Crítica | Cementerio Maldito (2019)

Las páginas de Stephen King regresan al cine desperdiciando todas sus oportunidades

Frente al supremo éxito de It en salas, las novelas de Stephen King se posicionaron para un ideal comeback en la pantalla grande, por lo que no es raro encontrarnos con una nueva adaptación de Pet Sematary, novela clásica de King que ahora propone un lavado de cara y mejor producción para su interesante fuente. Al menos a eso se dedicaba It en 2017, a retocar y apostar en las páginas de su autor a medida que cocinaba sustos adecuados y elaborados. Había un propósito para que viéramos It, ahora, Pet Sematary no es capaz de comprender del todo esa idea. Hay rarezas, ingenio y curiosidades en las obras de Stephen King, hay material, pero esta adaptación decide saltearselo e ir a los ruidos fuertes, sustos ultra orquestados y la eliminación de toda mística posible. Aunque no catastrófica, esta adaptación es un recuerdo de todo lo que el terror moderno no necesita, y lo que es peor, nos hace creer que King no conoce las bases de su género.

Pet Sematary siempre fue a lo básico, zombies, solo que endulzado con una cuestión moral; y este remake no se aleja demasiado de esa promesa, presentando a Louis Creed (Jason Clarke), un hombre de familia que llega a un apartado pueblo en Maine con un nuevo trabajo, un nuevo hogar y la promesa de una nueva vida. Solo una particularidad dificulta ese nuevo comienzo: un cementerio de mascotas al lado de su casa. En un principio no parece más que un tétrico sitio con tradiciones, pero pronto se convierte en una realidad innegable, un suelo capaz de devolverle la vida a los animales enterrados. Ésta maldición empieza a atormentar al hogar de Creed, quien poco a poco empieza a perder su cordura. Como se notará, además de ser la primera casilla para una obvia cinta de sustos, la promesa Cementerio Maldito también pone una cuestión moral en juego, discutiendo sobre resurrecciones y la inevitable muerte. Sin embargo, esos obvios rasgos de la historia desaparecen con los primeros sustos, que pronto se apoderan de la película y opacan el tiempo disponible.

Solo con 100 minutos de duración, este relato de horror no entiende como manejar sus tiempos, creando porcentajes pésimos. No seré preciso, pero casi puedo asegurar que una mitad completa de esta nueva Pet Sematary se la pasa construyendo suspenso de camino a un barato y desesperado ruido que nos haga saltar de la butaca. Decir que esa técnica de jump scare es mediocre no es novedad, pero hasta una táctica tan tramposa tiene sus reglas. Esta adaptación opta por esos sustos para meterse dentro de nuestra piel, pero en el proceso olvida construir la base de los mismos.

Para que la atmósfera previa a un jump scare funcione, es necesario construir la mística detrás de aquello que atormenta a nuestros personajes. Es decir, hasta el ruido más fuerte y barato en un largometraje responde a algo. Responde a creatividad y ejecución, pero también narración, y Cementerio Maldito olvida ese último elemento por completo. Incluso con miles de vías disponibles, la cinta se rehúsa a desarrollar el mito y la moralidad de esta historia, consiguiendo que los tres o cuatro protagonistas solo sean victimas vacías, esperando a que algo (ya sea una bocina, un gato o un recuerdo) los haga sobresaltar. Puedo entender que alguien prefiera su terror con lo más obvio posible para disfrutar de los sustos, pero hasta la pieza más barata de terror opta por inyectar el miedo en su espectador. El libreto sobre esta mesa coquetea con esa construcción y hasta sugiere más de un hecho relacionado con la maldición central, pero cada uno de esos puntos queda colgado. ¿Qué tenemos para compensar? Eternas caminatas en silencio en las que podemos pensar en la lista de la compra y los planes del fin de semana antes de escuchar el eventual e instantáneo ruido ensordecedor con el que debemos asustarnos.

Como expliqué antes, no es justo crucificar a Cementerio Maldito por una técnica que forma parte del 90% del cine de terror moderno, no obstante, hay ciertas responsabilidades con dicha técnica, y entre ellas está la de darle una base a los sustos. Cuando eventualmente llegamos a su predecible pero posiblemente poderoso final, el efecto es nulo por todo lo que la película evitó antes. Habrá sustos inmediatos, pero la sustancia se pierde al desaprovechar la sólida base. Notando claros recortes y una estrecha duración que sigue resultando pesada, esta adaptación de Stephen King demuestra una desesperada preocupación por ser una película de terror y olvida lo más tétrico o reflexivo de su tema. Notando esbozos de riesgo, rarezas y hasta instantes humorísticos, Cementerio Maldito se desentierra y se luce un poco con un gato resucitado, ideas tétricas y la promesa de algo lúgubre. Pero finalmente regresa a su tumba, dónde guarda todos sus trucos baratos, una estructura lenta y un extremo deseo por ser una película de terror bajo cualquier precio. Digamos que pudo haber elegido un precio más alto.

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