Una locura liberada y peligrosa
Es evidente porqué Logan, de James Mangold, supuso un quiebre en 2017. Para un público acostumbrado a ver a Hugh Jackman como un X-Men familiar y vacío, encontrarlo como un personaje maduro y despiadado era una historia diferente, un riesgo en búsqueda de una pureza posible a través del cine de cómics. Al día de hoy, ese mismo cine es uno de los grandes pilares de Hollywood, cuyo desempeño ha convertido a los permisos en una variable más. Efectivamente, ver a Jackman como un vengador avejentado y sin remordimiento proponía mayores recompensas, pero para alcanzarlas era necesaria la aprobación de un estudio dispuesto a afrontar los riesgos. Riesgos que, lógicamente, no se toman sin cierto control. Parte de la magia de Logan yacía en recibir la oportunidad de poner a su cómic bajo otra luz, y a un costo mayor, esa es la misma propuesta a la que apunta Guasón, origen cinematográfico centrado en Joker, el legendario antagonista de Batman. Resulta fácil dejar que Wolverine derrame la sangre de sus enemigos, ahora, ¿qué tan dispuesto está un estudio a dejar que un salvaje psicópata sea la cara de su mayor franquicia? Joker tiene argumentos para entregar un arriesgado y bienvenido permiso, y éste ofrece resultados, pero son recompensas caminando sobre una cuerda muy floja.
Viviendo en la era del cómic cinematográfico, Joker inmediatamente se traduce a una obra de calidad, tomando su material y dibujando una película de tono arriesgado y considerable riesgo en cuanto a recepción. Eso último se debe a que nos centramos en Arthur (Joaquin Phoenix), un hombre inestable sufriendo los malos tratos de una ciudad decadente. Sumar ese ambiente a un individuo siniestro prueba ser una mezcla volátil, una capaz de convertir a Arthur en una personalidad psicopática y modelo. Esa no es una promesa particularmente agradable, y no debería serlo, dado que este origen señala un relato con moraleja sin detenerse a explicar la misma. Éste es un perfil, el estudio de un personaje inusual, una película dividida entre sus intereses y su capacidad para mezclaros con una adaptación. Es una combinación peligrosa.
Joker entiende que juega con fuego a raíz de su protagonista, por ello traza un tono particular dividido entre el drama y una comedia muy negra. Esa supone solo la primera de sus luchas internas, viendo como este descenso hacia la locura termina como un balance que, como el protagonista, nunca parece estable. La falta de estabilidad es lo que permite que Joker actué con mayor libertad, dando varias razones para justificar, pero no defender. Puede que no resulte una pieza con apologías para sus comportamientos, aunque tampoco nos lleva por un camino de consecuencias o reflexiones. Bajo su mejor luz, este origen consigue abordar los resultados de una sociedad marchita, del poder de una personalidad peligrosa sobre un mundo vulnerable. Del otro lado, podríamos tildar al film de caos esperando a que alguien imite su propuesta.
Queriendo narrar la historia de un villano con fidelidad, Joker se rodea de factores inyectados en nuestra realidad. Sí, la película viaja a los años 80 para narrar, pero las decisiones de su libreto son claras y pueden compararse con ejemplos modernos. Ahí aparece la mayor polémica, en lo delgada que resulta su linea entre el estudio de un personaje y una posible provocación. El resultado demuestra interés en una personalidad y no teme ensuciarse, por lo que perfectamente podría resultar la mecha de una llama en manos de una visión incapaz de comprender todo lo que está mal aquí. En ese sentido, la responsabilidad del film pasa a ser completamente discutible, notando como resulta más nocivo bajo menos juicio. Es solo que esa falta de juicio también invoca la atracción y la complejidad.
Siendo parte de un cómic, las referencias al universo de Batman son tanto una obviedad como una molestia, no obstante, no podríamos llamar Guasón a este protagonista sin ningún tipo de relación con el mundo de su historieta. Éste es solo uno de los elementos innecesarios que Joker aplica. Al igual que luce un gran permiso, la propuesta también tira de sí misma para no tocar puntos de no retorno. Por naturaleza, el objetivo parece ser un espectador entrenado, y aún así, la película impone simplezas que entorpecen la experiencia y le quitan poder. La banda de sonora de Hildur Guonadóttir es uno de esos tropiezos, subrayando cuando la sutileza es más adecuada, imponiendo emociones que la película ya es capaz de transmitir. Joker demuestra un poder para hacer lo que quiere, por lo que resulta extraño que dude de sí misma o de su espectador. Todavía más grave, el film incluso llega a dudar del poder de Joaquin Phoenix en el rol principal, el pilar más sólido de toda esta apuesta. Phoenix transmite la vulnerabilidad, la demencia y el miedo que el protagonista debería ofrecer detrás de su maquillaje, y el material se eleva gracias a su interpretación. Es una necesidad real dentro de una película que avanza bajo una estructura poco ortodoxa, una actuación que define la calidad del contenido.
Dirigida por Todd Phillips, cineasta conocido por sus múltiples trabajos cómicos, Joker encuentra coherencia con el pasado de su autor, recordando que el mismo ha demostrado ser algo oscuro. Sumada a una clara inspiración en el cine de Martin Scorsese, esa oscuridad interviene dramáticamente y da pinceladas de humor turbio, lo que termina dibujando una película asociada con el protagonista a estudiar. Él es el producto de un cómic, aunque también una personalidad que adquiere nuevos tintes aquí, colores con destinos ideales bajo el acercamiento correcto y mechas peligrosas en las manos equivocadas. Ese polémico resultado es sumamente interesante, y un bienvenido obsequio en un río de adaptaciones de objetivos reconocibles. Joker es un regalo para el presente de Hollywood, sin embargo, su envoltura debería abrirse con cuidado, un movimiento en falso y el papel podría cortar.