Nadie está a salvo
Cuando Adam McKay dio su giro como cineasta, un salto de la comedia disparatada a un material algo más satírico, la calidad y astucia de su cine provino de parodiar situaciones reales centradas en la historia estadunidense reciente. El objetivo era usar una verdad excéntrica para reglar una imagen pesimista, llena ingenuidad, excesos y advertencias del futuro. Por lo tanto, No Miren Arriba, la nueva sátira de McKay, no encaja del todo en la supuesta trilogía a la que pertenece. Emparejándola junto a La Gran Apuesta y Vice, la película se desvía de lo habitual al trabajar con ficción. Sin embargo, volviendo a apostar en esa mirada pesimista y contemplando eventos recientes, McKay termina cubriendo más aquí, confiando en una película que crea una emergencia ficticia y exagerada para golpear a varios culpables. Quizá sus formas sean obvias y su ejecución poco delicada, pero es cine que encaja a la perfección en el panorama en que se estrena.
Si bien el COVID-19 y la pandemia a su alrededor no forman parte de No Miren Arriba, sus hechos claramente aluden al manejo de dicha emergencia sanitaria en Estados Unidos. Ahorrándose el problema de tratar con las heridas frescas de este evento, la película opta por algo más directo centrándose en dos astrónomos (Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence) que descubren la existencia de un cometa que chocará con la Tierra y acabará con la raza humana. Este descubrimiento lleva a los protagonistas por un frustrante viaje en búsqueda de credibilidad mediática y asistencia política, una travesía llena de estupidez y egoísmo que incluso altera sus propias convicciones. El guion prosigue a dibujar las caricaturas imaginables, parodias de una presidenta, un militar, presentadores de noticias, una estrella del pop y hasta un magnate de la tecnología. Estos personajes se presentan como figuras deplorables, insignias de una sociedad decadente que aparecen para hacernos reír con un humor que se para entre lo satírico y una comedia más directa. Una combinación ideada para burlarse de todo, para asegurarse de que nadie esté a salvo.
El tercer esfuerzo en este cine reinventado de McKay se acerca más a sus primeras comedias que a La Gran Apuesta o Vice. Mientras había más lugar para el humor negro o la sátira en esas dos, No Miren Arriba trabaja con algo inmediatamente tonto. Inspirada en hechos que se asemejan a algunas de las locuras dispuestas por el libreto, la comedia se inclina por la burla constante, por un despliegue de chistes en la superficie. Eso produce menos ingenio, aunque el hecho de que trabaje con caricaturas resulta un mensaje en sí mismo. Frente a la situación que plantea y el momento en que se estrena, hay aciertos en la urgencia con la que funciona la película. No importa que se disfrace de ficción, la situación parodiada es una verdad que continua hasta el día de hoy, una que desmantela cualquier sutileza posible. El acierto está en lo ridículo, en los estereotipos, porque a pesar de su simpleza, estos son aspectos que le dan un grado de credibilidad al asunto. El ingenio se manifiesta al enseñar lo que ocurre con la ficción cuando la realidad la supera. No Miren Arriba es un producto de eso, uno que abandona la delicadeza casi por respeto, la respuesta a tiempos que parecen producto de una parodia.
Sus 140 minutos son frenéticos y conducen a secuencias cada vez más insólitas, sin embargo, la calidez humana llega a tener un lugar en el tercer acto. Incluso dentro de la extravagancia, la conclusión envía el mensaje adecuado al apoyarse en un breve instante de humanidad. El mismo eclipsa todo lo demás, abrazando las sutilezas en el momento indicado, de cara a una valiente y justa decisión final. Ahora, sea en ese instante más humano o en el chiste más excéntrico, No Miren Arriba termina a merced de un elenco que entiende el registro en juego. Meryl Streep y Mark Rylance contagian su diversión como las mayores caricaturas en escena mientras que Leonardo DiCaprio destaca por su ambivalencia. El actor aprovecha la ansiedad e inseguridad de su personaje y termina bien parado entre la comedia y el drama, aunque su frescura realmente proviene de volver a verlo jugando con un humor disparatado. Sin tiempo para indirectas, No Miren Arriba resulta un agresivo golpe en toda dirección posible, una dosis de humor paródico que transporta un mensaje claro en el inicio y devastador en el final. Aunque abandone alguno de sus fuertes, Adam McKay si es consistente con su derrotismo, algo que justifica sus métodos y le da armonía a otro retrato de ignorancia. Un espejo de cómicos reflejos que eventualmente se convierte en una triste ventana.
No Miren Arriba se estrena en cines el 09 de Diciembre y en Netflix el 24 de Diciembre