Crítica | Spider-Man: Sin Camino a Casa (2021)

Pasado y futuro

«Si esperas decepcionarte, nunca te decepcionaras». Esa es una de las frases más reiteradas por Spider-Man: Sin Camino a Casa, nueva entrega en el extenso Universo Cinematográfico de Marvel y también tercera parte de la actual adaptación de Spider-Man en el cine. Aunque adecuada en las temáticas de la película, dicha frase alude al alma de toda la producción, la respuesta ideal para afrontar masivas esperanzas. ¿De dónde vienen esas expectativas? De la propia premisa, que directamente conecta a este Spider-Man con las adaptaciones previas del personaje, específicamente aquellas realizadas en 2002 y 2012. Tomando villanos de esas respectivas eras, la película insinúa infinitas posibilidades mezcladas con la necesidad de mantener la emoción centrada en este universo y su expansiva naturaleza. Con mucho en su agenda, la mencionada frase funciona, suaviza un golpe casi seguro, producto de intenciones demasiado ambiciosas. Pero, aunque ayuda, la secuela no necesita ser vista bajo esa noción pesimista. Sacrificando un poco de integridad, Sin Camino a Casa hace mucho de lo que se le podría pedir e incluso esquiva obligaciones y guiños para poder dar un cierre emocionalmente satisfactorio a esta versión de Spider-Man.

Lo más llamativo en esta suerte de conclusión para el Spider-Man interpretado por Tom Holland no debería estar asociado a las infinitas posibilidades de su concepto. Ese aspecto resulta esencial como distracción, como ingenioso recurso para abrir paso a los verdaderos intereses en juego. Temáticamente, esta aventura algo más emotiva y humana propone un argumento ideal para el protagonista, una situación limite dónde sus decisiones pesan y dónde todo obedece a la responsabilidad que proviene de ser un superhéroe. Esa ha sido la base de incontables historias protagonizadas por Spider-Man, y también ha sido el núcleo de su cine, incluidas las referenciadas versiones dirigidas por Sam Raimi y Marc Webb. Ahora, cualquier guiño en relación a esas películas resulta menor al contemplar su objetivo real. Mientras el aludido choque de universos desordena la estructura y elimina la posibilidad de desarrollarlo todo, la historia se inclina en el pasado para pensar en el futuro, para darle peso a la figura de Spider-Man. Comenzando por un tratamiento adecuadamente juvenil para el personaje, esta especifica encarnación del mismo procede a apoyarse sobre la maduración, sobre la parte trágica que se encuentra en la historia de un joven que no puede compaginar la vida de un superhéroe con la de una persona corriente.

El interés en revisitar otras películas de Spider-Man supone un acierto y un problema. Mientras los elementos del pasado adhieren al poder de la historia y se ahorran desarrollo en base a su reconocimiento, también se trata de una jugada a favor de una narración en pedazos, un puzzle formado por piezas que no encajan a la perfección. En hechos, Spider-Man: Sin Camino a Casa es una historia extraña, de actos desequilibrados para tratarse de una superproducción tradicional. El resultado es peculiar al encontrar orden dentro del desorden y al comprender que esta es la única forma en que podríamos recibir una historia así. ¿El experimento vale la pena? Al contemplarlo como otro quiebre de fronteras y cruces cinematográficos por parte de Marvel Studios, sí, el resultado significa que pocas cosas están prohibidas en este nuevo mundo de universos expansivos, nostalgia y guiños. Considerando esa nueva forma de hacer superproducciones, donde todo debe estar ligado a diversas secuelas, se podría decir que Sin Camino a Casa es la buena cara de esta moneda. El lado positivo proviene de encontrarnos con una sana mezcla entre lo que el espectador exige y lo que la historia requiere. Aunque lo parezca, esta tercera parte no es un circo que opaca a sus personajes y conflictos, así como no se queda en el esfuerzo barato o mínimo. Con el regreso de varios villanos del pasado como el Duende Verde de Willem Dafoe o el Dr. Octopus de Alfred Molina, la cantidad de antagonistas era preocupante. Afortunadamente, su presentación está equilibrada y confía en los interpretes. Molina mantiene aquel grado de humanidad que mostró en Spider-Man 2Jamie Foxx gana más personalidad en su segunda oportunidad como Electro y Dafoe se destaca al canalizar la misma demencia maligna que le dio tanto a aquella primera película de Spider-Man dirigida por Sam Raimi. Dicho eso, no hay actor que asombre más que Tom Holland, quien obtiene varias escenas para humanizar a su personaje. El Spider-Man de Holland termina como algo más que un protagonista cálido, por fin recibe el espacio que merece al estar enfrentado a sus propios errores y a los sacrificios de un héroe.

Para tratarse de Marvel Studios, la película esquiva varias conexiones innecesarias. El universo expandido es utilizado para abrir una puerta en otra dirección, y su interés en conectar producciones de tiempos diferentes es desordenada y a la vez satisfactoria, pudiendo aprovecharse de sus posibilidades sin olvidar donde deben ir lo limites. En el camino, algunas formas se ven extrañas y otras demuestran que no todo lo imaginado puede ser orgánico, sin embargo, el resultado apunta al lugar correcto, a la evolución de un personaje cuyo propósito y defectos siguen siendo validos. Spider-Man: Sin Camino a Casa interesa por ambición, por las fronteras que cruza, pero esos son elementos superficiales al lado de su objetivo final, un maduro destino que resulta más creíble y efectivo que cualquier cruce de universos. Acérquense por la nostalgia y quédense por el futuro.

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