Asia Made in America
No quiero ser este tipo, pero debo serlo. Frente a un elogio unánime hacia Locamente Millonarios, adaptación de la novela de Kevin Kwan (al punto de confirmar secuelas), no puedo evitar el panorama que la rodea. Por un lado, este simple romance debe ser valorado por su ejemplo, tratándose de una comedia hollywoodense de gran presupuesto a favor de un reparto completamente asiático. Realmente, eso es admirable, y un paso en la dirección correcta para una representación balanceada de razas. Un paso que fue recompensado en taquilla y dejó claro un punto: el público está a favor del balance. Sin embargo, la crítica también recompensó esta iniciativa, lo que comparto, pero parecería que solo se quedó con la buena intención. Siendo sincero, solo por ser políticamente correcto, no significa que todo deba perdonarse. Porque no será catastrófica, pero no duden, con el reparto que sea, al final del día, esta es otra romcom del montón.
De entrada puedo estar siendo algo injusto, porque existe esfuerzo o apuesta en Locamente Millonarios, dedicada a seguir los tropiezos de su género pero con un pase de la crítica. ¿Por qué el perdón? Puede que sean las diferencias. Dueña de una convencionalidad parcial, la película presenta encantos y peculiaridades que rasaltan en el cine de occidente al que ingenuamente obedece. Es más, son tantas las diferencias que no deberíamos señalar a Locamente Millonarios como una comedia romántica. No, quedaría mejor definida como una colorida romcom hollywoodense, convertida en chick-flick, con un toque extra de melodrama. Admitiré que eso suena distinto. No bueno, pero distinto.
Bajo todo su convencionalismo, este romance ligero del director Jon M. Chu impone un toque estético y parcialmente cultural que escapa a la tradicional película de Hollywood. Por una vez, hay un presupuesto visible en pantalla, que permite exprimir energía y colores, y que, a lo tonto, capta nuestra atención. El propio argumento justifica ese constante arcoíris, introduciendo a Rachel Chu (Constance Wu) y Nick Young (Henry Golding), una pareja corriente de Nueva York que empieza a desestructurarse cuando ella acepta conocer a la familia de él, aparentemente la más poderosa y rica de Asia. Impactada por el descubrimiento, Rachel se ve obligada a asimilarlo de camino a Singapur, a dónde deberá viajar para enfrentarse a cada miembro de la familia Young, que posiblemente no sea tan amigable como pensaba. Especialmente en su propio terreno.
Alrededor de la familia más rica de Asía, el film sigue una vida de excesos cuyo colorido y empalagoso estilo se disfruta en pantalla. Mientras el humor es nulo y el argumento no encuentra un conflicto hasta la mitad, Locamente Millonarios vive bajo el brillo de su producción y de sus frescas estrellas, quienes suponen un cambio para Hollywood después de ver la misma película una y otra vez. Pero por supuesto, incluso con la frescura, hay cosas que no cambian. Por más que tengamos todo un reparto asiático, la ejecución y argumento tienen tintes norteamericanos, viendo a la humilde protagonista de descendencia asiática pero crianza estadounidense (la diferente) luchando por caer bien en un mundo glamuroso dónde no la aceptan.
Colores o no, finalmente recordamos que ésta es la adaptación de una novela llamada Crazy Rich Asians (Asiáticos Locos y Ricos). Así que se entiende su acercamiento liviano, y en él encontramos un melodrama casi esperable, que hasta se convierte en el mayor interés. Con un tercer acto exagerado pero atrapante, el film demuestra que está dispuesta a imponer ciertas calidades ahí y allá. Falla estrepitosamente a los costados, pero linealmente resuelve su conflicto con calidad, y hasta fabrica una escena final entre Constance Wu y Michelle Yeoh que sin lugar a dudas es lo más memorable. Así como el mejor ejemplo de sus sólidos interpretes y personajes femeninos. La cómica Awkwafina, por ejemplo, sobresale. Más que en Ocean’s 8 por lo menos. ¿Los masculinos? Descartables.
Si no la colocamos dónde no pertenece, Locamente Millonarios puede tomarse como un fallido pero liviano melodrama, cuyo reparto y grandioso color disfrazan un panorama conocido. No hay que confundirse, la decisión de darle un lugar a interpretes, historias y técnicos asiáticos no significa que Hollywood deje de imponer su huella, siendo el escondido motor de esta comedia romántica. Pero aun así, existe frescura que genera duda cada vez que pensamos en abandonarla. Como mínimo, si la idea es escapar a este tipo de género, se me ocurren casos mucho menos esforzados que este. Supongo a eso se reduce mi opinión de la película. ¿Sobre importancia cultural? Bueno, en ese sentido realmente espero que se realicen secuelas.