conduce a una historia lineal e intrascendente. Ese es el error más duro, la cantidad de puntos fuertes que no responden a ninguna ambición que no sea visual.
Por más cariño que le tenga al anime, nunca he visto Ghost in the Shell. No obstante, los fotogramas de ese clásico animado han pasado por mis ojos una y otra vez, al punto en que puedo decir que Rupert Sanders y su equipo han creado el homenaje perfecto a nivel visual. Todo se ve autentico dentro de la realidad ideada, haciendo que las secuencias ganen una notoriedad adicional al saber como combinar los efectos visuales. Las imágenes en pantalla ingenian algo que habla por sí solo, capturando el ojo del espectador con facilidad. Aclarado eso, si su belleza visual evoca miles de palabras, el trabajo narrativo apenas tiene algunas silabas para compartir. El potencial que se obtiene de este mundo proviene de unas pocas frases previas al comienzo. No hay nada más que las siga, topandonos con villanos livianos, aliados habituales y movimientos evidentes que son incapaces de encontrar el interés en este relato. Los ángulos parecen manifestarse constantemente, y el film les sacude la cabeza a favor de la linealidad y alguna escena de acción insípida.
Gran parte del elenco parece desperdiciado, aunque Scarlett Johansson demuestra control como la protagonista. Por supuesto, el rol requiere una actuación robotica, y ella toma eso para volver a utilizar sus dotes como chica ruda al igual que lo hizo en Avengers y Lucy. Johansson había sido el motivo de mayor controversia al rededor de esta adaptación, ya que ella se encargaría de representar a un personaje originalmente japones. Los hechos demuestran que eso no es ningún problema, y que hay cierta lógica que justifica la elección de la actriz. Es más, quejarse sería lo más leve al rededor del producto. No solo porque hay elementos mucho más graves, sino porque la actriz principal hace un buen trabajo.
Si, Johansson tiene permiso para actuar como robot en el set, por lo que su interpretación es adecuadamente fría. Un destino que también sufre la película, solo que quitando lo adecuado. El director Rupert Sanders presta atención a los detalles visuales, olvidando que el resto de la experiencia se siente irónicamente robotica. Lo que se presenta como ciencia ficción prometedora no tarda en volverse el fantasma de algún misterio mejor formado, o un policial futurístico con acción competente. No estoy en posición de evaluarla en comparación al material original, pero la naturaleza vacía de la cinta es incapaz de evocar profundidad, originalidad o inteligencia; factores que suelen hacer a los animes serios algo tan fascinante. Ghost in the Shell propone una fascinación que entra por los ojos, y la completa con promesas vacías. En el espíritu de su argumento, se trata es un androide tecnológicamente avanzado, pero a diferencia de su protagonista, esta película es un robot sin alma. Camina en una linea recta con estilo y nada más.