La peor forma de definir estilo
Al igual que Polar, la nueva apuesta de acción estilizada de Netflix, decide ir al grano y empieza golpeando al espectador con su desagradable alma, desesperado humor e insípida violencia (y todo al sonido del peor uso de la genial September de Earth Wind and Fire), uno se ve obligado a tratarla con la misma agresividad. Recuperando los peores aspectos del cine estilizado del siglo XXI, esta adaptación de cómic inmediatamente salta de exagerada a tonta, creyéndose muchas cosas sin entender que película está siendo. A la vez, tampoco comprende que pasa por calidad en su cine B, que pertenece a los pasillos más oscuros de un videoclub.
Tomando las viñetas de una novela gráfica de Victor Santos como inspiración, Polar introduce un mundo de asesinos pseudo organizado compuesto por coloridos personajes. Sin embargo, nosotros nos paramos junto al menos colorido, Duncan Vizla (Mads Mikkelsen), más conocido como el «Káiser Negro», título que lo subraya como el más despiadado homicida. Pero eso era antes, ya que nos unimos a Vizla a medida que inicia su retiro, uno con una millonaria jubilación y ningún objetivo. O eso cree él. Cuando sus empleadores deciden matarlo en vez de pagar su deuda, la tranquilidad desaparece y el «Kaiser Negro» deja el retiro para eliminar a los múltiples asesinos detrás de su cabeza. Imagino que pueden suponer el resto.
Más allá de cual venga primero, porque es irrelevante, la sensacional serie de John Wick protagonizada por Keanu Reeves, sirve como la comparación perfecta para Polar. Ideal para demostrar todo lo que la segunda no hace bien. Retomando la idea del implacable asesino sacado del retiro, esta producción de Netflix pretende introducir un submundo de sicarios dónde cada personaje tiene un aspecto particular y una actitud exagerada. Nada lejano a John Wick, con la diferencia de que el mundo no tiene peso o lenguaje propio, todo se reduce a gritos y la promesa de un estilo que no existe. Esa es la única misión del film, ser cool, empezando por lucir su extrema edición y sus pésimas introducciones de personajes. Ya saben esas que ponen un nombre en pantalla y todo. No solo no resulta cómico, sino que es un portal al resto de las demencias utilizadas por Polar, una película que pretende estilizar todo lo que caiga en su falda, ya sea con cortes o con su desagradable color. Dicho eso, puedo estar abordo del color, al menos va a juego con los personajes.
No hay mucho que decir en cuanto a su trama, tratándose de un producto interesado en violencia y todo el material gráfico posible. Desde la primera secuencia, el juego está bien claro y la película no hace más que ascender sobre éste. Por su cuenta, esos litros de sangre y sexo no equivalen a nada. Ni entretienen, ni enojan, ni impactan, solo es un excesivo y nocivo idioma. Hay películas que han seguido la ruta de Polar con éxito, ya sea la serie de Crank o hasta la mediocre Smokin’ Aces, pero por utilizar mejores personajes, superior estilo y una trama más directa. Pretendiendo ser intensa, Polar solo propone a un desperdiciado Mads Mikkelsen vagando por un camino de venganza, y hasta en ese camino tropieza. Especialmente cuando empieza a pedir seriedad segundos después de un ridículo discurso o una brutal matanza.
Enfocada en un estilo abandonado entre los 90 e inicios de los 2000, Polar es anticuada de la peor manera, saltando entre la exageración, lo gráfico y la calma sin coherencia alguna. Si suena como la peor mezcla, es porque lo es, especialmente al asumir que es el más alocado y extremo entretenimiento. En el pasado vimos esfuerzos similares, pero ninguno con una demencia tan agobiante, o tan monótona, encontrando indiferencia hasta en la más sangrienta y gráfica escena de acción. Si Netflix es el reemplazo del videoclub, entonces éste debe ser un producto para esconder entre sus más oscuras secciones.