Crítica | Avengers: Infinity War (2018)

Marvel finalmente toma un camino épico de sacrificio y apuestas desmedidas

Cumpliendo 10 años, Marvel Studios ya no debería recibir elogios por cómo consiguió enredar a sus incontables personajes y tramas en un solo paquete. Ha sido capaz de demostrar su poder en demasiadas ocasiones, y reconocerlo de nuevo en Infinity War, su decimonoveno film, sería intrascendente, incluso cuando se atreve a cruzar a más de 20 protagonistas. No es que no haga bien su trabajo con esos personajes tan queridos, pero empezar por ahí sería evitar las hazañas que encara esta ambiciosa pieza de superhéroes con una década de producción. Con verdaderas novedades, Avengers: Infinity War es el punto de no retorno dónde Marvel finalmente afronta lo épico de su travesía, demostrando que está dispuesto a lidiar con la anticipación que ha estado construyendo año tras año, sabiendo que para cumplir hay que apostar a lo grande. Ésta es una película masiva, la mitad de una épica todavía mayor que vuelve a cementar el estatus de Marvel Studios a base de un elemento que había permanecido ausente en el pasado: el sacrificio real frente a una amenaza real.

Cargando con aires de conclusión o punto de inflexión, no hay necesidad ni deseo de explicar los detalles de este esperado capítulo, empezando porque no tiene sentido arruinar la experiencia, y porque la base de este film proviene de lo ya visto. Infinity War plantea la llegada del némesis Thanos (Josh Brolin) y su búsqueda de las ya presentadas piedras del infinito, cuyo poder es capaz de aniquilar a la mitad del universo, el único objetivo de Thanos. Lógicamente, los Avengers no estarán de acuerdo con todo esto, y es así que comienza un épica de búsquedas y enfrentamientos. Esta presentación no estropea la verdadera gracia de Infinity War, cuyo fuerte nunca es un conflicto complejo. Dónde Marvel brilla es en la ejecución, regalándonos una mezcla entre lo esperado y lo desconocido para esta franquicia. Las diferencias obedecen a que estamos frente a una historia masiva (eso no debería ser ningún spoiler), y que la misma transforma el lenguaje amigable y acostumbrado en una balada de sacrificio y devastación; y quién lleva la batuta no es un héroe, sino un villano.

Dejando claro que los villanos no son un punto débil en su repertorio, Marvel introduce a Thanos con el mejor tratamiento posible, el de un verdadero personaje, no solo el del antagonista de turno. La serie venía prometiendo a Thanos hace más de cinco años y este film tenía la obligación de convertirlo en una amenaza real. Digamos que se tomaron en serio la tarea, dado que la primera misión de Infinity War es crear un arco efectivo alrededor de su villano. Claramente no es lo que muchos esperarían de la tercera Avengers, sin embargo, rápidamente se vuelve un propósito coherente e interesante. Por más que sea solo un efecto especial, el personaje demuestra una maldad justificada y una razón de ser con la que el espectador puede conectar incluso estando acá para ver como triunfan sus héroes. Se trata de un adversario con convicción, una más fuerte que cualquier otro elemento alrededor. Sólo esa sensación y la forma en que la película finalmente se despliega hace que Infinity War sea ese producto diferente. Sigue funcionando como entretenimiento épico, aunque su cambio de dirección es notorio, particularmente por enviar a Marvel Studios dónde no había pisado hasta ahora.

Reemplazando a Joss Whedon en la dirección, los hermanos Joe y Anthony Russo se embarcan en esta épica tras deslumbrar con su trabajo en El Soldado del Invierno y Capitán América: Civil War. Su trato en la franquicia es esencial para la naturaleza de este film, dado que el mismo, por más chistoso que sea, es el material más serio que hemos visto hasta ahora. La seriedad y la acción han sido una garantía de los Russo, y ambos aspectos vuelven a estar presentes. Durando 160 minutos, Infinity War baraja épicos combates e instancias de desamparo entre medio de los reencuentros y las diversas tramas que van aflorando entre los personajes. La acción, que pocas veces falta, es de buen ver y repite la intensidad previamente introducida por sus directores. Esta entrega deja de lado parte de los combates mano a mano y los intercambia por enfrentamientos con demasiados efectos visuales. Ahora, éstos están bien trabajados y nunca sentimos que los héroes están combatiendo con una insípida pantalla verde. Eso es elemental, empezando porque esta es la instancia en la que los protagonistas reciben sus golpes más duros.

Siendo, el primer encuentro de varios personajes, Infinity War resuelve bien la forma en que el enorme elenco divide sus tareas. Esto significa que hay ingeniosos grupos de protagonistas que provocan buenas conversaciones e interesantes uniones en lo que refiere a la acción. No obstante, los diferentes encuentros y múltiples situaciones hacen que la película requiera bastante tiempo para explicar y construir el punto final que tiene en la mira; una molestia para los que quieran todo instantáneamente. Infinity War no obedece a ningún tipo de inmediatez, y eso que trabaja lo más rápido que puede. No se siente especialmente larga, simplemente es extensa porque está diseñada de esa manera.

Su lista de tareas es ambiciosa, tanto que la oferta termina siendo la mitad de algo más, algo demasiado grande como para apretar dentro de una sola épica. De por sí, Infinity War ya es una épica, centrada en características que no estábamos acostumbrados a ver en esta novedosa franquicia. Es un nuevo paso que golpea con frialdad y atrapa de inmediato a esos espectadores que mantuvieron la lealtad durante los últimos 10 años. Por supuesto, tratando con una maquina de narraciones competentes, la lealtad no recibe la respuesta más fácil, sino que se las arregla para mejorar el gran panorama que ya tenía. Hay un instante en que vemos las cartas del film, y es ahí dónde yace su clave, porque ingeniosamente termina de dibujar una película de superhéroes con una simple diferencia que, por unos minutos, resulta valiente e ideal. Vuelve a anticipar el futuro, sí, pero de una forma curiosamente satisfactoria.

 

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