Una secuela envuelta en contenido y ajustada para el disfrute
No creo exagerar diciendo que Avengers: Endgame debería pasar a la historia como uno de los mayores eventos cinematográficos. Olvidemos calidades, solo por ser una suerte de conclusión a una colección de 21 películas, la apuesta de Marvel y su influencia sobre la superproducción actual merecen crédito, uno que debería asustar a cualquier secuela que se atreviera a continuar su épico despliegue. Pero claro, hablamos de Marvel, dónde el show siempre debe continuar, por lo que asumir un final no es precisamente una opción. Por lo tanto, ¿cómo se prosigue? Se necesita recordar las claves de la serie, pautar consecuencias, mantener la atención de espectadores posiblemente agotados de una misma saga. En definitiva, se necesita Spider-Man: Lejos de Casa, una continuación al reinicio de Spider-Man en 2017 y epilogo del camino cerrado en Endgame. La clase de secuela capaz de proponer sus propios argumentos para existir y representar las mejores cualidades de Marvel Studios; saber cuando es necesaria una reinvención, simplificación o novedad.
Puede que sirva para recolectar los restos de su gigantesca y galáctica predecesora, lidiando con muertes y otras mayúsculas consecuencias causadas por los Avengers, sin embargo, Lejos de Casa nos une a un Peter Parker (Tom Holland) agotado de ser un vengador y dispuesto a disfrutar de un verano adolescente. El verano en cuestión nos lleva a Europa, dónde Peter pretende descansar junto a sus compañeros de clase y enfocarse en su vida sentimental. Pero por supuesto que eso resulta imposible siendo Spider-Man, especialmente cuando una legión de monstruos empieza a destruir ciudades europeas y un misterioso individuo llega de otra dimensión. Una vez más, Peter se ve obligado escoger entre sus responsabilidades como héroe o sus intereses como adolescente, y a simple vista, no hay nada ahí que escape al esquema de una esperada secuela de Spider-Man: De Regreso a Casa. Un mundo más amplio, algunas conexiones adicionales y más desarrollo entre lo jóvenes protagonistas, es lo básico para seguir la historia de este Spider-Man, ahora, topándose con las consecuencias de Endgame, hay toda una capa adicional aquí, una que dibuja la combinación ideal para una secuela de este universo.
En sus propios términos, Lejos de Casa tiene tiempo para ser coherente con su entrega anterior, con su mundo y con su superhéroe, logrando avanzar a favor de una madurez muy bienvenida. La base es habitual, empezando por ver los cómicos e incómodos conflictos adolescentes para luego entrar en los aspectos heroicos. La primera porción funciona tan bien como lo hizo en De Regreso a Casa, especialmente gracias al elenco juvenil, pero la segunda llega bastante revitalizada, introduciendo al clásico personaje de Misterio (Jake Gyllenhaal), la presencia de Nick Fury (Samuel L. Jackson) y una serie de temáticas actuales y ancladas a la idea de la manipulación. Eso último es la diferencia más refrescante, siendo responsable de construir una amenaza de gran aprendizaje para Spider-Man. No tan enfocada en golpes o la necesidad de más habilidades para vencer, la película cuestiona la aptitud del protagonista y casi cambia su lema. Ya no se trata de necesitar responsabilidad para el poder, se trata de que la responsabilidad puede conllevar varios sacrificios. Ahora, hay que subrayar un punto, el hecho de que Lejos de Casa no piense solo en acción no significa que no haya más de un momento para maravillarse. Es más, esta secuela debe proporcionar la secuencia visual más creativa de Marvel Studios desde los estímulos visuales en Doctor Strange por lo que no todo se resume a comedia y algunas ideas interesantes.
Más que en Spider-Man, ésta tercera versión del héroe arácnido sigue enfocada en su alter-ego, y su realidad es suficiente para fabricar una comedia trotamundos con personajes entrañables, por lo que el contenido de comic pasa a endulzar esta entretenida aventura. Lejos de Casa crea un balance genial, que sigue apostando por Peter Parker y su drama adolescente para separarse de la manada, para combatir las técnicas épicas a las que Marvel nos había acostumbrado de camino a Endgame. Eso último termina siendo lo más aplaudido, volviendo a toparnos con una continuación poco anclada a conexiones y cameos. Sí, sigue caminando en la franquicia que conocemos, pero el cambio de ritmo es refrescante, tanto que hasta el ambiente europeo hace su trabajo. Aunque suene como capricho para cambiar de escenarios, el aspecto internacional al que refiere el título encuentra razón de ser, trazando una conexión con el protagonista. La situación prosigue a darle otro tipo de condiciones a Spider-Man, y lo que podrían ser solo un puñado de locaciones reconocibles pasan a aportar al notorio desarrollo.
He mencionado que un superhéroe es tan bueno como su debilidad, y la de Spider-Man siempre ha sido su condición adolescente y su lucha con la responsabilidad. Por lo tanto, Lejos de Casa gana puntos al duplicar ese interés y colocar todo lo que tiene alrededor de esa debilidad, de esa condición tan simple como reconocible. Bajo ese tema, la película prosigue a orquestar un argumento absolutamente sencillo por momentos y alocadamente inventivo por otros, la clase de combinación que necesita una secuela que se aprecie; dejar más de lo mismo, pero con herramientas inesperadas. Lo que refiere a diferencias es un placer, encontrando a Spider-Man en su aventura cinematográfica más particular hasta la fecha, una que incluso se permite disfrazar todo su argumento bajo mensajes sobre la influencia mediática y las mentiras disfrazadas. Con eso último, a lo que solo hago alusión para no estropear detalles, Spider-Man: Lejos de Casa encuentra la manera de ser todo lo que debe, y esa hazaña la columpia hacia un estatus de superproducción ideal, con ingenio, pretensión y diversión en una cantidad bien ajustada.