La tensión de frontera se mantiene en esta innecesaria pero despiadada secuela
Si algo consiguió Sicario, thriller de 2015 dirigido por Denis Villeneuve, fue llevar a sus espectadores a la boca del lobo. Conseguir que sintieran la tensión entre Estados Unidos y México, orquestando un relato sin piedad y un mensaje claro: la frontera no es lugar para los débiles. A medida que Emily Blunt chocaba con Benicio Del Toro y Josh Brolin en una misión sin ética, el aura del film se completaba, tanto que nadie hubiera pensado en continuar desde ahí. Sin embargo, el guionista Taylor Sheridan encuentra la forma, ofreciendo ahora un regreso a la tierra de lobos donde la piedad no existe y los conflictos reflejan realidad. Eso si, se extraña a Villeneuve.
Originalmente titulada Soldado, la tristemente renombrada Sicario: Día del Soldado traza otro conflicto de frontera mirando noticieros actuales, a medida que deja a las drogas (pero no los carteles) de lado para explorar el negocio en los cruces ilegales de frontera. Cualquiera que esté al tanto de la política actual estadounidense sabrá que los cruces de inmigrantes son un tema candente, y eso le regala relevancia a esta secuela, que impulsa una operación estadounidense bajo la mesa con el fin de derrocar a los carteles mexicanos. ¿Los autores de dicha misión? Los regresados Alejandro Gillick (Del Toro) y Matt Graver (Brolin), quienes reciben vía libre para conseguir su objetivo: combatir caos con caos e ignorar la inevitable hipocresía que eso supone.
Despiadada y con una estructura extraña, Soldado recupera parte de Sicario sabiendo que no puede igualar su poder. No, esta secuela no encuentra la tensión perfecta de la original, pero si parte de su lenguaje, reintroduciendo a sus personajes sin reglas en un universo que, afortunadamente, sigue tan peligroso como siempre. Ahora como una franquicia, Sicario cementa un estilo poco habitual en el cine comercial de Hollywood, apostando por un aire de salvajismo que es bienvenido. Esto no significa que las narraciones sean completamente creíbles, pero si incluyen maneras que otras propuestas ni siquiera contemplan. El film no anda con rodeos y eso es fresco, no importa hasta dónde ascienda. Si, es casi macabra, pero así debe ser su toque, volviendo a analizar la naturaleza de las decisiones estadounidenses en defensa, dónde la pauta es rebajarse al nivel del enemigo. Como explica el mismo Brolin en el film, se trata ensuciarse las manos.
Taylor Sheridan escribe un guion similar al de Sicario, aunque desecha las densidades y recompensas inmediatas. Soldado es atípica, porque los actos no están del todo definidos y su argumento funciona con casualidades y focos inconsistentes. Ésto podría ser un problema para algunos, porque lógicamente es inusual, aunque sigue siendo narración de temas, presentada con una estrategia poco ortodoxa. La primera entrega seguía gran parte de estas tácticas, sin embargo, el gran Denis Villeneuve encontraba la forma de darle personalidad, orden y tensión al material. Inmediatamente se extraña esa la elegancia, la particularidad de un estilo y la fantástica fotografía de Roger Deakins. El italiano Stefano Sollima puede controlar la nueva obra de Sheridan, pero no encuentra la misma ejecución que Villeneuve. La mayor ausencia proviene de la tensión, dado que el nuevo libreto construye excelentes momentos, pero ninguno nos lleva al profundo abismo en el que vivía su predecesora. Puede que la película lo sepa, porque casi se vuelve más negra como para compensar por lo que falta.
Sintiendo un fuerte aire de obligación en toda esta producción, es sorprendente que Soldado no se rebaje más. Si, definitivamente desecha parte de su calidad a favor de continuar con su baraja de temas, aunque también controla sus objetivos. Siendo menor, esta secuela podría resultar pretenciosa, pero no se deja amedrentar y sigue confiando en sus espectadores. Vuelve a ser despiadada y apuesta por un thriller cargado con buenas ideas y excelentes individualidades. Después de todo, no son pocas las escenas que destacan. Día del Soldado no brilla en su totalidad pero mantiene vivo el confiado espíritu de su predecesora, quizá la verdadera razón para construir una franquicia a partir de este punto. Especialmente porque ese espíritu demuestra estar bastante podrido. La idea más refrescante de una franquicia en mucho tiempo.