Una historia de múltiples focos que termina sin desarrollar ninguno
Con una introducción que promete ideas claras y una ejecución creativa, Rescate en Entebbe parece estar en control de su historia real, en la que, en 1976, cuatro terroristas secuestraron un avión comercial con el fin de negociar la liberación de presos palestinos con Israel. Abriéndose con una danza que pretende dar un marco especifico, el film propone una visión de cada lado de esta historia: la de los secuestradores, los secuestrados, el gobierno de Israel y el equipo militar a cargo de una misión de rescate. Buenas intenciones, múltiples, demasiadas para crear un producto que realmente pueda golpar con una de sus caras. Queriendo profundizar, lo nuevo del director brasilero José Padilha resulta un recuento ligero de hechos pesados, evitando exprimir los detalles más interesantes y perdiendo la oportunidad de construir tensión sobre una situación que claramente debería tenerla.
Rescate en Entebbe engaña con sus promesas o confundida intención, mirando a dos secuestradores alemanes, Wilfried Böse (Daniel Brühl) y Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike), como sus supuestos protagonistas. Así es como subimos al avión y vivimos la intensa situación en la que ellos se meten desde cerca, preparando un relato entre secuestradores y secuestrados que cuenta con los elementos indicados. Que el libreto vea a los dos secuestradores alemanes con más interés no es casualidad, indagando las razones por las que llegaron ahí, sus convicciones y los sacrificios que pueden estar obligados a hacer. Esas semillas son plantadas, marcando algunos vínculos y situaciones que podrían formar personajes complejos y enteros, solo que los actos que siguen no se ponen de acuerdo con ese interés inicial. Adentrándose más en este secuestro de siete días, la película introduce los esfuerzos por detener el acto terrorista, lo que le abre la puerta a una multiplicidad de focos. Interesada en tener el panorama general, la cinta empieza a dar un chequeo de datos confirmados y no la exploración de los dilemas y la verdades de los personajes, que, a cierto punto, todos las tienen. En vez de eso, Rescate en Entebbe parece estar más preocupada por incluir la mentira de una de las victimas, la negación de otra o alguna duda especifica por parte de los secuestradores. Todos esos eventos forman parte de la historia, pero no le ofrecen una forma a una obra que realmente la necesita.
Buscando un hilo conductor, la idea más inventiva proviene del uso de la canción Echad Mi Yodea y una danza teatral que la acompaña. La película incluye este elemento dentro de su argumento y encuentra un par de instantes adecuados para usarlo. Efectivamente, es el único factor que convierte al climax en algo medianamente particular, lo que es problemático. El tercer acto llega bajo anticipación, pero no sabe como responder, particularmente para ser obra de Padilha. Todo lo esperado se va mucho más rápido de lo que llega, por lo que solo el uso de una canción y una performance no basta para satisfacer. Volviendo al uso de esa danza, la misma prueba ser un elemento desarrollado, pero la naturaleza de su presencia enciende las alarmas, empezando por el simple hecho de que este relato no requiere de adiciones para ser contundente. Lo hace más cinematográfico, sí, aunque todo adquiere una noción de control, como si le sobrara tiempo para dedicarse a cada uno de los enfoques que quiere tener.
Cuando la situación es resuelta, la mirada permanece vacía o poco más que informativa. Las emociones quedan fuera de juego desde temprano en todas las fronteras, y saber el destino de los personajes no es una gran recompensa, porque ninguno explota sus dejes de complejidad. Ni siquiera aquellos interpretados por Daniel Brühl y Rosamund Pike, quienes vuelven a demostrar gran talento. Hay un evento histórico importante aquí, ahora, 7 Días en Entebbe lo enseña de una forma que carece de emoción o tensión suficiente; y lo que es más decepcionante, casi termina por sugerir que carece de potencial cinematográfico.