Kingsman completa su segunda misión y solamente pierde parte del brillo
Cuando el cine de espías entró en su etapa más realista de la mano de Jason Bourne y un nuevo James Bond, los días más fáciles quedaron atrás. Ya no teníamos villanos excéntricos, misiones incoherentes o arsenales de gadgets alocados, y frente a dichas ausencias, Kingsman: El Servicio Secreto apareció por sorpresa y sedució a un grupo de espectadores nostálgicos y cansados de la rutinaria falta de sonrisas. Aunque, entre lo clásico, puede que esos espectadores no esperarán la pronunciada y caricaturesca actitud de este film, aquello que lo lanzó a un podio más memorable. Kingsman fue una cinta de acción disfrazada bajo las sensibilidades de un dibujo animado para adultos, inyectando una parte grosera y sanguinaria a todo lo que uno imagina cuando hablamos de espías. Mejor dicho, fue un producto fresco; y viéndolo de esa manera, la reluciente Kingsman: El Circulo Dorado es una secuela sólida, pudiendo definirla de la misma manera que su predecesora. Aceptando la ley habitual de las secuelas, el film extiende su universo y sube el volumen en casi todo sentido. Especialmente en su agresivo deseo de tirar todo por la borda y hacer lo que sea que se le pase por la mente. Uno de los mejores elementos en esta serie.
En modo tradicional de secuela, El Círculo Dorado regresa al mundo de Kingsman sin malgastar segundos. Mientras nosotros seguimos acomodandonos en la butaca, el protagonista ya está en pantalla en medio de una persecución automovilística con un enemigo del pasado, un regreso que pone en marcha los múltiples eventos de este film. En efecto, rápidamente nos reunimos con Eggsy (Taon Egerton), quien, tras convertirse en un agente Kingsman durante la primera entrega, lucha contra el mal de forma regular. Sin embargo, cuando una nueva organización conocida como El Círculo Dorado amenaza con destruir a los Kingsman (y eventualmente al mundo), Eggsy debe recurrir a los Statesman, una agencia similar a los Kingsman operando desde Estados Unidos. Con esa ayuda, Eggsy comienza una nueva misión que requerirá de todo su lenguaje soez y su colorida habilidad para matar.
Desde el principio, es apreciable que Kingsman: El Circulo Dorado sea una secuela de punto a punto, con todo lo bueno y lo malo que eso supone. ¿A que me refiero? A que el director Matthew Vaughn tiene más dinero para gastar y más libreto para filmar, lo que extiende considerablemente la escala. Ahora, jugando el juego de la secuela Hollywoodense, dónde más es mejor, El Circulo Dorado consigue ser una buena secuela, pero a una película superior, y mientras la cantidad aumenta, la calidad también desciende en ciertas áreas. Estoy convencido de que lo mejor de Kingsman aun aterriza intacto en la continuación, y eso es su tonta forma de actuar, dónde todo lo que vemos trabaja para crear un entretenimiento delirante que se asemeja más a las caricaturas que al cine. Si eso no fue un problema en la primera entrega, entonces estarán a salvo con la continuación, porque la comedia se mantiene cerca de la ofensa, la violencia conserva lo gráfico y la trama tiene sus curvas serias. El cóctel de tonos sigue asociado a un respeto por la fuente de Mark Millar. Vaughn es reconocido por saber como encarar el material de Millar (lo hizo con Kick-Ass y la primera Kingsman) y aquí ofrece el mismo trato. Lo excéntrico apunta a la comedia, la acción a la violencia gratuita y el argumento nunca tiene miedo de girar hacia lo satírico o lo oscuro.
Por más que sea más extensa, Kingsman: El Circulo Dorado balancea sus actos con ciertos percances. Durante la primera mitad, todo trata de ponernos al día, presentándonos personajes nuevos (los Stateman se apoderan de la primera hora) y armando un argumento liviano. Cuando todo queda en su lugar, la acción entra en juego y el segundo acto ilumina está producción. En sí, la acción regresa a las ideas que Vaughn propuso con Kingsman, lo que se traduce a un montón de tomas vertiginosas unidas por varios efectos visuales. Esa clase de acción supo ser única y afortunadamente sigue teniendo su frescura. Para los amantes de la acción, no podrán quejarse al ver la conclusión de esta secuela, ofreciendo un despliegue de gran ritmo y un aumentado nivel de locura que incluye bolas de Baseball explosivas, maletas con ametralladoras, paraguas asesinos y algunos secuaces roboticos. Si eso no los convence, entonces corran en la dirección contraría, El Circulo Dorado tiene la tarea de ir más lejos que su predecesora, y en algunos departamentos, como el de la excentricidad, lo logra.
Sobre triunfos específicos, apreció que la segunda Kingsman recuerde todo el pasado. Los personajes están dónde los dejamos y tenemos un par de regresos que atan a las dos películas. El más importante es el de Harry Hart, el agente interpretado por Colin Firth, quien había muerto en la primera entrega. Por supuesto no hacia falta que Firth volviera contando con un reparto de primera, pero aun así, la película no pudo resistirse; y más allá de que regrese de forma creíble o no, el personaje sigue siendo un acierto, y ahora coloca ciertos filos sobre la balanza de delirios.
En Kingsman: El Servicio Secreto, Harry Hart decía que las películas de James Bond eran tan buenas como su villano, y tenía razón. Por más que cuente con Julianne Moore como antagonista, El Circulo Dorado no logra superar a su primer capitulo. No obstante, la continuación sigue apuntando a ese cine de espías característico. Intenta jugar de forma exagerada con el mundo de James Bond en sus épocas más ligeras, cuando Roger Moore tenía toda clase de gadgets a su disposición. Kingsman continua con ese camino, exagerando más con cada paso. Si no me creen, déjenme decirles que ésta nueva entrega cuenta con Elton John como uno de los personajes secundarios. Y sorpresivamente, la película encuentra la manera de justificar su aparición. Creo que eso define bien el descontrolado espectáculo que Matthew Vaughn creó con esta franquicia.
Por segunda vez, Kingsman demuestra que le da igual lo que piensen los demás, proponiendo giros excéntricos e incluso de mal gusto; y creo que sigue saliendose con la suya frente al público correcto. De la comedia a la acción, el alma negra de los comics de Mark Millar queda impreso en esta adaptación colorida y violenta que ahora tiene la oportunidad de extender sus limites. Frente al «más es mejor», el resultado acierta más que erra, y siempre encuentra como reconducirse. Lo más grave de esta secuela recae en la repetición de una formula ya vista, especialmente sobre el tercer acto. Dicho eso, con la repetición también vuelven la mayoría de las garantías que daba la primera entrega. Con El Circulo Dorado, Kingsman mantiene el color, el estilizado y su alma de caricatura. Si siguen abordo de todas esas propuestas, entonces pueden regresar tranquilos a este universo.