Marvel Studios sigue funcionando en su película 20 pero no se inspira demasiado
20 películas en 10 años no es tarea fácil, más cuando todas deben parándose por sí solas y apuntar a un futuro unido a la vez. Con una década de historia y un éxito impensado, toca hacer balance en Marvel Studios, dónde el primer vistazo sigue mostrando un camino pensado y un inteligente control. Eso quedó demostrado con la épica Avengers: Inifnity War y la esforzada Black Panther en la primera mitad del año, por lo que cambiar el paso con un proyecto más ligero no es precisamente alarmante. El proyecto al que me refiero es Ant-Man and The Wasp, secuela que acepta ser el intermedio de la excesiva demencia en la que se ha embarcado su universo, exactamente el mismo trabajo de su predecesora. A este punto, Ant-Man es el personaje encargado de bajar los decibeles cuando el resto de Marvel Studios ha subido la intensidad, quizá el mejor rol que le podían dar. Ahora, tener ese rol no significa que las malas rachas serán perdonadas solo por jugar en otra división. Marvel no suele tener suerte a la hora de crear la primera secuela de uno de sus héroes, y esta continuación no es diferente, siendo ejemplo de un instante en que este universo cinematográfico fue vencido por su propia reputación.
Para bien o para mal, Marvel ha cambiado el panorama de las superproducciones, tanto que su propio estilo ha sido imitado hasta el cansancio. Por lo tanto, no es sorprendente que su calidad haya pasado a ser una costumbre. Simplemente tomándolas como entretenimientos sólidos (algo difícil de crear últimamente), las películas de esta franquicia han mantenido un respetado estilo con diferencias y cambios en el momento justo. De esta manera terminamos topándonos con la espacial Guardianes de la Galaxia, la bizarra Doctor Strange y hasta la pequeña Ant-Man. Dichos proyectos pudieron mantener la atención, aunque, ¿qué ocurre cuando ese cambio pasa a ser la costumbre? Hasta ahora no había saltado de la página entre las mencionadas Infinity War o Black Panther, pero el estreno de algo como Ant-Man and the Wasp marca la necesidad de una transformación. No porque esta secuela falle y carezca de ese entretenimiento heroico que tanto se ha disfrutado la última década, sino porque todos esos logros han tocado un extremo que exige cambios mayores. ¿La nueva Ant-Man trae cambios? Por supuesto, pero la verdadera pregunta es, ¿son suficientes?
La secuela nos reúne con Scott Lang/Ant-Man luego de su altercado en Capitán América: Civil War, por el que ha cumplido dos años de prisión domiciliaria. Con pocos días para terminar con su condena, Scott recibe la llamada del deber cuando Hank Pym (Michael Douglas) y su hija Hope (Evangeline Lilly) lo secuestran para una nueva tarea: recuperar a la esposa de Pym del reino cuántico. Dado que Scott ha estado ahí, él tiene la ventaja para el rescate, y afortunadamente para Pym, él es el creador de la presida tecnología para llevar a cabo el viaje a este microuniverso, Desafortunadamente, él no es el único que desea tener ese poder y ese deseo desata una larga persecución por las calles de la ciudad.
Tratándose de otra misión de robos y cambios de forma, la mayor variación en esta trama proviene de la llegada de Wasp como compañera de Ant-Man. Esto impone una diferencia para las aventuras del minúsculo superhéroe, aunque primero es un importante movimiento por parte de Marvel. Teniendo que ver mucho de este cine como unidad, encontrar a otra superheroína protagonista es bienvenido, marcando otra consciente señal de nuevos horizontes. Por otro lado, el resto del argumento no tiene las mismas necesidades de cambiar, porque luce una trama sencilla con villanos descartables y limitados momentos de asombro.
Mi mayor problema con Ant-Man en 2015 tenía que ver con sus conflictos iniciales de producción, más específicamente el paso al costado que dio Edgar Wright al no dirigirla. Pasada esa extraña situación, Ant-Man and the Wasp consigue la posibilidad de empezar de cero, dejando que su director, Peyton Reed, obtenga una chance de probarse a sí mismo sin comparaciones. El resultado de esa chance no llega muy lejos al ver a Reed jugando en el mismo espacio que antes. Con un sinfín de excentricidades posibles, la nueva aventura del Hombre Hormiga no tiene trucos novedosos que exploten su particular premisa. Trata de dos héroes que pueden cambiar su tamaño, y aún así, la inspiración no parece pronunciarse. La escala ya no es el mejor amigo de esta aventura, porque los personajes se achican y la cámara los sigue creando encuadres que no resaltan tanto las dimensiones. Además, de no ser por una excelente persecución de autos, el film tampoco tendría una secuencia de acción memorable. Tampoco es uno de esos casos dónde la trama se impone sobre la acción, porque usando a un par de villanos débiles, el argumento pasa a tener límites notorios. Particularmente por la amenaza de Fantasma (Hannah John-Kamen), antagonista que pretende encontrar cierta empatía por parte del espectador y falla.
Con tanto en contra, me veo obligado a aclarar que Ant-Man and the Wasp no es ninguna Thor: Un Mundo Oscuro. No es la mayor calamidad de Marvel porque su falta de encanto proviene del momento en el que se estrena. No solo sigue a dos películas difíciles de superar, sino que también es victima de su competente pasado. Esta secuela es entretenida, parcialmente creativa y de mucho carisma, por lo que su mayor conflicto es su franquicia. Al querer unir a todas sus películas en un mismo recipiente, Marvel Studios empieza a soltar productos con los ingredientes justos y una formula funcional que necesita perfeccionarse por el tiempo. Hablando de una estudio que llegó hasta aquí, no es correcto decir que su frescura se haya acabado, simplemente hay que entender que la misma no es capaz de cubrir todos los espacios. Salvo por la incorporación de Wasp, los horizontes de Ant-Man y sus poderes no van lejos, pero ver a Paul Rudd ofreciendo su carisma en distintos tamaños inmediatamente recuerda que hay energía y originalidad aquí. Aunque, con 20 películas, empieza a ser difícil verla. Casi como si se hubiera encogido.