Una degustación de cine Coen con buenos y malos momentos
La carrera de los hermanos Coen siempre ha estado protagonizada por una combinación de obras maestras y caprichos. Dicho eso, sin importar la calidad de esos caprichos, esta unión terminó delimitando el particular estilo de estos directores y guionistas. Bajo esa perspectiva, podríamos contemplar a La Balada de Buster Scruggs, su primera antología y primer proyecto financiado por Netflix, como el mayor antojo de los hermanos. No por agotar los limites de su estilo, sino por ser una suerte de escaparate para su cine, reflejando gran parte de sus intenciones, sensibilidades y habitual choque entre humor ligero y comedia negra. Todo dentro de un entorno western, género que tampoco es extraño en su filmografía.
Como colección de cortos firmada por el sello Coen, Buster Scruggs representa varias facetas, a medida que abre un libro y presenta una frase y un dibujo de seis historias: 1) La Balada de Buster Scruggs, 2) Cerca de Algodones, 3) Vale de Comida, 4) El Cañón de Todo el Oro, 5) La Niña que se Puso Nerviosa y 6) Los Restos Mortales. En conjunto, hay mucho que une a los relatos y encuentra una armonía casi inusual para tratarse de una antología y la clave está en apostar en un solo autor. Antes de determinar la calidad de cada corto, hay que decir algo, no hay una historia aquí que se aleje de las formas de los Coen. Con ello, puedo decir que consiguen una antología que tiene sentido, tiene coherencia y tiene estructura; hechos que normalmente escapan a películas de esta clase. Ahora, si indagamos en cada segmento, las cosas no se ven tan especiales.
Tratándose de un estreno exclusivo de Netflix, hay formas de detallar los cortos de Buster Scruggs con facilidad, volviendo al principio, medio y final una vez terminada la película. Ésto me permitió medir ciertos aspectos en cada capítulo, que definitivamente subrayan los errores y aciertos entre historias. Sin embargo, nada de eso ésta presente en la introducción, dónde el segmento La Balada de Buster Scruggs deja un sabor de boca ideal, uno tan bueno y tan Coen que es difícil no sucumbir a sus encantos. Esa fascinación aparece con el personaje de Buster Scruggs, interpretado a la perfección por Tim Blake Nelson, un vaquero inusual de medidas extremas, actitud alegre y una melodía para cada ocasión. Se trata del corto más colorido y caricaturesco de la colección, y uno que deja una impresión que la película olvida. Pero bueno, ésta sigue siendo una degustación de cine Coen, por lo que hay de todo. Eso queda demostrado, porque inmediatamente después tenemos Cerca de Algodones, dónde James Franco interpreta a un ladrón sin mucha suerte, cuya historia deja claro el tema del film y el interés de sus autores: la desgracia y la muerte. Temas que cierran bastante bien en el género del western. Usándolos tradicionalmente, Cerca de Algodones mantiene la calidad, aunque empieza a rotar el tono.
Cerrando la primera mitad, la película pone una piedra en el camino con Vale de Comida, un corto de demasiadas pausas, repetición y un final que, lo admitiré, funciona. La pregunta es ¿a que precio funciona? Durando 20 minutos, Vale de Comida consigue el chiste negro que quiere, pero estoy convenido de que no había necesidad de extenderlo tanto. Ese hecho ya perjudica al segmento, y marca otro ritmo por completo. Lo que sigue es más pausa con El Cañón de Todo el Oro, una historia protagonizada solamente por un Tom Waits buscando oro en un bello paisaje sin intervención humana. A diferencia de Vale de Comida, aquí estamos frente a un mejor concepto, mejor fotografía y una gran interpretación, por lo que el ritmo pausado es natural. Todo es parte de una historia, no como en el segmento previo y es así que nos encariñamos de Waits, su personaje y su corto.
Volviendo a la facilidad de describir una película en Netflix, no toma nada volver a la linea de tiempo y medir la duración de los cortos. Ésto es importante, ya que puedo decir con seguridad que el quinto segmento, La Niña que se Puso Nerviosa, es el más largo gracias a sus 36 minutos. Esos son 15 minutos más que el resto de las historias, y es un hecho que se siente en la armonía del film. Lejos de ser mediocre, La Niña que se Puso Nerviosa propone una narración más desarrollada, que aprovecha y desaprovecha ese beneficio, avanzando hacia un final adecuado pero poco merecedor de más atención. Habiendo pasado por Buster Scruggs o Cerca de Algodones (los capítulos más cortos), las extensiones innecesarias se notan, y el quinto relato pierde mucho por ello, llegando al final con una mezcla de satisfacción y agotamiento. Ese mencionado final tiene nombre, y es Los Restos Mortales. Este broche trae otras sensibilidades de los Coen que siempre son bienvenidas, apoyándose en sus diálogos y unas imágenes finales muy simbólicas. El segmento satisface y tiene la mejor coherencia colocado en la conclusión, sin embargo, es inevitable llegar con cierta fatiga al mismo, lo cual ensucia su potencial. Si me preguntan, creo que éste sería un corto más adecuado por sí solo.
Con altos y bajos, la primera antología de los hermanos Coen demuestra un tipo de cine diferente, que aprovecha sus facetas y que tiene sentido en Netflix. Es cierto que sería más fácil mirar alguno de los cortos por separado (Los Restos Mortales), pero otros solo tienen coherencia en este paquete (Vale de Comida), por lo que, finalmente, La Balada de Buster Scruggs termina argumentando su valor. Proponiendo una colección en sintonía, este es otro experimento de los Coen al que es difícil señalar como fallo, encontrando a los consagrados cineastas aprovechando su constancia en el lejano oeste. Una constancia que se mantiene incluso a pesar de la desigualdad en el material.