Netflix vuelve a ser elemental
Creo haber seguido la trayectoria de Netflix con especial atención en los últimos seis meses ya que, frente al cierre de las salas de cine, el mencionado servicio de streaming accidentalmente se topó con un simulacro de lo que podría ser un mundo solamente gobernado por la oferta digital. En el pasado quedó claro que, con el talento adecuado, el titán del streaming podía proponer un cine de calidad suficiente como para ganar premios (quedó demostrado con Historia de un Matrimonio y el El Irlandés a finales de 2019), ahora, por más que el prestigio esté a su alcance, Netflix ha demostrado un notorio descuido a la hora de fabricar lo esencial de las salas alrededor del mundo: el blockbuster o la superproducción.
Con un Hollywood que aun lidera el cine a nivel mundial, el blockbuster sigue siendo moneda común, así como el mayor punto de atracción para llevar espectadores a las butacas. Por lo tanto, es curioso ver como Netflix aun tiene problemas para tratar con dicho estilo de cine, lo que se vuelve más problemático en esta nueva realidad. Mientras Hollywood retrasaba sus estrenos de mayor escala, Netflix probó suerte con la cansada Misión de Rescate (crítica acá) con Chris Hemsworth, la monótona La Vieja Guardia con Charlize Theron, la perdida Eurovisión con Will Ferrell y la decente Proyecto Power con Jamie Foxx. Con acción, aventura, comedia y ciencia ficción, así como el uso de estrellas de renombre, la oferta de Netflix apuntó a recrear la promesa de una superproducción, pero no encontró esa magia proporcionada por la película de estudio mayor. Esto no debería entenderse como una cuestión de presupuesto, sino que debe traducirse a una dificultad por parte de Netflix para hacer que sus películas grandes se separen entre sí. En esas condiciones llegamos a Enola Holmes, otra aventura que intenta captar ese interés para todo público y cuyo mayor misterio refiere, una vez más, a Netflix. La película nos obliga a cuestionar: ¿Por qué el mayor servicio de streaming no puede construir entretenimientos funcionales de principio a fin?
En parte, puede que esté colocando a Enola Holmes en un grupo injusto, pero todo cuadra si la tomamos como última propuesta en la temporada de «blockbusters» de Netflix. Ahora, a diferencia de ese grupo, esta propuesta comienza con el pie derecho por la forma en que afronta un concepto muy repetido por Hollywood: la fuente reconocible revitalizada a través del cambio de género. Me refiero a la manera en que Cazafantasmas, Ocean’s 8 o The Hustle cambiaron a sus protagonistas masculinos por otros femeninos esperando marcar una diferencia. Viéndola como una estrategia de resultados mediocres gracias al material inferior que han recibido esos nuevos elencos femeninos, Enola Holmes tiene merito al contemplar una realidad similar pero inspirada. Enfrentada al mundo de Sherlock Holmes, la película no le cambia el género a su legendario detective sino que se enfoca en su hermana pequeña, Enola (Millie Bobby Brown). Eso agrada al querer visualizar las costumbres de Holmes y sus casos con una perspectiva femenina sin olvidar que los personajes de Sherlock, Mycroft o Lestrade existen. Eso hace la diferencia a medida que la película presenta a una protagonista más fresca, que vive su aventura entre los elementos de un misterio juvenil y un relato coming of age en el que debe arreglárselas para encontrar a su madre desaparecida. Las ansias de Enola por resolver el misterio la ponen en contra del pensamiento conservador de la época y la enfrentan a la búsqueda de sí misma, lo que, junto con un constante quiebre de la cuarta pared y una estética involucrada, hace que Enola Holmes transmita más de lo que su concepto sugiere.
Valorando sus buenas ideas, un tercio de su misterio puede colgarse de todas las novedades enérgicas que despliega, es solo que no hay manera de entrar en la mitad del film sin notar esa acostumbrada desorientación a la que se enfrenta cada propuesta masiva de Netflix. Sostenida por las apariencias y una noción de ingenio en las palabras pero no en el contenido, Enola Holmes no consigue mantener la atención una vez que se acaban las sorpresas. Es divertido ver a la protagonista hablándole directamente al espectador o toparnos con un Sherlock Holmes interpretado por Henry Cavill, pero nada de eso es capaz de rescatar la división argumental por la que opta la película. El libreto de Jack Thorne pretende unir todo los hilos en un solo misterio pero en el camino produce una división de la que es difícil recuperarse, especialmente al ver como algunos asuntos pierden importancia. Sí, esos no son esenciales al ver como Enola Holmes se ocupa principalmente del crecimiento de la protagonista, es solo que, en un género como este, todo necesita del ingenio en el misterio, y el mismo resulta lo más débil de todo el asunto. Gracias a esa desorientación, la película recae en la acostumbrada monotonía que vivió la mencionada Misión de Rescate o La Vieja Guardia, puntos medios en el que el objetivo no es del todo claro o dónde la duración comienza a pesar demasiado. Sobre ese último punto, Enola Holmes se aprovecha de su bienvenida con unas dos horas de duración en las que muchas escenas se extienden o pierden el ritmo. Eso es especialmente molesto de cara al tercer acto, el cual consigue retomar el interés para perderse en una conclusión algo decepcionante y unos veinte minutos finales especialmente perdidos, una combinación de secuencias que parecen pagar por alguna que otra mala decisión a mitad de camino.
Apreciando sus intenciones, no puedo decir que Enola Holmes adhiera algo al gastado universo de Sherlock Holmes, pero si puedo admitir que tiene su propia mirada gracias a la protagonista, quizá lo más consistente del asunto. Es difícil notar si la consistencia proviene del guion o de la propia Millie Bobby Brown, quien aprovecha el rol estelar para dar rienda suelta a su carisma. Sin lugar a dudas, tras verla desperdiciada en Godzilla: El Rey de los Monstruos, la joven actriz no desaprovecha su papel y lo vende mejor de lo que la película se vende a sí misma. La energía de la protagonista nos permite continuar hasta el final, atrapados por una mirada juvenil que mejora las temáticas femeninas y justifica el interés por otro punto de vista en este mundo. Dicho eso, incluso bajo ese optimismo, no hay carisma suficiente como para justificar los puntos muertos o, mejor dicho, la mencionada forma en que Netflix prosigue a quitarle energía a sus producciones para todo público. Será otra victima o una propuesta casual que se queda sin ideas, pero es necesario colocar a Enola Holmes en ese mismo grupo afectado por la monotonía, atrapada por un repetido problema que, en Netflix, sigue sin ser resuelto.