Crítica | Zombieland: Tiro de Gracia (2019)

Acostumbrados a la resurrección de éxitos del pasado o al pago de deudas pendientes con mucho margen, inmediatamente sentí miedo por Zombieland: Tiro de Gracia, otro producto lanzado al compás de un Hollywood cada vez más nostálgico y recientemente dispuesto a recuperar oportunidades olvidadas. Luego de ver la decepción en casos como Zoolander 2, quizá la peor de esas oportunidades pasadas, la idea de ofrecer una secuela exigida tiempo atrás perdió brillo. Es sencillo, parece que transcurrido el tiempo de demanda, ese proyecto querido pasa a perder su gracia o simplemente demuestra que no debió hacerse desde un principio; la emoción se transforma en decepción. Llegando de la nada, en auge de comedias y en un paquete de solo 88 minutos, la primera Zombieland entregó risas y se convirtió en éxito, pasó a ser la perfecta excusa para crear una franquicia que aparentemente permanecería como ilusión. Era un acierto, era la confirmación de que al menos nos saltearíamos la decepción. Pero claro, los momentos en que Hollywood esquiva las posibilidades deben estar contados, porque incluso vagando como idea por más de una década, y hasta lidiando con una adaptación televisiva que no pasó del primer episodio, Zombieland finalmente regresó y cumplió con su promesa, esperó diez años para ofrecernos más de lo mismo. Si el objetivo era aguardar para presentar una secuela corta, sin rumbo y carente de cierto brillo, entonces Tiro de Gracia da en el blanco. Ahora, por más que eso suene mal, a merced de secuelas mal encaradas, innecesarias, a la orden de una moda o bajo necesidad de algo reconocible, esta comedia de zombies casi se siente fresca. Por breves momentos recuerda su querida predecesora.

Por más que el tiempo haya pasado, la secuela retoma el lenguaje reconocido como si nada, lo que significa volver a la tierra de los zombies bajo la narración de Columbus (Jeese Eisenberg), quien continua vagando por un Estados Unidos postapocalíptico junto a Tallahassee (Woody Harrelson), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin). Si suena a lo mismo, es porque lo es, y de cierta manera, también es lo que debería ser. Tiro de Gracia introduce pequeños roces entre sus protagonistas para tener un rumbo en el que luchar contra los muertos vivos, aunque todo se resume a la confiable química entre sus interpretes principales. Si ahí está el resumen, entonces entonces no se le debe pedir demasiado al libreto, elementos que efectivamente presenta dos o tres bromas memorables y algún personaje novedoso que cambie la pisada. Es la misma película solo que, diez años más tarde, eso quita el ingenio y la sorpresa e invita las odiosas comparaciones. No, Tiro de Gracia nunca puede caminar al paso de su predecesora pero no se puede decir que no lo intenta.

Por hablar de aquello inspirado, el director Ruben Fleischer regresa detrás de la cámara con interés, dejando que la comedia haga lo suyo, aprovechando a su reparto y poniendo todo a la hora de filmar la acción. En sí no hay demasiada acción aquí, y la gracia está en las curiosas situaciones postapocalípticas, pero el guion propone una secuencia que Fleischer aprovecha para crear un plano secuencia bastante dinámico que despierta al film. Con 90 minutos, Tiro de Gracia logra ser tan buena como sus momentos altos, y hay suficientes aquí para entretener y mantener la secuela a flote. Es curioso, pero cada vez que pasan 5 o 10 minutos sin un chiste decente, algo llega para rescatar la situación. En manos de una película más grande, ese resultado sería problemático, pero para una continuación ligera es más que efectivo. La base de los espacios monótonos pertenece a otro guion de Rhett Reese y Paul Wernick, más la adición de Dave Callaham, un libreto que pretende seguir los pasos del original y que queda alejado por temas de tiempo y chistes menos ingeniosos. Lo que sí se recupera de la primera es el gran elenco, al que se suman caras nuevas, pero en el que siguen mandando Jeese Eisenberg, Woody Harrelson, Emma Stone y Abigail Breslin. Siendo talentosos, Zombieland no les exige mucho, y menos cuando se trata de repetir esfuerzos pasados, pero sus aportes son fundamentales y no habría razón para ver Tiro de Gracia sin ellos. Aunque, debo subrayar las adiciones de Zoey Deutch, Luke Wilson y Thomas Middleditch, ahí hay bastante novedad.

Llena de recuerdos, Zombieland: Tiro de Gracia es servicial, y no necesita mucho más. Se le puede exigir, pero comenzando al sonido de «Master of Puppets» de Metallica mientras los protagonistas masacran zombies, es difícil pedir más. La intención es clara, la comedia pasajera y la experiencia justa, especialmente para retomarlo todo una década más tarde, tiempo que suele ser suficiente para destruir expectativas y arruinar cualquier secuela. Acostumbrados a esperar complicación encima de esas continuaciones, hay algo especial en volver a algo fácil, especialmente en esta época.

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