Crítica | Christopher Robin: Un Reencuentro Inolvidable (2018)

Winnie Pooh llega al mundo real con resultados monótonos

Si analizamos la abultada cantidad de éxitos recientes por parte de Disney, los remakes de sus clásicos animados ya deberían ser un género en sí mismo. Género que prueba ser fácil cuando la tarea es recrear los dibujos en un ambiente digital o con actores de carne y hueso. Ahora, ¿continuar dichos clásicos? No parecería ser igual de simple. Así lo demostraron la penosa Maléfica o el decepcionante esfuerzo de Tim Burton en Alicia en el País de las Maravillas, y casi que la tradición continua, con otro director hábil y otra historia que debió quedar en paz.

Marc Forster es el encargado de dirigir Christopher Robin, una secuela animada a todas las aventuras de Winnie The Pooh (personaje creado por Alan Alexander Milne y popularizado por Disney) en dónde la intención está en unir la magia de ese personaje infantil con la madurez del mundo real. De alguna manera, es una propuesta similar a lo que Forster ofreció con Peter Pan cuando dirigió Descubriendo el País de Nunca Jamás, película memorable que seguro fue determinante para conseguirle esta oportunidad en Disney. Sin embargo, la magia no se repite con Winnie The Pooh, presentando una cinta que no solo peca de monótona, sino que además se compromete a ser fiel a su fuente y le falla por pura inercia. La historia comienza con un crecido Christopher Robin (Ewan McGregor), quién ha sucumbido al estrés de la vida adulta y ahora se ve obligado a vivir a favor de su trabajo y no de su familia. Pero por supuesto, eso no es comprendido por su amigo de la infancia, el oso de peluche Winnie The Pooh, quién se presenta en su hogar para cambiar el rumbo de su vida. Así de simple es el concepto, dueño de una bella intención bajo el brazo, pero nada de eso es suficiente para combatir las malas decisiones que toma.

Solo por existir, Christopher Robin está obligada a enfrentar distintos conflictos presentados por el propio personaje de Winnie The Pooh y sus múltiples historias, dónde cada una seguía una línea clara e infantil, llena de grandes valores y ambigua conexión entre lo real y lo fantástico. Por un lado, esta secuela vuelve a lo inocente y pretende respetar esa tradición bajo cualquier costo. Por el otro, el esfuerzo por llevar a Winnie The Pooh a un mundo completamente real simplifica sus encantos y su conexión con el protagonista, el antes-niño Christopher Robin. Un Winnie The Pooh digital y de acorde personalidad entra en escena para «salvar» a Robin de su nueva forma de ser, y con eso se construye una aventura que pretende reencontrar la magia sin entenderla del todo. Es raro ver que Disney tropiece con una intención a la que ha dedicado tanto trabajo, sin embargo, su acercamiento melancólico y fantástico en Christopher Robin es deficiente, ya sea por no entender parte de su propio material o por no encontrar el entusiasmo en esta aventura.

Puedo dejar atrás mis propios afectos por el personaje de Winnie The Pooh y sus múltiples amigos, quienes también forman parte de la trama y salvan varias escenas. Lo que no puede ser perdonado es el pesado ritmo del film, ofreciendo las partes clásicas de Pooh en su hogar, el Bosque de los Cien Acres, junto a la simple trama construida alrededor de Robin y su familia. Todo está guardado en un paquete infantil, como debería ser, solo que el mismo es algo agobiante, tanto para grandes como chicos. Hay una escasez de conceptos profundos para el espectador adulto, así como no existe suficiente material tradicional como para cautivar a los pequeños. Christopher Robin es un balance entre dos mundos que visualmente está logrado pero conceptualmente es un problema, arribando a una película que no conmueve incluso cuando su corazón marca el norte.

No puedo juzgar el acercamiento a Christopher Robin porque creo que existe una buena historia dentro del mismo, pero todas las ideas que lo siguen debieron tomar ciertas consideraciones, ya sea por estar continuando aventuras clásicas o por estar creando una de cero. El film recibe un buen apoyo visual que transforma a estos personajes animados, por lo que la prueba de que esta propuesta era posible existe en su propio aspecto, más cuando Pooh expresa parte de su inocente filosofía o Igor suelta alguno de sus derrotistas y cómicos comentarios. Christopher Robin le da vida a Winnie The Pooh en formas que desconocía, solo que ninguna de ellas justifica su existencia.

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