Crítica | Legítimo Rey (2018)

Netflix prueba con la épica medieval y falla

Es imposible ignorar la creciente sombra del streaming en el mundo de la televisión, y también el cine, especialmente cuando Netflix entra en la conversación. Hambrientos por nuevos contenidos para cada semana, este servicio ha estado poniendo énfasis en conquistar su frente cinematográfico, sabiendo que las series televisivas descansan en sus manos entre tanto contenido original. Decir esto no significa que Netflix se haya dormido en cuanto a películas, ya que carga con lista bastante larga. Eso sí, tan larga, como pobre. Con algunos aciertos aunque poco reconocimiento, el 2018 parecía el año en que Netflix lo apostaría todo. Libertad, buenos presupuestos, grandes artistas; esas eran las bellas condiciones prometidas por el servicio de streaming este año, pero inmediatamente quedó claro que no eran la receta ideal para el éxito. Tras fracasar con una propuesta del intenso Gareth Evans (The Raid 2) en Apóstolel siguiente en la fila era David Mackenzie, muy nombrado tras su excelente Hell or High Water. ¿Su siguiente proyecto? Una épica medieval protagonizada por Chris Pine, Legítimo Rey. Una que destruiría la duda del cine original de escala en el streming, una que marcaría una nueva era. ¿No?

De alguna manera, este proyecto suponía otro giro de la ruleta para Netflix, ahora visualizando la distribución de superproducciones masivas. Al respecto, si bien es raro verla desde una pantalla de televisión, hay que admitir que Legítimo Rey es una épica en el más estricto sentido de la palabra, amparada por una producción cara y detalla. Eso desde afuera, del otro lado de la muralla, se trata de una confundida épica sin mucho rumbo, pocos argumentos y un montón de técnica cinematográfica a favor de nada. Temo lo que voy a decir, pero puede que las libertades entregadas por Netflix no sean las indicadas, dado que éste es otro proyecto mal encarado que no solo falla en pantalla por múltiples factores, sino que se siente como un error previo a encender la cámara.

Con un estreno tambaleante, hoy tenemos una recortada versión del film previo a su premiere en septiembre, dónde la película fue golpeada por su duración y edición. Escuchando el grito en el cielo, se dio un paso atrás, y se prosiguió a solucionar los errores, mejorando el ritmo y perdiendo el peso muerto. Este hecho es importante, dado que la versión final de Legítimo Rey parece estar respondiendo a todas sus críticas. Se nota. Es solo que en el proceso demuestra otros problemas. Por una parte, puedo entender como un corte más largo pudo haber resultado aburrido, pero el corte que tenemos hoy sigue justificando esa reacción inicial. Esta épica es monótona porque no tiene mucho que contar. O lo que tiene, no sabe utilizarlo.

Presentándose con un bello plano secuencia de casi 10 minutos, la cinta se asegura de que conozcamos todas sus intenciones. Entrando a finales siglo XIII y prometiendo rebelión, empezamos con el heredero de Escocia, Robert Bruce (Pine), a quien vemos sucumbir al control de Inglaterra por parte del rey Eduardo I (Stephen Dillane). Esa primera secuencia se encarga de explicar la situación, prometer conflicto, presentar protagonistas y prepararnos para una épica directa, y todo a través de una técnica maravillosa. Lo curioso ocurre cuando las escenas empiezan a tapar esa impresión inicial, demostrando un sentido de dirección menos claro. Incluso sabiendo a dónde nos conduce, la propuesta pasa a apostar por un dialogo mediocre y en el proceso intercambia nuestro entusiasmo por un limbo, uno en el que coqueteamos con apagar la televisión.

La rapidez con la que nos engancha es increíble, pero es todavía más asombrosa la agilidad con la que nos pierde. Una vez afuera, es difícil volver a entrar, y lo que es peor, cuando la inevitable actitud rebelde de Robert Bruce entra en juego, ya no queda energía. También es tarde para la épica acción, porque cuando las espadas chocan y la sangre vuela, el espectador ya no tiene razones para interesarse por los personajes en las contiendas, con los que no es fácil relacionarse desde el principio. Hay varios personajes en el bando de Robert y todos siguen una promesa de libertad y un espíritu por mantener la cabeza alta. Aun así, las filas de soldados no tienen muchos destacados. Por una parte tenemos al propio Robert Bruce, personaje que Chris Pine hace memorable solo por presencia, acento y control. Señalo el control porque los demás lo olvidan constantemente. Legitimo Rey propone dos lados de excentricidad entre Aaron Taylor Johnson como James Douglas y Billy Howle como el Príncipe Edward, el antagonista. El primero parece haber perdido los papeles demostrando una ferocidad desmedida, que deambula entre el reconocimiento y la carcajada. Taylor Johnson se pasa gran parte de sus escenas gritando el apellido «Douglas» cada vez más fuerte, a medida que desmiembra soldados y casi mira a la cámara como si quisiera destruirla. Es decir, no pasa desapercibido. Por su parte, Billy Howle apunta por intensidad y termina en la caricatura de un villano, ofreciendo muecas dementes que no lo hacen demasiado amenazante. Entre tantos gritos de guerra, finalmente es la protagonista femenina la que sale intacta. Florence Pugh encuentra el tono perfecto en sus escenas y ayuda a que creamos lo que ocurre con su personaje, Elizabeth, esposa de Robert. Por si no había quedado claro todavía, tiene mucho futuro.

Sabiendo que hubo recortes que buscaban esquivar la monotonía, Legítimo Rey demuestra que quería morder más de lo que podía, apuntando a un nivel de drama al que no tiene acceso. Siendo el caso, la mejor virtud termina siendo la acción, dónde finalmente podemos ver algo de intención. Apreciando cierto interés por la violencia y la sangre (aunque no lo suficiente para marcar un estilo), la película podría argumentar que sus combates son la clave. No todos son geniales, pero el oasis sigue estando ahí, apreciando el valor de producción y una dirección sólida. Desde que comienza, esta épica deja todo claro, apuntando a sentimientos de venganza y justicia que el espectador conoce, y que está dispuesto a seguir como lo ha hecho antes. Ahora, si el resto no pretende elevar las ansias de justicia, entonces la eventual lucha y el valor no tendrán efecto. Así concluye Legítimo Reycon un balance de su presentación, a través de un enfrentamiento final que visualmente nos captura y emocionalmente nos pierde. No, peor, narrativamente nos pierde, y nos mantiene en ese limbo por unas dos horas.

Legítimo Rey está disponible en Netflix

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