Crítica | El Gran Showman (2017)

La energía y el repertorio de canciones elevan a este musical de aspiraciones simples

Debo admitir que no tenía ningún tipo de dato acerca de P.T. Burman antes de ver El Gran Showmanel nuevo musical protagonizado por el siempre carismático Hugh Jackman. Este hecho es crucial, ya que me permitió disfrutar de esta ligera pieza de música y estilo, una cuya historia real le quita parte del brillo e inmediatez a todo el asunto. Verán, si analizáramos la historia de Burman, seguro encontraríamos un relato más complejo, con aristas e intereses que este simple entretenimiento no tiene. Ese es un problema, el mayor. Pasado ese punto, y al no inclinarse en lo histórico, creo que realmente hay algo muy disfrutable en este musical, que solamente se queda con temas y prosigue a cantar canciones de puro ascenso. No es algo precisamente prestigioso, particularmente para un musical, pero tiene carisma y tiene un gran repertorio. Lo suficientemente bueno como para repetir los estribillos a medida que los escuchamos en la misma sala.

Comenzando bajo una promesa de color y coreografía, el film cuenta la historia de P.T. Burman, un hombre humilde transformado en showman, con sus sueños tatuados en el pecho y con una familia que cuidar. Buscando una salida económica, él decide fundar lo que comúnmente se conoce como «circo de fenómenos», apuntando a poner el reflector sobre personas especiales que reciben desprecio cuando realmente deberían brillar. Con el triunfo de su emprendimiento y probando su valía, Bruman finalmente consigue lo que siempre anheló, solo que eso conlleva lidiar con los múltiples problemas que vienen con el éxito, sus propias aspiraciones y la lucha por lo correcto.

A este punto no es ningún secreto que El Gran Showman, dirigida por el novato Michael Gracey, sufrió unos cuantos percances durante su producción. La película había sido un proyecto de pasión para Jackman durante 6 años y su eventual filmación acabó enfrentando filmaciones adicionales. Con eso en mente, no es difícil ver los tropiezos en pantalla, dado que El Gran Showman es una película momentáneamente extraña, balanceando un argumento con conflictos pasajeros, personajes de poco peso y una duración muy ajustada. Estamos frente a un frensí de color musical que tiene espacio para lo épico, sin embargo, lo que vemos en pantalla es culpable de ser lo más lineal y sencillo posible. No parece haber una decisión detrás de esa facilidad, sino que el montaje acelera todo para que la película termine rápidamente. Eso si, su búsqueda está interesada en que el espectador disfrute de instantes enérgicos y posiblemente mágicos.

Mientras la producción luce sus posibles problemas y el peso de una historia real exige más contenido, el film cuenta con un fragmento absolutamente vivo, la mejor prueba de que este musical tiene cariño y de que puede ser un excelente viaje de corto plazo. Por si no era evidente, la mejor carta de El Gran Showman refiere a todo lo relacionado con su música. No está a mitad de camino, la película es un musical de principio a fin, y dentro de ese género, sus elementos están exactamente dónde deben. En primer lugar, la música puede justificar la sencillez del producto. Ninguna canción de El Gran Showman tendrá un Oscar asegurado, pero su energía constante es contagiosa, y el ritmo de toda la cinta no desentona con el tono de las melodías. La música claramente fue creada con el propósito de ser recordada sin ataduras, al igual que el resto, acá no existe un peso mayor que se adjunte a las palabras que completan las canciones. Todo lo contrario, las mismas son claras, temáticas y hacen su trabajo con dicha. En segundo lugar, las escenas que acompañan a cada canción entregan kilos de color y estilo, que además suman al contagioso despliegue. Todo quiere ser vistoso en la ejecución, y es así como tres cuartos de la cinta acaban con una armonía basada en la dinámica y el carisma. Que esto sea suficiente para complacer, eso está en cada uno. Por supuesto que cualquier enemigo de los musicales debería abstenerse.

En adición a su ímpetu, que queda demostrado en los segmentos musicales y el claro esfuerzo del elenco, hay un estilo muy subrayado durante toda la experiencia. El Gran Showman parece un producto de Baz Luhrmann, soltando estilo en varias esquinas, trabajando su diseño y dándole un golpe moderno al trato musical. Como muchas veces ocurre con Luhrmann, hay partes falsas o vacías de ese estilizado, como por ejemplo las exageradas imágenes que conjura el despliegue del circo central. Ahora, también hay instantes de perfección visual, como la creatividad durante la canción A Million Dreams, dónde Jackman y Michelle Williams bailan frente a una luna gigante, o como el despliegue completo de The Other Side, canción en que Jackman y Zac Effron crean un espectáculo con una simple coreografía dentro de un bar. Este último es el pico más alto de la película.

Si dejo el disfrute de lado, este es un musical con carencias inmediatamente notorias. Ahora, la inmediatez es parte del film en todas su áreas. Con pocas ganas de tomar más tiempo del que debe, el espectáculo aprovecha sus 100 minutos para contar una historia sencilla, con temas bien definidos y un repertorio tan obvio como efectivo. De la forma en que fue configurada, la película responde perfectamente a lo que uno podría esperar de ella. No tiene sentido pedir de más cuando el producto no apunta a ir más lejos, especialmente cuando fabrica ciertos momentos para el recuerdo y consigue agasajarnos. Finalmente, con una sonrisa pasajera en mi rostro, creo que El Gran Showman es la mejor clase de musical desechable: aspiraciones medidas y canciones pegajosas.

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