Crítica | El Irlandés (2019)

El ocaso de un género en manos de un maestro

Es imposible evitar los aires clásicos que invoca El Irlandés, la nueva épica de Martin Scorsese y su primera ficción en manos del revolucionario servicio de Netflix. Porque son aires que evitan estar a merced de otra nueva saga de crimen por parte de su autor. Por supuesto, aun teniendo claro que el cineasta camina sobre territorio parcialmente definido por él, esta es la puerta a una fusión de hechos históricos, factores que no se traducen a una serie de lugares comunes, sino que se transforman en una demostración de un pasado abordado con la perfecta madurez. Las tradiciones desplegadas son la carta de presentación, ya que hablamos de una película inmediatamente histórica en papel: se trata de lo más extenso por parte de Scorsese, su producción más costosa, la suma de varios iconos y hasta el primer largometraje a merced de caras rejuvenecidas por tecnología. Desde dónde se la mire, hay historia en esta ambiciosa propuesta, regresando a los orígenes de muchos involucrados para verlos dar un último paso adelante. Aún así, El Irlandés habla por sí sola, y lo hace en la forma de una fantástica épica de crimen, cuyas inesperadas percepciones son dueñas de respuestas a mucho más que un enorme potencial. Ésta es una madura respuesta a toda una era cinematográfica.

Con un masivo guion del talentoso Steven Zaillian como rumbo, El Irlandés no cae tan lejos de otras obras propuestas por Martin Scorsese y su amplio catalogo de relatos sobre mafias y crímenes. Ahora, es difícil tildar a uno de ellos de épica al colocarlos junto a esta nueva apuesta. Justificando su duración, la película propone diversas viñetas mezcladas en el tiempo sobre el trayecto de Frank «El Irlandés» Sheeran (Robert De Niro), un veterano de la Segunda Guerra convertido en fiel miembro de una mafia con decenas de delitos y secretos a su nombre. Narrada por Frank, esos secretos se destapan a los ojos del espectador, siendo testigos de todo lo que el protagonista calla, lo que construye una suerte de trágica odisea compuesta de pintorescas secuencias y duros golpes que cierran un circulo para Scorsese. Pasando por varias épocas, subrayados y una trama que coquetea con aspectos políticos al centrarse en Jimmy Hoffa (Al Pacino), la obra siempre tiene algo en su plato para servir a su gran objetivo, el cual se forma a partir de una lista larga de momentos y otra concisa de temas. Temáticamente, no hay una abundancia de intenciones, pero lo que está en juego propone golpes muy fuertes.

Mencionando sus conocidas andanzas en el cine de crimen, El Irlandés se siente como el ocaso de Scorsese dentro de su género más celebrado, sumando para arribar a una madurez inesperada pero necesaria. El talento del cineasta ha sido incuestionable durante todas su etapas, demostrando un crecimiento e interés por nuevos horizontes, ahora, aquí estamos ante un reencuentro, una  selección de géneros, personajes, actores e intenciones que obviamente recuerdan a los viejos tiempos. Con eso en mente, sería fácil ceder a los terrenos conocidos o invocar un viaje nostálgico, pero éste no es un refrito, es la palabra final y sincera a un camino recorrido, la llegada de un aprendizaje y percepción final luego de diversas obras memorables. En papel, las raíces de Mean Streets Goodfellas son un hecho, y ahí crecen respuestas, no repeticiones. Divirtiéndose entre instantes de comedia negra y varias lineas memorables, la cinta contempla los elementos más atractivos de su género, pero solo para dejarlos en una luz nueva. Más apagada, sí, aunque también parte de un cine delicado. Para regresar a esa clase de intención pasada, para contemplar los respiros y libertades que propone El Irlandés, es necesario regresar a un tiempo de cine estadounidense que parecía olvidado. Poco a poco, ese cine da frutos aquí, y lo que nos llevamos de él es de un poder incomparable. El aprendizaje y el trayecto son clave, porque efectivamente estamos ante un film legendario formado a partir de leyendas.

