Bradley Cooper y Lady Gaga brillan en este fantástico remake

En sus últimos segundos, Nace una Estrella, debut del director Bradley Cooper y cuarto remake de una película del 37, opta por una decisión tan simple como inteligente. Un plano acertado y casi manipulador, dónde el espíritu de 135 minutos pasa a resumirse en instantes. No es la música lo que sobresale, ni tampoco la mirada contemporánea al estrellato. No, lo que prevalece es el vinculo. Olvidando sus conciertos épicos y momentos quebrantadores, la pareja principal pasa a definir esta travesía musical en dónde el amor es puro y los sufrimientos creíbles. Dónde enternecerse y recibir golpes pasa a ser una costumbre entre los acordes de su fuerte melodía.
Manteniendo la base intacta, Nace una Estrella continua su legado y prosigue a narrar el romance entre una joven promesa y un músico legendario que ayuda a llevarla a la fama. La versión de 2018 se introduce con la figura de Jackson Maine (Cooper), un guitarrista y vocalista de country en el ocaso de su carrera, manteniendo su compostura a base de drogas y alcohol. Su autodestructivo camino se detiene cuando conoce a Ally (Lady Gaga), una camarera con el sueño frustrado de ser cantante. Escuchando su voz en un bar, Jack se enamora y le pide a Ally que entre en su alocado mundo, dónde ella da un primer paso al éxito. Seguro podrán imaginar al resto, siendo una historia más que contada. Ahora, la llave se encuentra en todo lo que Cooper decide hacer con sus personajes, empezando por sí mismo.
Estoy convencido de que Lady Gaga recibirá una docena de elogios por su imponente interpretación, especialmente al venir de una carrera musical. De hecho, yo también se los daré a continuación. Sin embargo, no puedo ignorar la magistral entrega de Bradley Cooper, entendiendo que su sombra es fundamental en este debut. Tanto que debe ser explicada primero. Encima de la dirección, producción, libreto y rol protagonico, Cooper marca todas las intenciones del film, detrás y delante de la cámara. Estar adelante lo es todo, ya que su trabajo como Jackson Maine encuentra al actor en un rol extremadamente sentido. Él deambula bajo un aura triste, melancólica y físicamente vulnerable, consiguiendo que sus escasos destellos de esperanza suenen a realidad. Esencial, porque son éstos los que dibujan al personaje; ese que vive detrás de la voz gastada y la resaca infinita. Tomando decisiones lamentables, Maine es una catástrofe, pero lo queremos ver salir del agujero que ha cavado, ya que su amor, su única esperanza, proviene de un lugar sincero. En contraste con el apasionante futuro de Ally, Maine es una figura trágica. Aunque, su construcción es tan buena, que uno prefiere mirarla de otra manera y apostar por una relación duradera, algo que mantenga las genuinas sonrisas que llegamos a ver en su rostro.
Si el vinculo protagonista funciona es porque Lady Gaga y Bradley Cooper comparten una química ideal. Ambos transmiten una dulce e inocente felicidad cuando su amor está en pantalla, el problema es que la dicha no siempre comanda esta composición. Cuando el ascenso de Ally toma el escenario, Lady Gaga pasa a ofrecer una significante transformación de su entrañable personaje inicial. El segundo acto le propone grandes desafíos a la casi novata actriz y ella los cubre con facilidad. Parte de su trabajo se relaciona con el poder de su voz, por lo que el rol le presenta una zona de confort. Pero incluso así hay que admitir su grandiosa demostración, capaz de elevar las notas más dramáticas del guion. Mencionando el talento para la música, Nace una Estrella no evita los encuentros con melodías. Todo lo contrario, preparando despliegues en conciertos masivos, la película también deja que Gaga y Cooper compartan la química de un escenario. Ambos entregan su voz y demuestran una segunda capa interpretativa que se relaciona con la música. Por supuesto que Gaga lo logra de inmediato, pero incluso ella sorprende con ciertas fragilidades; y Bradley Cooper, bueno, canta y toca la guitarra. Pueden sumar eso a su larga lista de talentos.
Sin ser un musical, Nace una Estrella se rodea de un ambiente melódico vivido y contemporáneo. El argumento se limita a cubrir un ascenso imaginable, pero en él aparecen los conflictos de un músico celebrado y el tormento de su compleja imagen. Esa clase de dramas informan a los protagonistas, que chocan con las consecuencias de varias trabas en la industria musical o la fama en general. Pasado el contenido en sí, la película también experimenta la música desde el lugar adecuado. De la mano del director de fotografía Matthew Libatique, Bradley Cooper apuesta por ponernos en el escenario, contemplando una majestuosa e intimidante multitud de espectadores. Eso asegura excelentes interpretaciones en vivo, que además se benefician de un repertorio original con más de una canción memorable. Sin ir más lejos, estoy convencido de que escucharan bastante de la genial Shallow en el futuro.
Si Bradley Cooper encuentra un tropiezo en su debut, es que debe contener mucha historia dentro de sus dos horas. Ese tiempo debería bastar, es solo que la película propone contemplar algunos momentos y volar por encima de otros. Nace una Estrella no puede detenerse en todo, así que se apoya en el imaginario general del drama del artista. Afortunadamente, su contemporaneidad le permite ese apoyo, ya que completa la relación entre Jackson y Ally, quienes viven su amor dentro de un caótico universo musical. No lo olviden, es ese amor el que importa, viviendo su pureza hasta una escena final emocionante e inteligente. Bradley Cooper demuestra una pasión particular por este relato, y en él vierte un cuidado múltiple que construye carácter dentro de lo que pudo haber sido un remake innecesario. Junto a una magistral Lady Gaga, el director y actor pasa la prueba con visión, dejando a su paso una balada de amor y dolor que sabe exactamente como sonar.