Disney se esfuerza, pero lucha una batalla perdida
A solo dos meses de que Disney propusiera su primer remake del año con Dumbo, es lógico que cualquiera regresaría al mismo para recibir a su siguiente adaptación, Aladdín, pero no es tan fácil. Porque comparar ambas supone enfrentar al Disney de los años 40 con un Disney de los 90, eras de animación apartadas y a la vez incomparables. Por lo tanto, incluso dispuesto a agrupar a cada remake en una categoría, algo que efectivamente hice con Dumbo, Aladdín es el primero en la lista que propone un problema mayor, que se enfrenta por completo con su némesis. Ese némesis, lógicamente, es la animación que Disney ha querido suplantar durante esta etapa, que llega para recordarle la razón por la que estos clásicos recurrían a la caricatura desde el principio. Sí, ciertas adaptaciones mantuvieron el nivel y otras demostraron que tenían justificación, pero en la tierra de Aladdín, dónde la excentricidad y la belleza animada es clave, esta nueva versión empieza desde atrás y nunca se pone al día, barajando esfuerzos y energía que me enseñan lo que quiero de estos remakes pero sin asegurar el aterrizaje.
Si vamos por épocas de animación en Disney, su denominado «renacimiento» en los 90 se trata de un trabajo muy diferente a la hora de adaptación. Eso es tanto un alivio como un problema para Aladdín, que siempre tiene las apuestas en contra pero que aun así propone algo diferente en esta creciente colección de remakes. La era de los 90 nos regaló relatos más desarrollados, jugados, de personajes diferentes; y esa maravilla le presta a este calco una razón para existir. Comenzando con la fantástica (y retocada) banda sonora de la versión original, Aladdín explica su razón de ser al hundirnos entre dunas y paisajes exóticos para una aventura más completa. Sí, entre Cenicienta, La Bella y la Bestia y Dumbo, el cine aquí despierta géneros poco visitados en estos remakes, gracias a escenas de acción, más espectáculo y una comedia directa. Sin querer, lo que realmente es otra adaptación de un clásico animado, también es Disney proponiendo una aventura con un elenco de carne y hueso, en un entorno colorido, diferente y fresco. Eso es lo que Aladdín tiene a su favor y lo que la mantiene a flote durante gran parte de su duración, pudiendo dar libertades que enganchan dentro de una superproducción aventurera. Solo hay que saber manejar esas libertades, así como hay que controlar cada aspecto de lo reconstruido para permitírselas.
No hay nada aquí que supere a su fuente, pero hay un gran porcentaje de Aladdín que funciona aprovechando la magia original. Dispuesta a asumir que es un musical porque sus secuencias melódicas son inolvidables, las cuatro o cinco canciones que roban el show en la animación son las que reciben más cariño. Por lo tanto, entretenida o no, Aladdín apunta a llevarnos a las interpretaciones de «Friend Like Me» o «A Whole New World», que definitivamente no fallan. Nada en ellas puede compararse con la energía y belleza de su primera aparición en 1992, pero en manos de este remake, ninguna termina mal representada. Uno podría decir que parte del funcionamiento en estas adaptaciones recae en el trato de ciertos elementos, y preocupado por sus melodías, Aladdín no comete el error de desperdiciar algo tan perfecto como los números musicales. Dónde si encuentra problemas es en sus propias huellas. A grandes rasgos, el remake no tiene problemas en su reparto, encontrando un Aladdín competente en Mena Massoud y una Jazmín memorable y de gran voz con Naomi Scott, pero todo cambia cuando pasamos a personajes más animados. Tranquilos, la alfombra voladora y Abu están a salvo, pero el querido Genio y el mezquino Jafar son problemáticos.
Es irónico que la respuesta previa a este remake recayera en brazos de Will Smith y el aspecto de su Genio, personaje esencial en la Aladdín original. Es irónico, porque el Genio en sí es el menor de los problemas al resumir este remake. Will Smith y su habitual carisma empujan una interpretación funcional que no se acerca ni a los talones de la memorable voz animada de Robin Williams, pero Smith tampoco está imitando a Williams, quiere su propia versión del personaje y la consigue. No importa su aspecto, cuando entra en escena, comanda la pantalla y hace todo más digerible. Se preguntaran entonces: ¿por qué merece estar en la lista de problemas? Porque esta versión del Genio nunca iguala la frenética energía animada del personaje original, algo obvio en la fabricación de este éxito. El Genio es el mayor conflicto animado para Disney, un personaje tan caricaturesco que ningún efecto especial es capaz de pararse a su lado y conseguir los mismos resultados. Sí, Will Smith termina siendo una buena opción, pero dentro de una batalla perdida desde el inicio. Quienes nunca vieron la versión original, bueno, puede que haya algo memorable para ellos, pero no me consta que Disney haya diseñado estos remakes para esos espectadores. Ahora, puedo afirmar que, al tanto o no de Aladdín, seguro encontrarán problemas con Jafar (Marwan Kenzari), un villano clásico en las filas de Disney que definitivamente recibe el peor trato de todos. Su interpretación es exagerada e insulsa y su efecto incoherente y casi cómico; un personaje que prácticamente rompe todos los cimientos de esta adaptación.
Incluso con viento a favor, el tercer acto de Aladdín pierde el norte y propone malas ideas originales, momentos que no saltan bien desde la animación y un uso innecesario de una canción que representa el principio de una caída larga. Mientras el remake protege lo que no debe fallar, el relato en sí se viene abajo con un soplido y una falta de cariño, empezando a notar una carencia de ideas inspiradas a la hora de narrar. En cuanto el villano empieza a gritar al cielo y hasta los poderes del Genio entran en una innecesaria incoherencia, Aladdín casi asume haberse quedado sin cuerda y aterriza como puede sobre la pila de remakes casi conseguidos por parte de Disney, estudio que otra vez nos conduce a la misma pregunta: ¿por qué? Durante una parte del film yo mismo podría dar una respuesta, podría defender su energía, sus cuidados momentos musicales, la satisfacción de volver a ver a Disney jugando con el género aventurero que ha sabido llevar adelante. Pero todo termina en ilusión. Una ilusión que al menos queda sobre la mesa, esperando que otra de las eventuales adaptaciones la defienda mejor.