Si por casualidad ignoramos la presencia de Netflix, servicio que consiguió que esta experiencia cinematográfica estuviera alejada de casi todas las salas del mundo, el mayor destacado en El Irlandés es su extensa duración. Incluso acostumbrados a ver cine innecesariamente largo en el Hollywood actual, resulta extraño reencontrarse con una épica de 210 minutos y una paciencia anticuada. La duración despierta miradas por ser un hecho curioso bajo nuevas costumbres, pero en ningún momento es innecesaria en manos de esta trama, que efectivamente aprovecha cada segundo y justifica su tiempo de presentación. Encontrando mucho peso en su magistral tercer acto, el film demuestra una verdadera razón para moverse con pasividad, siendo la mejor forma de armar su cimiento singular. Es algo irónico que Netflix esté a cargo de esta obra, dado que debería ser proyectada en la mayor cantidad de cines posibles. Dicho eso, la ironía continua, porque hoy es improbable ver esta clase de cine en tantas pantallas. Es fácil, el mismo no se produce así, y ese es uno de los mayores logros que adquiere El Irlandés, ser el escaparate de tradiciones olvidadas o casi prohibidas en el cine hollywoodense. Esas tradiciones no solo prueban ser adecuadas al chocar con el énfasis dramático que provoca el camino del protagonista, sino que también consiguen que esos amenazantes 200 minutos parezcan 150. Frente a cine extenso, su necesidad siempre queda en duda, pero no hay minutos de sobra aquí, especialmente al toparse con un guion que sabe entrelazar sus distintas etapas y que empieza a construir mejores escenas a medida que se acerca a su recompensa final.

Pasada su duración, y aclarando que la misma no debería asustar a nadie, el elenco es el otro punto de interés a la vista. Además, también es otro punto de controversia, porque se asocia con el único conflicto en juego, el efecto rejuvenecedor sobre los protagonistas. Con una película que recorre unas cinco décadas con los mismos personajes, El Irlandés apuesta por la ambición y opta por rejuvenecer digitalmente a su reparto. ¿Quienes encabezan la lista de actores? Nada menos que Robert De Niro y Joe Pesci, interpretes favoritos de Scorsese, y Al Pacino, quien trabaja por primera vez con el director. Con un trío en el que cada actor se acerca a los 80 años, cambiar los rostros y cuerpos es un experimento necesario para que el drama cobre la vida adecuada, y es una prueba que funciona. De la forma en la que se presenta, no hay nada que cambiar, dado que el efecto engaña en más de una ocasión. La verdadera edad de los interpretes se pierde en el mar de alteraciones y eso apunta a un gran logro, especialmente cuando la película empieza a separarse de los periodos más jóvenes. Es claro que el efecto no engaña del todo y que se ve algo extraño en los ojos y narices de algunos personajes, aun así, no es problemático más allá de lo que suponga a futuro. Quedándome en el presente, lo fundamental es que el efecto compenetra al máximo y no se interpone con las actuaciones. Siendo bastante pasiva, la película requiere mucho de sus protagonistas veteranos y ninguno defrauda. Robert De Niro podrá parecer menor en comparación a sus compañeros, aunque él logra cargar toda la duración y presenta una humanidad necesaria, una casi desgarradora. Él debe luchar con un rol bastante directo, con pocos momentos para lucirse, y a fin de cuentas transmite algo poderoso, por lo que merece aplausos. Mucho más notoria es la presencia de Al Pacino y Joe Pesci, quienes resaltan en cada una de sus escenas. Como Jimmy Hoffa, Pacino desprende una energía que conocemos pero que se hace esencial para los planes del libreto, y en cuanto a Pesci, él combina la amenaza y la tranquilidad en la piel de un líder de mafia, lo que supone un paquete inesperado y a la vez magistral.

El peso que carga El Irlandés durante su extensa duración llega al mejor puerto bajo las manos históricamente capaces de Martin Scorsese, porque en dichas manos se siente un tacto clásico, maduro y posiblemente final. Scorsese seguirá haciendo cine, sin embargo, esta pieza cierra un capítulo de su filmografía al imponer una mirada sensible sobre un género conocido. Abordando el miedo, la lealtad y la culpa con secuencias extremadamente memorables y un último plano perfecto, las intenciones quedan plasmadas en el espectador, y con ellas se pasa a justificar cada dosis de ambición. Sus 210 minutos son una necesidad, el regreso de su reparto veterano una revelación y sus retoques digitales una bienvenida herramienta que nos introduce a otro mundo sórdido de crimen bajo ideas más adultas y algunas rarezas entretenidas. Con diálogos largos para volver a escuchar y silencios que transmiten todavía más, El Irlandés es una épica clásica de gran efecto, otra obra maestra de su director y cómplices habituales, un cine que merece una sala pero que, irónicamente, apenas puede conseguirla.

El Irlandés ya se proyecta en la Cinemateca Uruguaya y estará disponible en Netflix a partir del 27 de Noviembre.

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