Una buena herramienta desperdiciada en un relato fallido
No suelo ocultar mi descontento con el fenómeno televisivo de Black Mirror, especialmente porque cuesta hacerlo ya que, de la mano de Netflix, esta serie antológica pasó a estar en boca de todos. Para resumir mi opinión, digamos que se trata de buenos conceptos (habitualmente) seguidos por malas o terribles ejecuciones, una costumbre que me mantuvo atento hasta al inicio de su tercera temporada, dónde me rendí. Llevándome varios golpes y pocas recompensas (The Entire Story of You, Be Right Back) pensé que nada me atraería a la serie de nuevo, pero claro, Netflix siempre tiene una carta bajo la manga, como por ejemplo, la posibilidad de elegir nuestra propia aventura.
Hasta yo me entusiasmé con el anuncio Bandersnatch, una película o evento con el sabor de Black Mirror y la magia de una nueva particularidad: la posibilidad de elegir tu propio camino a través del argumento. Sí, es lo que piensan, una versión audiovisual de aquellas novelas con múltiples lineas; un experimento sencillo en el que la película corre hasta un punto dónde nosotros intervenimos eligiendo una de dos opciones. ¿No saber si nuestro protagonista sobrevivirá a nuestras decisiones? Suena genial, y efectivamente lo es bajo las manos de Netflix, que ha implementado esta idea con una herramienta funcional y dinámica. Por supuesto, me refiero a la interfaz usada por el servicio de streaming para que Bandersnatch sea posible, porque, si me pongo a detallar la propia película, el panorama se vuelve mucho más oscuro.
Acompañando completamente la idea de un relato con diversos caminos, Bandersnatch se centra en el mundo de los videojuegos en los años 80, y lo hace presentando a Stefan (Fionn Whitehead), un joven programador interesado en crear un juego de múltiple opción en el que el jugador elige el resultado de su aventura. ¿Les suena? Eso es exactamente lo que haremos con Stefan aquí, a medida que el espectador empieza a decidir sus movimientos, comenzando con algo fácil como su desayuno y siguiendo con algo más complejo, como por ejemplo su salud mental. Decir hacia dónde va Bandersnatch desde ahí realmente sería arruinar la experiencia ya que aquí no hay detalle, solo está la gracia del concepto y la herramienta. ¿Es lo ideal para presentar una nueva forma de cine? En realidad, sí, hasta que va demasiado lejos.
La forma en que Bandersnatch se presenta es magnifica, viendo como Netflix ofrece una herramienta muy funcional para esta rareza. Sin embargo, el contenido termina convirtiendo a la herramienta en una novedad monótona, porque navegamos entre las opciones de un relato de norte engañoso. Como decía, parte de la gracia de este evento es que el mismo está al tanto de cómo funciona, y en esa consciencia existen grandes resultados. El problema es que también convive con personajes que discuten la idea de que, realmente, por más que elijamos, no somos nosotros quienes estamos en control, una verdad que persigue constantemente a este experimento. Las opciones tienen dos tipos de resultados, unas que conducen exactamente al mismo lugar y otras que solo llevan a los distintos finales. Exacto, finales, no varios relatos dentro de uno. Si analizamos la estructura de Bandersnatch, terminaríamos hablando un inicio extraño y unas cuantas conclusiones tiradas de los pelos. Todas distintas y causadas por nosotros, sí, pero no el remate de una historia completa. No importa el final al que lleguemos, el evento nunca consigue una narración que atrape por sus propios méritos.
Es interesante que Bandersnatch trate de videojuegos ya que, si hay que definirla, seguro terminaría en ese reino de los juegos virtuales. Lo decepcionante es que vivimos en una era dónde el videojuego ha evolucionado, y ver esta herramienta implementada sobre una historia tan vacía se siente como un paso atrás, no una novedad. Dicho eso, tampoco puedo pretender que no es entretenido deambular por el relato buscando otros caminos y finales, es por eso que le veo futuro a la tecnología utilizada por Netflix. Eso sí, hay que verlo por fuera de Bandersnatch, dónde las ansias por ver más decrecen rápido. Especialmente si, por casualidad, terminas en el final más ingenioso y meta en la primera pasada. Eso vale la pena, pero son instantes dentro de una gran irregularidad.
Olvidando lo que Netflix podría lograr con esta dinámica, que es bastante, Bandersnatch demuestra ser otra experiencia regular por parte de Black Mirror, una que deja que la tecnología influya por fuera de su relato y no dentro de él. Esa ironía y consciencia es interesante, pero pasa a ser lo único en estos 90 minutos de pocas recompensas y muchos fracasos. Podrán decir que se trata de eso, de probar y fallar hasta la conclusión más satisfactoria, pero es imposible llegar a una, repitiendo escenas y perdiendo el hilo al que nos habíamos comprometido. Se supone que se trataba de elegir nuestra propia aventura y francamente, Bandersnatch nunca tiene una aventura completa que ofrecer. Le daré los puntos por intentar supongo.