James Franco se destaca en esta hilarante y humanizada mirada a la producción de The Room
Sin duda es irónico tratar de crear una buena película a partir de la peor película. Efectivamente, al día de hoy, el film The Room, de Tommy Wiseau, es considerado como lo peor en la historia del cine. Por lo tanto, pensar en una cinta de James Franco contando el detrás de cámaras de esta producción, sería pensar en un extraño experimento que seguro rozaría la línea de la excentricidad. Está claro que The Disaster Artist es todo lo que podríamos haber imaginado en torno a la mencionada premisa, barajando una actuación bizarra y un relato de una naturaleza tan cómica como trágica. Pero, aun tratándose de una comedia producida por Franco, Seth Rogen y Evan Goldberg, ésta es una pieza de cine más que notable, respetuosa de su ridícula fuente y al tanto de que incluso la cinta más catastrófica puede servir para darnos gran cine. En las manos de James Franco, como director y protagonista, la historia de Tommy Wiseau adquiere un nivel de calidad admirable.
Tacleando la misteriosa historia de Tommy Wiseau al estilo Ed Wood, The Disaster Artist introduce a Tommy (James Franco) y su mano derecha, Greg Sestero (Dave Franco), a medida que ambos intentan convertirse en actores en la cruel ciudad de Los Ángeles a principios de los 2000. La suerte no les sonríe y sus audiciones acaban siendo caóticas, por lo que Wiseau opta por crear su propia película, una que le permita actuar. Es así como inicia la producción de The Room, un film creado bajo la concepción que Tommy tiene de una buena cinta, una película americana y una superproducción; todo en un pequeño estudio, rodeado de pantallas verdes y un libreto pésimo.
Enfrentándose a una carrera compuesta por una sola película, The Disaster Artist funciona más como el análisis de una persona que de una trayectoria. Cualquiera que haya visto de The Room sabrá que es un producto que no se presta para el análisis, por lo que es meritorio ver como esta curiosa comedia encuentra su camino. Lo nuevo de James Franco detrás de la cámara no lo coloca como un individuo buscando la burla, de hecho, disfrazado como el propio Tommy Wiseau, él parece ser el único capaz de comprender a su sujeto, describiéndolo como una persona ignorante y ridícula, pero también real. A cierto punto, podríamos pensar que este biopic en vida solo busca el interés de los múltiples adeptos que tiene Wiseau y su película, aquellos que la miran repetidas veces para reírse de las las mismas escenas en sesión continua. Quién piense eso no estaría completamente errado, porque Franco lidera un detrás de cámaras de los momentos más icónicos, y consigue toda clase de risas con las múltiples burlas de los técnicos trabajando para Wiseau. El guion de Scott Neustadter y Michael Weber busca que nos riamos de Wiseau, lo describe específicamente como cualquiera imaginaria. Pero con eso que ya veíamos en el protagonista, la cinta también encuentra un fragmento de humanidad dentro de este rompecabezas de persona. Un rompecabezas sin la mitad de sus piezas.
Tanto antes como después de The Disaster Artist, sabemos dos cosas de Tommy Wiseau: 1) Es un cineasta sin ninguna habilidad y 2) Es un enigma. Entre las obvias risas que se encuentran en la creación de tan horrorosa producción, hay un grado de admiración que se forja sobre el protagonista, porque el guion sabe como traducir la parte humana que lógicamente guarda Wiseau detrás de una densa capa de excentricidad. Franco se entrega por completo a este proyecto, y en el camino demuestra su admiración de todo lo que rodea a The Room, especialmente su protagonista. La actuación estelar es lo que termina de traducir al producto como un completo acierto. James Franco no solo se transforma perfectamente en Wiseau, sino que sabe como incluir los rasgos sutiles que lo separan de una caricatura. Si, Franco se divierte con el papel, aunque también se envuelve en el mismo. Cualquiera que vea una entrevista con el verdadero Wiseau notará su extraño carácter, y Franco se encuentra con eso mismo frente al espejo, pero no se detiene ahí. Demostrando que no está acá solo para hacer reír, el personaje trabaja naturalmente y revela espacios interiores. Lunático, excéntrico, incoherente, todo es valido cuando miramos a Tommy Wiseau delante y detrás de la cámara, pero bajo la mirada del film, es posible encontrar algo más. Podemos ver a un hombre cuyo mundo interior acabó convirtiéndolo en creador de una obra maestra. Por supuesto, la obra maestra del cine mediocre, pero también una razón por la que millones de personas se reúnen para mirar cine. Con esa forma de pensar, The Disaster Artist tiene todo el derecho de existir, y sus resultados son bastante sorprendentes.
Junto a la comedia, que obviamente es una parte clave del film, creo que hay una revelación detrás de este estudio de Tommy Wiseau y su impensado fenómeno de culto. Eso ya es suficiente para admitir que James Franco y su equipo consiguen lo impensable: encontrarle sentido, razón y humanidad al delirio que nos condujo a The Room. Explicar a Wiseau no debe ser fácil, ni tampoco crear una película alrededor de su demencia. Aun así, acá estamos, frente a un producto que subraya los mejores momentos de The Room y lo compagina con una seca mirada al mundo de la actuación y el fracaso. Cumple su misión de hacer reír, humaniza a Tommy Wiseau y hasta cuenta una genuina historia de amistad. Reflexionando, creo que es necesario mirar atrás y ver como The Disaster Artist toma uno de los peores productos cinematográficos de la década y lo convierte en una narración que balancea la excentricidad con la sinceridad. Lejos de ser una simple broma, la película transforma la burla en un drama competente, cuyo mayor fuerte está en su tono. No solo es una película esencial para los amantes de The Room, sino que es un relato competente que dice mucho más de lo que debería.