Crítica | Barry Seal: Sólo en América (2017)

Tom Cruise recupera su carisma en este drama ligero, enérgico y humorístico 

Si Al Filo del Mañana dio una indicación, es que Tom Cruise y el director Doug Liman hacen una buena pareja, o al menos sacan lo mejor de cada uno. Esa película encontró a un Cruise entregado a las demandas del extraño guion, soltando su carisma en cada esquina. Al mismo tiempo, Liman sacó su lado más activo, dándole ritmo frenético y acción de calidad a una cinta muy memorable. Todos esos aciertos colorean la nueva colaboración de estos talentos, American Made, una película que efectivamente requiere de ritmo y carisma para funcionar. Y funciona, este thriller sobre el sueño americano es un trabajado relato que sabe balancearse entre la tensión y las sonrisas.

Barry Seal: Sólo en América es otra de esas películas dónde la excentricidad de su historia real manda. Bueno, la excentricidad y la duda frente a la realidad de los hechos que vemos en pantalla. Por lo tanto, está claro que lo relatado se acerca a lo frenético intentando contar el ascenso de Barry Seal (Cruise), un piloto de aerolíneas comerciales en los años 80 que tenía el talento y las agallas para ir mucho más alto, de forma literal y sobretodo figurativa. Agobiado con su trabajo, Seal recibe el llamado de un tal Sr. Schafer (Domhnall Gleeson), un enviado de la CIA que necesita un piloto dispuesto a trabajar por debajo de la mesa. Por supuesto, Barry acepta el trabajo, lo que le abre unas cuantas oportunidades laborales novedosas y también ilegales. Sin embargo, por más clandestinas que resulten sus nuevas actividades, las mismas parecen ser demasiado redituables como para ignorar; y Barry prosigue a hacer todo para mantenerlas en juego y que su excesiva pila de dinero siga creciendo. Para Barry Seal, el cielo es el limite, y su camino nunca le da un respiro entre las drogas, los vuelos, el dinero, la familia y una relación de amor/odio con la misma CIA. Todo eso construye a este enérgico biopic.

Tras una racha de primera, la llegada de La Momia tambaleó los aciertos de Tom Cruise. Dicho eso, el actor logra redimirse en el mismo año en que tropezó. Efectivamente, lo hace con Barry Seal, en base a la calidad del proyecto y al carisma que el actor le presta al protagonista del titulo. Si bien es talentoso cuando se centra en un rol fuera de su zona de confort, Tom Cruise es dueño de una personalidad atrapante cuando hace lo que sabe. Cuando los personajes tiene ego y son obstinados (en un buen sentido), entonces Cruise es el hombre para el trabajo, dado que sus personalidades siempre resultan rebeldes y carismáticas a la vez. En el caso de Barry Seal, el personaje toma decisiones alocadas, envueltas en una red de mentiras, sin embargo, el carisma del protagonista evita que lo juzguemos de más. Como espectadores, nosotros solo lo seguimos con una sonrisa y disfrutamos del viaje mientras Cruise se concentra por balancear lo bueno y lo malo del personaje principal, de forma que él y la película aterricen como deben.

En tiempos recientes hemos tenido más de una apuesta como American Made, como por ejemplo El Lobo de Wall Street en 2013 o War Dogs en 2016. Las tres presentan un espectáculo similar en el que debemos seguir a un personaje de ambición y moral cuestionable por tramas exageradas que combinan la historia real con la comedia negra, y la comedia negra con una pizca de drama. American Made hace exactamente eso. Es una historia verídica, y en ella hay dramas y tragedias, por lo que es necesario reconocer el esfuerzo de guionistas y directores para presentar esos factores dentro de una espacio ligero. Al final del día, por más mensajes que tenga, la película intenta que el espectador disfrute siendo cómplice de lo que Barry Seal hace, y con ese objetivo logrado, el producto pasa a tener poco espacio para la equivocación.

Regresando a Cruise y a su aporte, su trabajo como narrador también es esencial. Él relata lo que vamos viendo y ofrece contexto de cada episodio, lo que se vuelve otra forma en la que el actor enseña a su personaje. A este punto sería fácil decir que Barry Seal simplemente es Tom Cruise en un buena día, porque el personaje se aprovecha de su carisma actoral. No obstante, estoy convencido de que se aleja un poco de su zona de confort, encontrando seriedad en ciertos momentos y animándose a interpretar a un personaje que no destaca por lo heroico pero aun seduce a la audiencia. Diría que Seal es un antiheroe (la clase de personaje que más hace Cruise), pero la realidad es que es un criminal intrépido a la caza de dinero. Lo que logra el actor con sus aprietos es sólido, porque entretiene con sus victorias y sensibiliza con sus derrotas.

Saltando de tema en tema con enorme agilidad, ésta es una película que va por los thrills directos en vez de canalizar el drama. Los escenarios son coloridos y hay una tensión constante construida sobre ellos. Eso se debe al ritmo frenético de la historia, un poco de acción aérea y un trabajo de cámara intenso. Sobre el último, es necesario mencionar al uruguayo César Charlone como director de fotografía, dado que presta su estilo experimental y crudo para todas las escenas. Los enfoques van y vienen y la cámara adquiere ángulos inestables, pero la cinta está en sintonía con la forma de filmar, demostrando una idea previa muy particular que acaba funcionando. Definitivamente, el estilo de Charlone no va con todo, aunque si va con esta película, que entre tensión, acción y comedia, acaba contando un relato hábil sobre el sueño americano y los efectos de sus excesos.

Claramente no le tomó mucho tiempo, pero indudablemente, Tom Cruise ha recuperado su racha ganadora.

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