Crítica | Había una vez… en Hollywood (2019)

Tarantino ofrece madurez detrás de sus fieles caprichos

Incluso empezando como rumor o amenaza poco creíble, el ya inevitable retiro de Quentin Tarantino siempre ha supuesto un condimento especial sobre su carrera, el anuncio de un final prematuro que exige más de cada obra estrenada. Aparentemente, las reglas dictan que el director contará con 10 largometrajes oficiales (aproximadamente) y que ahí se hallará el limite, lo que apuntaría a que no veremos más de su cine en breve. Ahora, aun aceptando esa conclusión, debemos tener en cuenta que despedirse voluntariamente de su carrera implica cierta maduración para un director, por lo que es curioso que Tarantino solo nos haya regalado obras maestras dentro de su lenguaje durante esta década. Nunca he rechazado una gran pieza con el nombre de este cineasta, por lo que creí que veríamos el ocaso de esta alocada filmografía sin escapar a los creativos y turbulentos esquemas acostumbrados, pero estaba equivocado. Con su supuesto penúltimo trabajo, Tarantino vuelve a zambullirse sobre sus reglas, lenguajes y caprichos, todos desplegados de forma casi excesiva, solo que esta vez son utilizados para ciertos intereses bajo la superficie, pequeños temas, mensajes y panoramas que viven dentro del núcleo de esta obra. Había una vez… en Hollywood es la clase de homenaje que uno esperaría de su autor, pero acompañado de un interés superior a estilos, uno bien enterrado en una narración estrictamente cinematográfica.

Se la mire por dónde se la mire, Había una vez… en Hollywood es una película acerca del cine. En la superficie, Tarantino nos lanza en el Hollywood de los años 60, más específicamente 1969, dónde nos unimos a Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y Cliff Booth (Brad Pitt). Dalton es presentado como una estrella olvidada de westerns televisivos, que busca sostener su carrera mediante distintos papeles menores, y a su lado lo acompaña Booth, su fiel doble de acción y amigo viviendo una racha peor que la de Dalton. Hollywood, la tierra de la fama y oportunidad, supone un espacio para el sufrimiento de estos dos protagonistas, cuyos trayectos nos llevan a explorar la época cinematográfica de la manera más vibrante y particular. Ahí vive la profundidad del asunto, una que pronto se cruza con un anticipado choque con las figuras del asesino serial Charles Manson y la actriz Sharon Tate (Margot Robbie).

De no conocer los archivos históricos de Hollywood, puede que la mezcla entre un homenaje al cine de los 60 y unos asesinatos reales suene desestructurado o equivocado, y puede que eso sea cierto. Sin embargo, muy lejos de ser una película sobre Manson (como en algún momento se sospechó), Tarantino encuentra un balanceado desorden en sus conexiones para darle un cimiento a su relato, un cimiento completamente real para crear su propia fantasía. Había una vez… en Hollywood es una fantasía de principio a fin, una que presenta elementos a favor del objetivo final: un homenaje cinematográfico bajo posibles lecturas. Incluso si se rodea con todos los excesos de su director, la película nunca parece perder su meta, y de camino a la misma, todo se reduce a un paquete que podría ser poco amigable para algunos, incluso aquellos amantes de lo que Tarantino suele ofrecer. Tenga o no sus marcas registradas, estamos ante una obra que realmente se siente personal para su cineasta, quien, incluso bajo un paraguas de fantasía y caricaturescos caprichos, sigue siendo capaz de sugerir melancolía y cierta tristeza. Puede que la pantalla consiga proyectar lo que muchos desean de este film, pero esos elementos no parecen ser el primer orden de este proyecto.

Durante gran parte de su duración, este cine está lleno de permisos que solo Tarantino ofrece, solo que a favor de un conjunto algo más pasivo o metódico, posiblemente más clásico o con la fugaz posibilidad de ser tomado completamente en serio. Definitivamente hay viñetas esperadas, pero están unidas a otras más peculiares, las que curiosamente esquivan más de un enfrentamiento sangriento, dejan espacio para el drama dentro de la comedia negra o simplemente celebran la magia del panorama cinematográfico en épocas pasadas. Eso último presenta el mejor homenaje mediante la perfecta técnica del film, que efectivamente capta la vida de brillo dentro de Hollywood y propone una fotografía paciente y detallada de una recreación de gigante despliegue. Junto al talento que suele proporcionar Tarantino, su elenco resulta el segundo as bajo la manga, encontrando a varias caras reconocibles poniendo su grano de arena entre escenas. Ahora, ninguno se acerca a las excelentes participaciones centrales de Brad Pitt y Leonardo DiCaprio. El primero, que en realidad carga con un rol sencillo, llena la pantalla con un carisma demasiado efectivo, directo y anticuado, la clase de interpretación que recuerda a otras épocas de Pitt sin despreciar su trayectoria. Por otro lado, Leonardo DiCaprio recibe un papel extremadamente complejo, lleno de altibajos que solo él parece capaz de controlar. Por más que el personaje de Rick Dalton resulte memorable en papel, DiCaprio le encuentra una vida genuina incluso cuando la película cae en aires excéntricos. El material de Había una vez… en Hollywood podrá ser discutido una y otra vez, pero lo que ofrece DiCaprio no debería ser dudado, es especialmente más difícil de lo que parece.

Parados en los 60, aquí están los que ven a Hollywood como la tierra de la oportunidad, pero esa es una visión que debe convivir con la realidad, la que explica que esa oportunidad es solo para algunos, y que incluso ellos no son capaces de mantenerla durante mucho tiempo. Esa verdad importa, y es la que termina liderando al noveno film de Quentin Tarantino, una obra que encuentra a su cineasta enamorado de la época, de su estilo y de su bienvenida madurez. Dicha madurez siempre parece presente aquí, potenciándose cuando la excentricidad o la fantasía toman el control. Eso último termina sucediendo, porque Tarantino no es capaz de resistir sus instintos, pero en esta ocasión, por más que parezcan prohibidos, esos instintos dejan que las intenciones del film vuelen adecuadamente, dibujando una película peculiar. La peculiaridad nunca resulta un accidente, y finalmente revela lo esencial en Había una vez… en Hollywood, que Quentin Tarantino ama el cine y que su película hace lo mejor que puede para homenajearlo. Lo curioso es que hasta la más placentera fantasía de Tarantino puede fallar al transmitir el mensaje, y estoy convencido de que él también lo sabe. Reconoce todo lo que convenientemente esconde aquí, dejando una sonrisa que alude a las intenciones desplegadas y enciende un reflector sobre una realidad imposible de ocultar.

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