Crítica | Godzilla II: El Rey de los Monstruos (2019)

Monotonía a la escala de su protagonista

Sobre el inicio de su tercer acto, Godzilla II: El Rey de los Monstruos, la masiva secuela de la Godzilla de Gareth Edwards, presenta un cuadro de Washington DC absolutamente destruida, una imagen envuelta en un caos tan épico que se traduce a belleza, la clase de hermosa destrucción que uno esperaría del más grande choque de monstruos en la pantalla grande. Es un instante que rápidamente eriza la piel pero que prosigue dejar frío, porque inmediatamente resucita el vacío de todo lo que nos llevó hasta ese plano fugaz, fantástico e insípido. Soltando monstruos gigantes y prometiendo el combate del siglo, el regreso de Godzilla no comprende los problemas de su propio cimiento y prosigue a querer solucionarlos sin respeto por las bases de cualquier película con personajes y un argumento. Porque no, El Rey de los Monstruos no se reduce a un cine mudo de criaturas. Claro que no, aquí también hay humanos, y lamentablemente para todos, éstos deciden hablar. Bueno, más que hablar, simplemente existen, y con dicha existencia, los monstruos pasan a quedar extintos.

No hace falta realizar una gran ecuación para comprender el objetivo de Godzilla II, especialmente después de su predecesora. Siguiendo a una película que recibió críticas por la falta de monstruos, el siguiente capítulo para el mítico Godzilla se propone más en todo sentido. Más caos y más criaturas; un nuevo escalón coherente en la saga de un casi dinosaurio gigante que asciende del agua y golpea a otros monstruos en su tiempo libre. Es el modus operandi de Godzilla, otra secuela, otro monstruo. Pero aquí tenemos más, porque siguiendo las quejas, esta oportunidad nos ofrece un combate entre Godzilla y otros tres combatientes de peso, Mothra, Rodan y el dragón de tres cabezas, Ghidorah. En papel, creo que no hay nada más satisfactorio que esa promesa, sin embargo, El Rey de los Monstruos prosigue a dar la peor ejecución de esa tentadora idea.

Es inmediatamente curioso ver como la secuela analiza los conflictos de su predecesora. Los mismos se resumían en una desmedida atención a los humanos y una gran falta de Godzilla, y era una crítica justa, aunque parte de una película bastante alejada de la mediocridad. Gustara o no, Godzilla proponía esos problemas como parte de su intención, que se resumía a un juego de escalas sobre el personaje del título, uno que realmente impactaba cuando Godzilla finalmente irrumpía en la pantalla con un rugido y mucha sed de sangre. No importa si era perfecta o no, porque dicha intención es algo lejano para El Rey de los Monstruos. 

El regreso de Godzilla carece de intención alguna y solo se da el lujo de escuchar la primera queja en la lista ¿Querían más monstruos o más Godzilla? Aquí lo tienen, pero eso aparentemente cuesta caro. Siendo exactos, vale una película absolutamente desestructurada, incapaz de cautivar y envuelta en caos. No un caos digno de Godzilla, un desorden narrativo dónde el espectador tiene dos opciones: escenas monótonas o escenas tontas. A su vez, cada una de ellas supone perderse un momento con el monstruo del título, quien tampoco recibe tantos minutos como para balancear. Es difícil tildar de monótono un espectáculo que cumple con la promesa y nos da la lucha que queremos ver. Sin embargo, existen tantos detalles que arruinan ese esperado momento que hasta la acción kaiju carece de brillo. Sí, hay planos generales que dan esbozos de la sinfonía destructiva que todos desean, pero a ella la siguen una colección de personajes tan insulsos e incoherentes que acabarían con cualquier cine de monstruos decente. Luchar con su trama durante 110 minutos para recibir 15 minutos de un climax tramposo no es una recompensa, es un castigo.

El reparto en Godzilla II define el desperdicio, encontrando a excelentes interpretes como Vera Farmiga, Kyle Chandler, Charles Dance y Ken Watanabe a merced de un libreto maravillosamente inútil, lleno de conveniencias y motivaciones que superan cualquier interrogante. Es un guion que, por arte de magia, introduce un arma que podría llamarse «misil conveniencia», porque existe solo por una fugaz y tramposa necesidad de la película. Lógicamente, nunca volvemos a escuchar de ese misil. Así como tampoco recibimos una explicación de cómo una videollamada en la que el antagonista explica sus ridículas razones incluye videos y fotos describiendo dichas intenciones. Si soy sincero, sé porque están ahí, es para suavizar la colección de excentricidades dentro de este discurso, pero es un esfuerzo inútil. Por más que no quiera admitirlo, la nueva entrega sigue atada a su predecesora, ofreciéndole la mayoría de la duración a los humanos. ¿Y cómo la aprovechan? Con una infinita entrega de exposición innecesaria, conmociones ocasionales y una larga entrega de one-liners.

Con todas las quejas que recibió Godzilla en 2014, una película superior, El Rey de los Monstruos solo se preocupa de una única porción de sus responsabilidades, y sabiendo que ahí esta su enfoque, éste también es decepcionante. Sí, hay monstruos luchando entre sí, incluso una docena de planos dónde dicho choque se ve bello y salvaje (gracias a los detallados efectos visuales), pero es una mínima parte de esta continuación, en dónde es difícil permitirse escapes de dicha entre las cantidades industriales de monotonía que rodean su argumento y personajes. Godzilla II propone un enfrentamiento de grandes proporciones, casi bíblicas, solo que olvida que hasta lo más épico necesita una base decente para sostenerse. Sí, hasta el mítico Godzilla necesita un suelo en el que pararse. Ahora, sobre lo que merece, definitivamente merece más que un suelo, y más que El Rey de los Monstruos.

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