Sin respiros
Desde afuera, puede que el francés Alexandre Aja parezca un cineasta sencillo, con hambre de emociones rápidas y tramas básicas. No culparía a nadie de pensarlo, dado que sus dos últimos éxitos trataban sobre un ataque de pirañas y otro de cocodrilos. Ahora, desde adentro, esos eran ejemplos de un director polifacético, dispuesto a sacarle juego al más simple de los conceptos. En Piraña 3D demostraba que el cine B seguía teniendo un lugar en la pantalla grande y con Crawl construía un suspenso envidiable solo con un poco de agua. El director ha demostrado lo hábil que puede ser con pocos elementos a su disposición, entonces, ¿qué ocurre cuando trabaja con algo más complejo? La respuesta está en Oxígeno, otro experimento de tensión que pronto se transforma en una ambiciosa propuesta de ciencia ficción, una dispuesta a llegar lo más lejos posible a través de lo mínimo: una única locación.
La forma más fácil de presentar Oxígeno es comparándola con otro thriller de locación única como lo era Enterrado. Aquella película de Rodrigo Cortés encerraba a su personaje en una caja durante 90 minutos y la propuesta aquí es similar, solo que evolucionada. Aunque la experiencia se sienta como estar encerrado dentro de un ataúd, la película nos mete dentro de una capsula criogénica medica en un futuro distante. Se nos encierra junto a Liz (Mélanie Laurent), quien despierta sin saber la razón de su confinamiento y con solo 70 minutos para vivir antes de que se le acabe el oxígeno. La situación atrapa de inmediato, jugando con la posibilidad de un escape y la búsqueda de respuestas, las que resultan más atractivas que la tensión en sí, incluso cuando empiezan a mezclar demasiadas ideas.
Los 70 minutos prometidos son reales y están aprovechados. Oxígeno resulta el antídoto para aquel que piense que un thriller de una única locación suena monótono. Podrá querer más de lo que puede lograr, pero en su afán por ir más lejos, la película tiene algo guardado para cada minuto. Es inevitable pensar en el argumento de forma completa y dudar de casi todas sus respuestas, aunque las mismas están bien distribuidas, siempre planteando otra pregunta e intercalando algún momento de tensión en el que la protagonista debe lidiar con los peligros que proporciona la capsula en sí. Además de Liz, la capsula es el otro personaje en escena al ser un espacio bien presentado y con voz propia. La inteligencia artificial que maneja la capsula asegura que el libreto no tenga que apoyarse por completo en la interpretación de Mélanie Laurent. Aunque la actriz sabe que todo recae en ella y su interpretación es memorable, especialmente en los momentos de mayor tensión. La dinámica es ideal para manejar los 100 minutos de duración, torturándonos con un sufrimiento psicológico y grafico, así como atrapándonos con el misterio.
De la mano de Aja, no es raro que la tensión funcione, solo que la misma pasa a un segundo plano cuando aparecen las piezas del rompecabezas. Esas piezas pueden ser agotadoras, especialmente al considerar que algunas de esas revelaciones son demasiado ambiciosas. Oxígeno propone un gran giro que es difícil de superar, pero igual lo intenta, sumando factores hasta crear una historia masiva dentro de un espacio minúsculo. La ambición logra que esquivemos el aburrimiento, pero es difícil tomarla en serio. Afortunadamente, los aspectos técnicos saben presentar algunas de las ideas. Cada vez que la película repite sus encuadres, la trama ejecuta un gran momento y lo acompaña de un esmerado trabajo de cámara, lo que mantiene la energía en el aire. Oxígeno es la definición de una película que hace más de lo que puede y que casi lo sabe al no tomarse respiros. La falta de oxígeno garantiza que no bajemos la vista y a la vez nos empuja a cuestionar la necesidad de introducir tantas sorpresas. La tensión funciona y eso importa, pero la película podría haberse tomado algunos respiros más.