Crítica | Cruella (2021)

Esquivando el problema

Sería fácil poner a Cruella dentro de la reciente y decepcionante colección de remakes de Disney. En sí, la precuela no desentonaría, aunque hay más debajo de su deseo por explotar otra obra animada. En Cruella se esconde la promesa de una historia que revindique algo bastante controversial y para nada menor: su protagonista. Hasta este punto, el único propósito de Cruella De Vil había sido el de perseguir perros para fabricar abrigos. Desde su primera aparición en 101 Dálmatas (1961), De Vil ha sido reconocida como una villana despiadada, por lo que explorar sus orígenes sonaba como una idea destinada al fracaso. Al menos desde la perspectiva que Disney ha prestado a sus remakes recientes, que parecen condenados a vivir eternamente dentro de una zona de confort segura. Para que Cruella funcionara, iba a tener que salir de la sombra de tratamientos como el de Maléfica (2014), y en cierta medida lo hace. De la mano del director Craig Gillespie, la precuela escapa a los mundos completamente optimistas de Disney y da un buen primer paso, pero con ello no suprime su disposición a narrar la historia de una heroína en vez de la de una villana.

Presentar el origen de Cruella De Vil no solo supone un problema para mí sino que resulta un notorio conflicto para esta precuela. Buscando olvidar lo más característico y, bueno, vil, del personaje, Cruella crece sobre un cimiento cuestionable, que altera aquello que si funciona en esta historia de atracos y moda. Aunque desbalanceada y algo ridícula, hay una película de estilo propio aquí, con un sabor particular para el grupo de remakes al que pertenece, solo que es difícil verla brillar cuando la experiencia se define por lo innecesario. La táctica es recordar algunos factores memorables de la protagonista mientras se niega su verdadera naturaleza. La villana de 101 Dálmatas no es un icono gracias a su interés en las pieles caninas, pero eso la define. Si se reconoce que un protagonista es demasiado problemático para cumplir cierto objetivo, ¿para que explorar a ese personaje? Cruella se siente innecesaria, una película casi decente explorando a un personaje al que se le encuentra un origen por necesidad, no interés. Puedo comprender que los remakes de Disney traten sobre reconocimiento primero, pero percibirlo en el propio producto es una mancha que no puede pasarse por alto.

Aclarado el problemático punto de partida, el origen en Cruella presenta la forma en que la supuesta villana entra en el mundo de la moda. Esa promesa permite que la historia se vea a través del ojo de la protagonista, que resulta atractivo por el vestuario que acaba fabricando y por el tono que le da a la precuela, que balancea la típica aventura de Disney con algunos tintes de humor negro. Considerando el objetivo en juego, es obvio que esos tintes resultan lo más atractivo de la experiencia, dejando lugar para que los personajes puedan atraer sin abandonar su lado cuestionable. Cuando la película logra mantenerse en ese punto, orquestando entretenidos robos o sabotajes en el nombre de la moda y la venganza, es difícil ir en contra de su propuesta, porque funciona. No es tan ingeniosa o atrevida como cree pero puede aparentarlo, con un estilo que, como dije, desafía a la gran mayoría de los remakes de Disney. Ahora, lo más decepcionante de Cruella es descubrir que tiene su propia voz, porque la misma finalmente es utilizada para objetivos insustanciales como perder el norte del personaje que aparentemente le interesa o pensar en una ridícula secuela. No hay vestuario, humor o estilo punk que pueda esconder las verdaderas intenciones, las que parecen aplicadas al origen de esta villana simplemente porque Disney ya realizó un remake de 101 Dálmatas en 1996.

La elección de Craig Gillespie para encabezar esta precuela es inspirada, considerando que Cruella es su primera película desde la genial Yo, Tonya. Aquella comedia negra que indagaba en la vida de Tonya Harding tenía un tono que parecía ideal para aplicar aquí. Se busca algo similar, pero incluso cuando se aplica el mismo tratamiento, es difícil lidiar con una propuesta que realmente no quiere narrar la historia de una villana. Por más que Emma Stone se pierda en el excéntrico acento de esta nueva Cruella De Vil y hasta suelte alguna risa malvada, el argumento la acorrala en una historia donde nada de lo que hace resulta muy despreciable. Es así que la protagonista termina parada como una heroína, lo que dibuja una suerte de aventura extraña donde se habla de maldad pero nunca se transmite la misma. Si nos alejamos de toda relación con 101 Dálmatas, lo que queda se asemeja más a una película sólida, pero la misma sigue enfrentada a una duración excesiva y un gusto por complacer intereses que escapan al argumento. En lo que refiere a su propósito, Cruella sabe exactamente cual es el problema de su existencia, y lo resuelve actuando como si el mismo no existiera, dejando una película que falla como origen y que resulta descartable por sí sola. Su estilo y energía están en el lugar correcto, es una pena que terminen disfrazando los intereses de otra precuela innecesaria.

Cruella está disponible en Disney+

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