Un glitch interesante
Cuando Matrix se transformó en éxito en 1999, su creatividad visual llamó la atención de todos, los condujo hacia una superproducción diferente, una película que forjó el camino de varios géneros justo antes de entrar en un nuevo milenio. Es normal considerar la ambición visual como la llave del éxito de las hermanas Wachowski, pero su Matrix no fue un acierto solamente por el ingenio detrás de la acción. El proyecto fascinó por ser una superproducción con cerebro, un cúmulo de ideas perfectas para creer en su mundo y justificar cada uno de sus deslumbrantes caprichos. Los cimientos eran tan buenos que su potencial suavizó la caída de dos secuelas, Matrix Recargado y Matrix Revoluciones, películas pensadas para seguir rompiendo las fronteras visuales sin alterar las narrativas. Frente a esa historia, la llegada de una cuarta parte en el universo de Matrix pudo haber sido recibida con rechazo. Alrededor de superproducciones que superaron los limites visuales de la trilogía original, considerar una nueva entrega era peligroso si el interés era puramente superficial o estilístico. Pero claro, también suponía una gran apuesta al considerar los cambios sociales y tecnológicos de los últimos 20 años, material perfecto para ser abordado por ese icónico mundo virtual conocido como Matrix. ¿Qué camino decide tomar la cuarta entrega? Bueno, Matrix Resurrecciones nace aprovechando el mundo que la rodea, reintroduciendo sus piezas al ritmo de modas contemporáneas y cierta deconstrucción, sin embargo, ninguna parte de su pasajero ingenio consigue darle un norte. Lo que funciona resulta un glitch interesante en un programa que no parece dispuesto a perderse en mucho de lo que sugiere.
Este regreso a Matrix empieza por ese mismo mundo virtual, uno que ha transformado sus formas. El mismo se introduce entre interrogantes, y la más importante refiere al elegido, Neo o Thomas Anderson (Keanu Reeves), protagonista de la trilogía original que vuelve a deambular por la Matrix sin conocimiento de sus hazañas pasadas. Desde ese punto, el personaje emprende dos caminos, uno extrañamente autorreferencial y otro sumamente genérico. En lo que refiere al primero, Matrix Resurrecciones comienza con el pie derecho al enfrentar una inesperada presentación compuesta de referencias a sí misma como parte de una franquicia, una inteligente manera de introducir la nueva Matrix con la que se pretende jugar. Hay sólidos guiños en esa presentación, el problema es que la misma abre el paso para una película menos valiente, una que va olvidando sus raíces compuestas por quiebres de la cuarta pared a cambio de una trama repetida y enredada en demasiada exposición. Tras lanzar ideas a la pantalla, la secuela se limita a rodearse de temáticas interesantes sin explotar ninguna. Si ponemos sus hechos sobre la mesa, es cierto que existe valentía en Resurrecciones, porque por momentos es secuela, por otros es reboot, y algunas veces roza la parodia. Se crean promesas pero ninguna sirve de motor. A falta de un impulso principal, el peso queda sobre las formas menos prometedoras. Incluso con todo lo que intenta, la secuela decepciona al estar reviviendo su franquicia a favor de una propuesta sin demasiadas razones para existir. Sí, la película responde a la actualidad, pero sus comentarios son bastante simples, y con ellos se pierde la oportunidad de retomar los discursos formados por la primera Matrix, temáticas perfectas para revivir en 2021.
En su autorreferencia, Matrix Resurrecciones cuestiona su propia existencia. Obviamente, ésta es una crítica a la forma en que Hollywood ha estado explotado materiales reconocibles y nostálgicos para fabricar películas y series taquilleras. No importa si esta secuela fue creada bajo ese sistema porque la misma termina como una demostración particular del mismo. Los comentarios meta que propone el guion son cómicos, pero cuando todo vuelve a los mismos trucos de siempre, a caminar rutas ya recorridas, la autorreferencia carece de filo o propósito. Es como si Resurrecciones recreara su icónica elección entre píldoras y eligiera la de color azul. La secuela se señala a sí misma como producto de una costumbre nociva y luego casi termina formando parte de la misma. Dedicándole más tiempo a lo simple, lo que asombra es la escasa ambición y claridad visual. En lo que refiere a acción, un terreno conquistado por esta franquicia, la aventura plantea secuencias prometedoras que nunca alcanzan su potencial. Sea por su cámara demasiado cerca de la acción o por un montaje más intenso, las esenciales secuencias de combate carecen de claridad. Los escenarios maravillan gracias al brillo dentro de la Matrix y la imaginación que se manifiesta fuera de ella, aunque nada distrae lo suficiente como para obviar su recargada exposición o la falta de apuestas en el argumento. Afortunadamente, las nuevas adiciones al reparto compensan por la decepción. Yahya Abdul-Mateen II, Jessica Henwick, Jonathan Groff y Neil Patrick Harris le regalan verdad al material y lo hacen mucho más interesante y entretenido de lo que parece. Todos ellos ayudan a reintroducir a los dos iconos de la franquicia, Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss, dos interpretes que vuelven a demostrar que adoran formar parte de este mundo virtual.
Quizá sea injusto que cada entrega de Matrix deba ser evaluada bajo la sombra de sus orígenes, especialmente cuando una de ellas aparece dos décadas más tarde. Ahora, Resurrecciones referencia esos mismos orígenes, busca reconectar con ellos, usarlos para cuestionar aspectos que no estaban en la agenda de la película original. El hecho de que comience en ese lugar alude a un interés por la ambición, y la decepción proviene de ver esa ambición desvaneciéndose, por encontrar valentía en la superficie y un vacío en el centro. El objetivo general de Resurrecciones no es visible, queda opacado por una película que quiere hacerlo todo sin entregarse por completo a ninguno de sus frentes, incluso si reconoce que alguno de ellos está cargado de astucia. El espectador ve a Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss cuando los personajes de Neo y Trinity vuelven a entrar en escena. Sin embargo, inmediatamente descubrimos que ambos son percibidos de otra forma en la nueva Matrix, que su rostro es diferente. Matrix Resurrecciones se presenta de manera similar, como una serie de identidades en conflicto. Su mayor error es quedarse con la cara menos prometedora.