La secuela más optimista de la historia
De vez en cuando, uno aprecia contar con una joya para ofrecer, esa clase de película que uno tiene bajo la galera para recomendar cuando nadie espera nada. Durante los últimos tres años mi tesoro fue Paddington, la excelente adaptación familiar de la obra del inglés Michael Bond, que recomendé frente a varias miradas dudosas. No puedo juzgar a nadie por cuestionar una aventura acerca de un oso pequeño y parlante que se la pasa tropezando con sus propios desastres, sin embargo, hoy me rió yo, a medida que esta excelente adaptación recibe una continuación bienvenida por muchos. Esa notoriedad proviene de su incuestionable calidad, que efectivamente nace de la magia introducida por su predecesora. Al igual que la primera entrega, Paddington 2 es cine familiar del más puro, dónde los valores se sienten, el entretenimiento es innegable y el estilo le da una personalidad única.
Nos reencontramos con el oso Paddington de la misma manera en que lo dejamos, envuelto en un manto de amabilidad y buenas intenciones. Tanto así que el conflicto del film se presenta a partir del deseo de este protagonista por comprarle un regalo a su tía; una trivialidad que despliega un montón de obstáculos para el oso en cuestión, incluida una prisión. Esas adversidades son aprovechadas por el personaje para contagiar parte de su optimismo con el resto del mundo. Con poco para retomar, Paddington 2 aprende de su primera aventura y prosigue a inyectar más corazón en la historia de este oso parlante viviendo en Londres. Así es como dosifica los gags visuales y se centra en el propio protagonista. Su amabilidad pura queda en el centro y la travesía que provoca pretende resaltar lo bueno y envidiable de Paddington; incluso usando un escenario particular y hasta hostil, el film construye una trama al rededor de las buenas intenciones. En lo que concierne a su totalidad, éste es un producto que busca resaltar lo positivo, que habla con cariño, que se esfuerza por encontrar la manera de transformar lo malo en algo bueno. Es imposible evitar sus encantos, Paddington 2 comienza por ser cine infantil, luego familiar y finalmente pasa a ser una película feel-good. Una con un oso de sombrero y saco como insignia.
Después de ese enfoque parcialmente diferente, la secuela nota que no cometió errores en su primer intento, por lo que vuelve a relucir su estilo particular. Los colores y los guiños visuales se apoderan de la pantalla, orquestando situaciones de sonrisas y otras de contundentes carcajadas. Todo parece escaparse de un cuento con gran ilustración, viendo como el director Paul King sigue creando encuadres detallados y simétricos, volviendo a recordar a un Wes Anderson con un ritmo más cotidiano y ligero. La mejor cualidad de esta adaptación refiere al cine que trae bajo el brazo, haciendo mucho más de lo que se le suele exigir a una película de esta clase. Paddington 2 demuestra amor por el cine que está presentando, ejecutando un estilo particular pero clásico, dónde gran parte de su trabajo está en lo visual. A ver, es una cinta infantil con una referencia a Tiempos Modernos, eso debería ser bastante ilustrativo. Que cumpla visualmente tampoco desecha su libreto, que constantemente hace reír e incluye una serie de personajes nuevos que se alejan de lo esperado. Entre ellos se destaca el villano interpretado por Hugh Grant: un actor de teatro con delirios de talento y amplias ganas de disfrazarse. Grant se la pasa usando disfraces durante todo el film, y sí, es tan genial como suena.
Utilizando un escenario tan particular como la cárcel, la secuela sabe que está decidida a resaltar los poderes optimistas del protagonista, y es así que le saca más jugo a la locación que el propio Paddington a las naranjas que usa para preparar su icónica mermelada. Enfrentar a este personaje tan inocente con un ambiente de negatividad convierte al film en una pieza moderna. Hay frases aquí que suenan demasiado contemporáneas, y son lo que necesitamos oír en una era de palabras nocivas y poco incluyentes. Paddington es ese extraño héroe que necesitamos aunque no lo sepamos, la clase de salvador que soluciona sus problemas siendo franco y respetuoso, y cuyo mayor defecto es ser demasiado inocente, creyendo que todos los demás son como él. La clave de este film yace en ver como un personaje de estas características contagia a los demás, y por más que se trate de un oso parlante creado digitalmente, su cordialidad y verdad se escuchan, y llegan al corazón a medida que el espectador disfruta de un entretenimiento creativo, colorido, carismático y audaz.