Crítica | Operación Red Sparrow (2018)

Jennifer Lawrence pone de sí en un thriller de espionaje que nunca le responde con la misma moneda

Empezaré por decir que adoro todo lo que Red Sparrow, lo nuevo de Francis Lawrence (Los Juegos del Hambre), representa. ¿Un thriller de intriga y espionaje respetando las tramas duras y pacientes? Suena demasiado perfecto, particularmente en esta era dónde el dinero se vierte sobre las producciones más explosivas, no las pasivas. Sea cual sea su resultado, es cierto, esa cualidad clásica define al film, y lo coloca dentro de un género en el que tiene material para ser una seria contendiente.

La cinta presenta a Dominika (Jennifer Lawrence), una ex-bailarina de ballet entrando en el mundo del espionaje bajo las ordenes de su tío, un peso pesado de la inteligencia rusa. Este hecho conduce a la vulnerable joven al campo de entrenamiento de «los gorriones», un programa con el objetivo de convertir a sus agentes en maquinas de seducción y manipulación para extraer información. Como decía, es material ideal para el mundo cinematográfico del espionaje tradicional, dónde los diálogos densos son la clave, dónde la información es poder, dónde la confianza siempre es un riesgo. En papel, esas son las máximas del género y, también en papel, Red Sparrow incluye cada una de ellas. Ahora, en pantalla nos topamos con una visión deformada del género, intercambiando la densidad de las conversaciones por un entreverado argumento que se aprovecha de su bienvenida, incluye un filo esencialmente falso y una protagonista que debería ser la clave, pero que termina siendo el mayor problema.

Incluyendo una introducción intensa e inspirada, Red Sparrow tiene 20 minutos que preparan el escenario para un thriller despiadado, dueño de un nudo jugoso y difícil de ignorar. Salvo algunos caprichos, todo está en su lugar antes de iniciar el juego, incluidas las supuestas reglas del mismo. Tras su presentación, Red Sparrow prosigue a evadir todas esas pautas para sorprender al espectador. Una buena idea, solo que no entiende cómo continuar luego de esa movida inicial. Traicionar cada elemento que forja a este thriller no es una forma de enredar los cabos, sino que suena más como una desesperada manera de proteger a su protagonista de la historia en la que parece estar metiéndose. Volviendo a la introducción, la misma propone un asunto de peligro, violencia, brutalidad, espionaje, planes, mentiras y un filo punzante. No obstante, a medida que la protagonista pasa un periodo de entrenamiento y se adentra en su misión, el cuchillo queda desafilado, y todo lo que ocurre pasa a perder la tensión que alguna vez se prometió. Si, hay consecuencias a las acciones, sin embargo, las decisiones que toma el film deberían tener otra clase de castigos y reacciones por parte del relato. Las movimientos de todos los protagonistas acaban en la incoherencia y van en contra de lo que un thriller como este debería defender. La inteligencia, los diálogos cuidados; esos deberían definir este género, no un grupo de personajes que no son capaces de decir una mentira convincente, o que suponen ser espías y estrategas sin ver lo que está frente a sus propias narices.

Déjenme volver al filo que Red Sparrow lleva en el pecho. Debería empezar por admitir que, para ser una producción de Hollywood protagonizada por la favorita Jennifer Lawrence, se trata de un producto violento, gráfico y frió; al menos en lo que refiere a la muerte, el sexo y el engaño. Es decir, la clase de producto que disfruto simplemente por su riesgo. En hechos, puede mantener esa fachada, en esencia y alma, no. Red Sparrow parece tener las agallas, pero sus manos siempre están limpias. Los temas de esta película no siguen el ritmo de la dirección de Francis Lawrence, quien ejerce demasiado cuidado sobre lo descuidado. Los rincones en donde vaga esta historia deberían ser más crueles en ejecución, más sucios, no la versión más brillante y limpia de hechos atroces y difíciles de digerir. Aún con todo su material gráfico, Red Sparrow nunca es difícil de mirar, y creo que, mejor ejecutada, debería haberlo sido.

Que no sea más dura o siga teniendo las sensibilidades de Hollywood es algo que se traduce más a una decepción y no necesariamente un problema. Por ejemplo, lo incoherente de su argumento es infinitamente más grave, y es la verdadera razón por la que su curso cambia radicalmente, eliminando las posibilidades de victoria. La sola premisa del argumento consiste en ver a una celebre bailarina de ballet volviéndose espía e intentando engañar a un operativo de la CIA. Eso ya es extraño de origen, y verlo acompañado por una narración que va arrepintiéndose de lo que pretendía tampoco hace favores. Finalmente, Red Sparrow parece más un disfraz que una película, una fachada de algo más serio, inteligente y brutal. El producto disfrazado eventualmente se siente familiar, se traiciona, y su inteligencia se reduce a sus intenciones.

Jennifer Lawrence es quien sale más entera, dispuesta a todo por una película que la obliga a dar más de lo que recibe. Ella está presente en casi todas las escenas de estos excedidos 140 minutos, y habitualmente se la ve obligada a participar en algún tipo de acción sensible. La actriz está dispuesta a todo, particularmente apostando por papeles maduros que le exijan más que su paso por la franquicia de Los Juegos del Hambre. No se trata de pensar menos de dicha serie, sin embargo, el aporte de Lawrence por este film y por la delirante ¡Madre! aseguran que ella quiere apostar por cine adulto que aproveche su talento. Éste no es precisamente el caso, y sería conveniente que el mismo no desalentara a Lawrence de optar por cine de estas características. Dónde Lawrence tiene un punto débil es en el personaje que le toca, dado que le ofrece tanta valentía como ignorancia en varias de sus acciones. En gran parte, el personaje de Dominika Egorova es fuerte, pero su proceder realmente deja perplejo a los espectadores esperando astucia. La protagonista de Red Sparrow será fuerte, pero definitivamente no es inteligente, y eso arruina su narrativa constantemente.

La frialdad prometida tropieza, y lo que deja es una cinta que entretiene por su género y producción, pero poco más. De hecho, siendo la adaptación de una serie de bestsellers, el producto termina poniendo duda sobre la calidad de la novela en vez de seguridad sobre una continuación cinematográfica. Este sentimiento nace a partir de una conclusión con pésimas decisiones, como la de permitir que un montaje instantáneo solucione dos horas de película. Eso corrompe este juegos de espías porque, si las claves del film no están a la vista, el espectador finalmente se sentirá engañado, no sorprendido. Eso es exactamente lo que termina de hundir a esta casi atrevida producción sobre casi espionaje.

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