Una secuela dividida entre originalidad y homenaje
Mirando Doctor Sueño, fue imposible evitar el recuerdo de Blade Runner 2049. Aunque una comparación injusta, definitivamente se trata de la más adecuada. Para empezar, las dos películas provienen del mismo estudio, pero lo esencial es que ambas cargan el mismo objetivo: retomar el legado de una adaptación clásica. Unirlas tampoco quiere decir que hablemos de las mismas condiciones. Las variables lo son todo, y si analizamos las de 2049, encontraremos una mentalidad centrada en continuar un lenguaje, un tema, un aspecto: en forjar un respeto que permita avanzar sin atarse a un homenaje barato. Si se quiere, dicha cinta sirve como el opuesto en la moda interesada por explotar la nostalgia, una moda a la que termina perteneciendo Doctor Sueño. Pero no es tan sencillo, porque aquí no solo hay un placer por el homenaje, sino que hay un conflicto de intereses tapado por una ilusión de armonía. Podría darle elogios a esta secuela, incluso jugando con un clásico como El Resplandor, pero es difícil aceptar su supuesta armonía.
Para hablar de Doctor Sueño, es necesario entrar en la historia de El Resplandor, tanto como cinta de Stanley Kubrick así como novela de Stephen King. Superando la falta de elogios durante su estreno en 1980, El Resplandor se transformó en una adaptación clásica aunque nunca convenció a King. Su opinión creó cierta fricción alrededor del film, una que terminó enriqueciendo el legado de la versión de Kubrick, no obstante, si supuso un problema frente a la posibilidad de adaptar la novela de 2013, Doctor Sueño, secuela de El Resplandor que nos reúne con un Danny Torrance adulto. Por parte de King, es lógico que una continuación nunca estaría a favor de la mentalidad de Kubrick, sin embargo, envueltos en el éxito por nostalgia, tampoco se evitaría la posibilidad de revivir un clásico. Por lo tanto, la adaptación de Doctor Sueño supone una suma de dos mentalidades, una junto a King y otra enamorada de Kubrick, una lucha buscando cualquier armonía posible. A pesar de ser una tarea inviable, el encargado de encontrar el balance es Mike Flanagan, uno de los directores de terror más confiables. Escrita, dirigida y editada por él, su intención es clara, pero sus extremos tienen dificultades para entregar una película acorde con los dos lados en juego. Hay una bienvenida dosis de Stephen King aquí, pero la misma no se aferra a los estilos de El Resplandor, especialmente cuando se convierten en un homenaje innecesario.
Sin alejarse de la novela que adapta, la película se centra en Danny Torrance (Ewan McGregor) décadas después de su paso por el hotel Overlook. Ahora, dicho lugar aun lo persigue, topándose con fantasmas del pasado en base a su poder para «resplandecer». Esta clase de maldición lo lleva a alejarse y a esconder sus habilidades, sin embargo, él se siente obligado a usarlas cuando se topa con otros individuos igual de especiales, individuos en peligro a manos de presencias hambrientas y malignas. Desarrollar a estas figuras antagonistas supone desempacar la mayor cantidad de rarezas que ofrece esta secuela. Abriendo mucho lugar para ellas, Doctor Sueño no es una película de terror, sino que se convierte en una aventura sobrenatural que explora las conexiones con el más allá y abre un dialogo interesante alrededor de habilidades psíquicas. Conceptualmente, no hay nada que se aleje tanto de El Resplandor, porque Flanagan se preocupa de que todo encaje, pero eso no significa que su película capte todos los tonos del clásico al que se asocia. En esencia, hay algo que aleja a esta película de la de Kubrick, y esa es una grata sorpresa, es solo que no dura demasiado.
Con 150 minutos a su disposición, Doctor Sueño se siente extensa en base a su deseo de ser una continuación de El Resplandor como película y libro. Pero la parte cinematográfica tiene problemas para unirse a los excéntricos extremos desplegados aquí, más cuando se busca la unión a base de homenajes innecesarios. Eso plantea una desigualdad, el escuchar a una cinta imponiendo sus reglas a medida que imita o recrea planos de Kubrick. Sí, la recreación puede ser interesante, pero nada de ella la convertirá en una verdadera secuela de aquel clásico. El gran problema de Doctor Sueño no es estar conectada a El Resplandor, es estar conectada a El Resplandor de Stanley Kubrick. Su legado, que se despliega con excesos durante el tercer acto de esta secuela, es un elemento barato, especialmente para una película que, durante mucho tiempo, prefiere hacer lo suyo. Doctor Sueño es un film que propone secuencias que ocurren entre dos mentes y sus respectivos poderes, casi como un film de Pesadilla en Elm Street, que plantea a una suerte de vampiros de almas como villanos, que tiene hasta un tiroteo; simplemente no se entrelaza con el film de Kubrick. Pero cuidado, eso no estropea el legado de la película de 1980, estropea la curiosa propuesta de Doctor Sueño.
Intentando alejarla de El Resplandor, sí es admirable encontrar un cinta sobrenatural sin demasiado interés en sustos. Hay una obvia inclinación aquí por explorar elementos tétricos bajo otro ángulo, y cuando eso ocurre, hasta el regreso de los fantasmas de El Resplandor se siente bienvenido. Porque éstos si avanzan la historia, y hasta le abren lugar al mensaje cálido de toda esta propuesta. Ese mensaje funciona y vale la experiencia, porque efectivamente demuestra una evolución, una liderada por Flanagan, quien brilla al poder entregar una película autentica durante parte del tiempo. Definitivamente es una pena que el producto se desespere por un poco de nostalgia innecesaria o carente de cierto respeto cinematográfico, porque no todo en Doctor Sueño es barato, de hecho, una parte resplandece: la original.